Decía Eduardo Galeano que cada acto de destrucción encuentra su respuesta, tarde o temprano, en otro de creación. En el caso del último trabajo de Leiva (Madrid, 1980), ‘Cuando te muerdes el labio’, el itinerario es a la inversa: toca destruir primero para hallar después la belleza. ¿Por qué?: porque ha lanzado una tirada de discos dentro de un cofre de porcelana que, para abrirlo, primero hay que romperlo. La idea, del colectivo artístico Boa Mistura, a quienes entrega desde hace años el diseño de sus portadas, condensa en la loza la “raíz y la ruptura” que evocan las 14 canciones, interpretadas junto a otras tantas artistas latinoamericanas. “Pensaron que para escuchar el disco hay que ponerse en el lugar del autor, que es de cierta ruptura emocional, y que por eso hay que romper el formato”, aclaraba el propio Leiva en una entrevista en la Cadena Ser el pasado octubre.
Desde esa posición, pareciera que el compositor madrileño hubiera rescatado los mil fragmentos que saltan por los aires tras un cambio vital y los hubiera transformado en sugerentes melodías que cosen heridas del alma. Desde esas profundidades le brota la creatividad transformadora que, a golpe de letra y acorde, ofrece luz y belleza, revitaliza y siembra sensaciones oníricas.
Para generar ese cosmos, el músico ha reunido las voces de artistas como Natalia Lafourcade, Daniela Spalla, Ximena Sariñana, Natalia Lacunza o Zahara, que refuerzan su propuesta. Cada uno de los temas los pensó para ser interpretados por cada una de ellas. Y como vienen siendo habitual, sus letras resumen estados emocionales contextualizados en el día a día de cualquier vida: series, medicinas o redes sociales son algunos de los elementos que se repiten, espoleados por acordes que suenan a indie, country o rock latino.
‘Cuando te muerdes el labio’ es el quinto disco de Leiva en solitario desde que dejara el dúo que le catapultó, Pereza. Junto a Rubén Pozo exploró los años bisoños, aquellos del Siroco, las noches eternas, sustancias, guitarras, chalecos y pitillos. Escalaron hacia el éxito comercial, apuntalado con los temas más populares de los cuatro álbumes que alumbraron en una década juntos. En Madrid tocaron el cielo, con 15.000 personas en el Palacio de los Deportes, y colmando la arena de las Ventas. Después, separaron sus carreras. La distancia creativa se palpaba con fuerza. “Todo lo que pasó con Pereza fue por Leiva. Los éxitos son suyos”, reconoció Rubén Pozo en una entrevista en ‘El País’ el pasado verano. Si hubo distancia personal, quedó zanjada públicamente: el autor de Margot (2007) participó en el programa televisivo que emuló el entierro de Leiva, sumándose a las bromas que el formato vertió sobre el artista. Y en el videoclip de la canción ‘Mi pequeño Chernóbil’, sobre los claroscuros de la fama, actúan juntos.
DE 15.000 PERSONAS A 200
El primer concierto que ofreció Leiva en solitario congregó a 200 almas. “Fue una bajada de humos”, asumió en otra charla con ‘El País’ en 2019. Pero ese volver a empezar duró poco. ‘Diciembre’ (2012) y ‘Pólvora’ (2016) cocieron el caldo de cultivo de las conquistas por venir. Y con ‘Monstruos’ llegaron las primeras nominaciones a los premios Latin Grammy, un disco de platino y 15.000 personas en el Wizink Center. El Leiva de las pequeñas salas se había evaporado. De nuevo, había alcanzado el cielo de la capital.
En 2019, su disco ‘Nuclear’ obtuvo tres discos de platino y tres nominaciones a los Grammy latinos. Un año antes, logró un Premio Goya por ‘La llamada’. Y tras sortear lo peor de la pandemia un reconocido hipocondríaco como él, se instaló en México a finales de ese 2020 para componer los temas que conforman ‘Cuando te muerdes el labio’. Estas nuevas composiciones, más los éxitos de siempre, sonarán en el recinto ferial durante el concierto que ofrece el domingo 14, en las fiestas de Rivas.
Hoy, tras miles de kilómetros de giras, colaboraciones con grandes artistas, premios y reconocimientos, Leiva conserva algo de aquel mal estudiante que comenzó a tocar la batería azuzado por su padre para emplear el tiempo en algo útil. Siempre regresa a su barrio, Alameda de Osuna, donde aún vive y conserva amistades. “Es un poco aldeano, lo reconozco. Pero adoro mi barrio”, dijo a esta misma revista en 2017, la última vez que actuó en Rivas.