JUEVES 14 / 19.00. Cines Yelmo
Invitaciones, en festivaldecine.rivasciudad.es (dos por persona).
Ganadora de un Goya en 2015 por el corto ‘Café para llevar’, Patricia Font (Barcelona, 1978) es una de esas contadoras de historias que un día se topó con una muy especial, la de un maestro rural al que se le echaron encima demasiados años de silencio. Font venía de rodar una comedia romántica (‘Gente que viene y, bah’) y sobre la mesa, el guion adaptado de la novela ‘El maestro que prometió el mar’, de Francesc Escribano. La película homónima, que acumuló cinco nominaciones a los últimos premios de la Academia de Cine, narra la historia de Antoni Benaiges, maestro catalán destinado a la escuela rural de Bañuelos de Bureba (Burgos), donde aplicaba las novedosas técnicas de la Educación Libre de Enseñanza, como asambleas, revista escolar o texto libre.
Tras el golpe de estado que desencadenó la Guerra Civil, en julio de 1936, Benaiges es detenido, torturado y fusilado. Su cuerpo sigue desaparecido, pero su historia salió a la luz en 2010, durante la apertura de la fosa común del monte burgalés de La Pedraja. Como en tantas ocasiones, los restos rescatados de estos enterramientos regresan a la sociedad actual acompañados de historias. La de este maestro republicano fue una de ellas. Y la película que ahora traslada al gran público la represión sobre las maestras y maestros rurales de la República abre el Festival de Cine de Rivas, el jueves 14 de marzo, a las 19.00, en los cines Yelmo. Patricia Font, su directora, estará presente en el coloquio posterior. Y a finales del pasado febrero, habló por teléfono con ‘Rivas Cultural’.
¿Desde el inicio observó mimbres cinematográficos en esta historia? ¿Tenía lo necesario para narrarla en audiovisual?
Enseguida vi que tenía mucho potencial, que era una historia muy cinematográfica, con partes muy emotivas y con un protagonista muy inspirador. Todo lo necesario para hacer una buena película.
Cuando aceptó dirigir esta historia, ¿qué referentes mira?, ¿’La Lengua de las mariposas’ estaba presente?
Sí, siempre es un referente porque todos la podemos recordar. No es una película tan antigua y justamente por eso me preocupó la manera de alejarme de ella, de salvar las distancias aportando algo más. Por eso la trama del presente, que sucede en 2010, crece bastante. También para aportar una dimensión más a la película tocando el tema de las fosas comunes y de la memoria histórica.
¿En qué otros títulos se fijó?
Creo que este tema [recuperación de la memoria histórica] se ha tocado muy poco. Está la película de Almodóvar [‘Madres paralelas’] pero no hay mucho y es poco conocido. Tuve referentes en cuanto al tono y a la forma en la que quería contar la película pero sobre memoria histórica nuestro referente fue la realidad.
¿Cómo se salta de dirigir comedia romántica, con su primer largo, al drama? ¿Requiere más complejidad ese registro dramático?
Es muy diferente. Yo estoy más cómoda en el drama, se me da mejor, estoy más tranquila. La comedia me da más respeto y la considero más difícil. En esta película también hay una diferencia natural: ‘Gente que viene, y bah’ era una comedia romántica con una vocación muy comercial y la dirigí como tal sabiendo al público al que me dirigía. Y esta tiene un objetivo muy distinto, sobre todo divulgar y dar voz a una serie de colectivos como los maestros republicanos y a las familias que buscan desaparecidos. Hay un añadido de responsabilidad que hace que se enfoque el proyecto de manera muy diferente.
¿Qué tiene que tener hoy una película para mantenerse en la gran pantalla? Últimamente, historias con gran carga emocional sobre el pasado reciente como la suya o como ‘Te estoy amando locamente’ logran muchas semanas en cartelera.
No existe receta ni secreto, al menos yo no lo conozco. Nunca sabes cómo va a funcionar y muchas veces te equivocas si te generas una expectativa. La conclusión a la que llego es que la gente se ha sentido muy identificada con lo que estábamos contando. Todos tenemos algún familiar que de alguna manera nos ha transmitido su experiencia sobre la guerra o la posguerra. Y aún hay mucha gente que busca familiares desaparecidos. Yo creo que la película ha funcionado por esa empatía con lo que estaban viendo. ‘Te estoy amando localmente’ también ha ido muy bien, y son dos ejemplos de películas que han sorprendido muchísimo; en ningún momento imaginamos que llegaríamos a tener tantas semanas la película en cartelera. Pero con el boca – oreja, ambas cintas han ido llegando. La nuestra incluso aún está en cartelera.
¿Qué respuesta les está llegando del público?
Que el público agradece y recomienda ese tipo de películas que tocan y que tienen verdad y cariño. Parecía que desde la pandemia ya no se iba al cine pero cuando algo interesa sí se va.
Al tratarse de una historia real, ¿dificulta el querer ser fiel a los hechos? ¿cuesta más introducir licencias artísticas?
Basarse en hechos reales le añade una responsabilidad al rigor histórico de los acontecimientos que estás explicando. Intentas ser lo más rigurosa posible y permitirnos las mínimas licencias necesarias, porque siempre te tienes que permitir alguna, pues no sabes todo lo que pasó y cómo. Por otro lado, tienes que retratar la vida de una persona e intentas hacerlo desde la máxima fidelidad posible a su espíritu y a la forma de pensar del maestro Antoni Benaiges desde el respeto y el cariño. Por eso estuve muy asesorada por gente que conocía muy bien la historia, e intentamos hacerlo lo más riguroso posible.
Una de esas licencias es la localización, ¿qué faltaba o qué dificultades entrañaba rodar en el Bañuelos original?
Era muy complicado porque somos de Barcelona y el presupuesto de la película era muy modesto, habría que renunciar a muchas otras cosas. Cuando estás haciendo una película de época con pocos medios y tiempo ya tienes que renunciar a mucho, pero es que había que poder contar la historia siendo fiel y con las localizaciones lo más parecidas. En Bañuelos era difícil encontrar los escenarios que necesitábamos para contar bien las tramas porque es un pueblo en el que quedan muy pocos habitantes y gran parte está abandonado. Pero sí rodamos en la zona, en Burgos, en Salinillas de Burela y por la comarca.
El personaje de Charo, que encarna Luisa Gavasa es también ficcionado. ¿Qué representa ella en esta historia?
Charo es ficcionado aunque sí había gente que se ocupaba de la limpieza de la escuela. Pero Charo se inventó porque necesitábamos un personaje maternal con el que el maestro pudiese tener la confianza para contar lo que pensaba y sentía. Así, con ella nos proporcionaba esos momentos del maestro sincerándose sobre los distintos temas que iban sucediendo. Era la amiga que tiene en el pueblo. Y se da una analogía, pues si el maestro tiene a Charo, Ariadna [Laia Costa] tiene a Emilio, que es el personaje interpretado por el niño de mayor.
¿Qué le parecen estos certámenes como el Festival de Cine de Rivas, cree que fomentan el talento emergente?
Son esenciales. Para mí fueron muy importantes para el corto ‘Café para llevar’, pues gracias a los éxitos que cosechó me dio la oportunidad de llegar al largometraje más rápido. Te dan proyección, y eso no solo lo hacen los Goya sino todos estos festivales en los que coincide mucha gente del círculo, muchos cortometrajistas que hacen una labor muy importante tanto si quieren llegar al largo como si no, porque al final, el corto en sí es un género en sí mismo.
En marzo, Rivas celebra el 8M con una extensa programación, cada año, bajo una temática. Este, los éxitos del feminismo. ¿Cuáles son esos avances en su sector?
Gracias a CIMA [la Asociación de Mujeres Cineastas] y a un lento cambio de concienciación se están dando pequeños cambios respecto a la paridad en el audiovisual. Pero es un camino que ha comenzado hace pocos años y queda un largo recorrido para conseguir los objetivos finales. Está bien encaminado pero le falta mucho.
¿Y los retos?
La presencia de la mujer hace falta en todos los departamentos. Dirección es de los primeros en los que está empezando a cambiar, pero falta mucho en producción y en muchas áreas que deciden qué películas se hacen y cómo se hacen. Hacen falta más mujeres en guion para contar historias desde el punto de vista femenino y en producción para levantarlas. Son los dos grandes retos.