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Elvira Lindo: «En un libro puedes imaginar y contar. El cine es un arte con límites»

La escritora ha codirigido su primera película, ‘Alguien que cuide de mí’, y la presenta en Rivas el viernes 30 de junio. Después, debate.  

Elvira Lindo:
La escritora Elvira Lindo llega a Rivas el viernes 30 de junio. PATRICIA GARCINUÑO

PROYECCIÓN Y COLOQUIO DE ‘ALGUIEN QUE CUIDE DE MÍ’:

VIERNES 30 JUNIO / 20.00.
Sala Covibar. Entrada libre. Participan: las directoras Elvira Lindo y Daniela Fejerman y el actor Pedro Mari Sánchez. 

Con una prolífica carrera literaria a sus espaldas, un día saltó a un nuevo oficio que se alimenta mucho, precisamente, de la creación literaria: la dirección cinematográfica. Una tarea que no le era del todo ajena tras haber escrito guiones de cine pero, esta vez, asumió el liderazgo en un proyecto que, sin embargo, y según explica, se ha construido en equipo. Es Elvira Lindo (Cádiz, 1962), creadora de célebres historias como ‘Manolito Gafotas’, ‘Una palabra tuya’, ‘Lo que me queda por vivir’ o ‘A corazón abierto’. Uno de sus últimos relatos se ha transformado en película, como tantos otros en su carrera, pero esta vez, la escritora ha trabajado codo con codo en la dirección de la cinta junto a la también guionista y directora Daniela Fejerman. ‘Alguien que cuide de mi’ es el resultado. Cuenta las vidas de tres generaciones de actrices, abuela, madre e hija, sus relaciones, sus equilibrios emocionales y su entorno. Las dos guionistas y directoras, Lindo y Fejerman, vienen a Rivas a mostrar la película y, después, abrir un coloquio con el público. A finales del pasado mes, y en medio de la vorágine de la presentación de su última novela ‘En la boca del lobo’ y del estreno cinematográfico, Elvira Lindo responde a esta entrevista telefónica.

¿Desde qué inquietudes nace el germen de ‘Alguien que cuide de mí’?

Las dos primeras imágenes están relacionadas con el paso del tiempo en las mujeres. En ese aspecto, el hecho de elegir que fuera una familia de cómicas hace que todos están mucho más presentes en sus vidas y en cómo llevan sus carreras, el éxito y el fracaso. Se trata de abordar de qué manera se alivian las tensiones en una familia donde todas las mujeres tienen el mismo oficio, con tantos altos y bajos y que no depende solo del talento, sino de la suerte. Es algo que ya abordó Chejov en ‘La gaviota’. Y por otro lado está el asunto del VIH en las mujeres, algo que me obsesionaba desde hace mucho, que fue un shock en mi juventud, cómo empezó aquella pandemia, cómo cambió las costumbres sexuales y cercenó la libertad que se vivía otros países y aquí la que se estrenaba.

Todo con el trasfondo de los cuidados, un tema del que ahora se habla tanto.

No es un ensayo, son historias de ficción pero la ficción nos sirve mucho para contar y entender el mundo. Por supuesto, habida cuenta que en la historia hay una enfermedad, que son tres generaciones distintas y que, además, una de ellas tiene graves problemas económicos, está presente eso de necesitar a alguien que nos cuide. Todos necesitamos alguien que nos ampare. El personaje más castigado y machacado tiene problemas económicos y de vivienda. Así que no es que hiciéramos una lista de los asuntos que ahora mismo están en el debate público pero es normal que estén porque estás inspirada por todos ellos.

¿Es un valor que las mujeres ya sean narradas por otras mujeres?

Cambian y se abren los puntos de vista. La narración estaba en manos fundamentalmente de hombres. El cine es un mundo o ha sido un mundo masculino. Es fundamental que haya más mujeres escribiendo, creando personajes e historias de ficción que son tan importantes para entender la vida.

Acostumbrada a trabajar la palabra escrita, ¿qué le llamó más la atención de ese ecosistema laboral de un rodaje?

Ya los había visitado porque he escrito guiones para el cine, pero estar allí con ese papel omnipresente de dirección, teniendo que responder a muchas preguntas y no poderme escapar fue lo más difícil, pues es algo que he hecho muchísimo desde niña, cuando estaba en clase y mi cabeza se iba a otro lugar. Tengo una mente que se distrae, vuela y luego vuelve. Y eso aquí no lo podía hacer. En una escritura me concentro pero luego me levanto, hago otras cosas, camino con la historia por la calle… Pero aquí [el rodaje] te exige una presencia muy fuerte y una atención que ha sido un esfuerzo muy grande porque mi temperamento es muy escapista y he tenido que cumplir con los cinco sentidos.

Después de esta experiencia, ¿considera más sencillo trabajar el guion que la imagen?

Me resulta más sencillo el guion porque es mi forma de ser. Yo he sido muy feliz estos tres años también escribiendo mi novela, pues creas un universo a tu medida. Y trabajando para el cine no es exclusivamente a tu medida. En un libro eres capaz de imaginar y contar, y el cine es un arte con límites.

¿Cuánto de imaginación y cuánto de documentación se debe tener en el oficio de escribir?

Mucho de ambas, no puede haber una sin la otra. Documentación y dedicarle pensamiento, concentrarse. Hay veces que no se trata de documentarse históricamente sino de vivir lo que estás escribiendo. Hay que estar dentro del mundo que has creado. Mi última novela [‘En la boca del lobo (Seix Barral)] fue una labor de inmersión en esa historia y no salía de ahí, estaba psicológicamente atrapada, que es lo que ocurre cuando lo haces bien, que tiene mucha intensidad. Cuando retratas personajes tienen que habitar en tu cabeza esos inquilinos durante un tiempo para conseguir que actúen como si fueran reales.

Para escribir se requieren muchas horas delante del ordenador. ¿Siente que tuvo que hacer renuncias o fue fluyendo todo?

No he tenido que hacer renuncias sino aplicar una disciplina. Los primeros diez años laborales de mi vida sucedieron en la radio y era muy diferente porque estabas en una redacción, con gente y era divertido todo el tiempo. Trabajar rodeada era mi hábitat, y cuando decidí quedarme en casa, con 31 años, fue una gran decisión y estuve muy apoyada en el aspecto doméstico. Otra cosa es que entre mi marido y yo juntábamos cuatro hijos y ahí tienes que hacer malabarismos. Pero lo hemos hecho entre los dos.

Empezó como periodista. ¿Eso le ayudó en la escritura?

Hay mucha transferencia entre ambas profesiones. A mí sí porque trabajé en la radio y cuando empecé quería ser periodista sin más, pero me di cuenta que se me abría un mundo creativo que me sedujo porque me gustaba escribir, y eso me permitía crear guiones y cuentos para la radio. Por entonces no tenía a nadie a que me enseñara. Fue muy intuitivo, fui oliendo que había posibilidades de contar historias. Tuve trabajo como guionista muy pronto sin tener preparación, pero aquella especie de desajuste que había en la radio nacional [Radio Cadena, precursora de Radio Nacional], es decir, que las cosas no eran tan rígidas como ahora que hay un organigrama, me permitió colarme en un mundo que desconocía y que me ayudó mucho a saber contar historias.

Una de esas historias fue la de Manolito Gafotas. ¿Por qué lo situó en Carabanchel y no en otro barrio obrero que conocía bien por vivir ahí como fue Moratalaz?

Me gustaba más el nombre. Y el que tuviera alto y bajo me parecía de western, la verdad. Era un barrio periférico, como el mío, pero tenía gran solera, con una cárcel, una plaza de toros, salía en zarzuelas y otras canciones populares… Moratalaz era un barrio de aluvión de los años 60 y Carabanchel llevaba toda la vida. Pero efectivamente los paisajes son muy parecidos.

Ha dicho alguna vez que hoy no podría haber escribo ‘Manolito Gafotas’. ¿Hay cierta sobreprotección hacia la infancia?

En la literatura infantil desde luego. Ahí es donde antes irrumpió una pedagogía creo que equivocada, que viene de Estados Unidos, que no entiende la mente infantil y que determina si los libros son o no adecuados. Y como no la entienden prefieren que los niños desde los 12 años vean películas muy violentas en el cine o que haya armas en casa a un libro. Por mucho daño que pudiera hace un libro, nunca será mayor que una forma de vida con olas de reaccionarismos como la que puede haber ahora en España. El libro conlleva una actividad sofisticada de saber estar solo y concentrarse en algo. Ya solo por lo que te pide la lectura es imposible que te convierta en un criminal o que te haga sufrir. Creo que los que se dedican a coger las tijeras de la censura para libros de niños no saben mucho de psicología infantil.

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