Tal vez se intuya quién despuntará en el arte de la música por las energías que le invaden al entrar, por vez primera, en contacto con su instrumento. Una emoción profunda al sentir, por ejemplo, la vibración del acorde sobre la madera. Así le sucedió hace una década a una joven en su hogar familiar de Leganés. Una destartalada guitarra se transformó en un catalizador de talento. Un día comenzó a aporrearla sin conocer si quiera cómo pisar una nota. No lo sabía entonces, pero aquello fue el origen de una carrera musical que se va apuntalando a golpe de éxitos. Ella es Travis Birds (Madrid, 1990), la artista que firma temas popularizados por series de televisión como ‘El embarcadero’, que usó su canción ‘Coyotes’ como cabecera, o ‘Sky Rojo’, que exhibió la catártica ‘Telma y Louise’ en una de sus escenas más liberadoras. Su voz también le da la réplica a Joaquín Sabina en ’19 días y 500 noches después’, la versión de María sobre la popular historia, escrita por el poeta Benjamín Prado.
Travis Birds ha publicado los álbumes ‘Año X’ (2016) y ‘La costa de los mosquitos’ (2021). Y del tercero, ‘Perro deseo’, ya se van conociendo temas en los que explora los deseos como parte del instinto animal. Es precisamente desde ahí, desde las profundidades del alma de donde le brotan las canciones que entona con su voz rasgada, su verdadero instrumento, según reconoce. Así, su música produce una energía onírica con bases de folclore latino, urbana o jazz. Y en sus directos, el público encuentra una cuidada escenografía que otorga gran importancia a la luz. Todo el arte relacionado con su espectáculo encuentra su lugar. Y el próximo domingo 14 de mayo, el público ripense tiene la oportunidad de comprobarlo.
Con 20 años asegura que se sentía enfadada con el mundo, ¿por la presión para elegir camino profesional?
Mi personalidad no encajaba demasiado con nada que yo tuviese a la vista en ese momento. Y sentía mucha presión, no tanto de elegir un camino tan pronto, que eso al final empieza incluso antes, en la ESO, sino mas bien malestar por encajar en ninguna parte o no tener motivación. Se juntaron varias cosas y era un momento muy clave en el que había que elegir y yo no sentía que tuviese demasiadas opciones.
El primer día de clase de la formación profesional que cursó en Diseño se presenta como Travis. Y hasta hoy. ¿Cómo se sintió cuando empezaron a llamarla por su nombre elegido?
Aluciné, aunque lo presenté siempre como que no había opción posible: yo soy esto y me tienes que llamar así. Parece una tontería, un simple cambio de nombre, pero de repente conseguí salir del personaje que traía tan quemado y empezar a hacer otro elegido. Así empezó un mundo que me dio alas para luego tomar otras decisiones.
Ha contado también que un test genético le reveló una genética vasca en un 80%. ¿Reflexiona mucho sobre la identidad?
Reflexiono sobre la libertad de identidad. Me parece importante porque veo que nos cosifican patrones sobre cómo hay que ser. Eso me ha pasado factura porque tengo bastante mundo interior y el hecho de sentirme tan cosificada me ha ido bloqueando y alejando de conocerme más a mi misma, hasta que llegó un punto en que, tal y como se iba dando todo, se empezaron a romper las cosas por inercia y me di cuenta que había un camino de autoconocimiento que no había explorado nunca porque estaba llena de etiquetas. Medito mucho sobre la libertad de identidad a la hora de sentirse uno mismo libre de etiquetas.
¿Qué le vincula a Travis Bickle, de ‘Taxi Driver’?
Cuando ves la película esperas que el tipo, que se va volviendo loco, haga algo horrible. Pero la lectura es poética pues es alguien tratando de buscar un sentido y, de repente, hace algo fuerte que cambia el concepto que se va generando de él durante la película. Me parece una peli poética y el personaje del que sale toda esa poesía es alguien del que se espera y de repente te rompe los esquemas. En aquel momento necesitaba ese tipo de inspiración porque me sentía muy identificada con la sensación de ser nadie, de hostilidad y de no ir hacia ninguna parte, y con la necesidad de inspiración en algo que lo rompa todo y lo cambie.
En esos momentos de crisis, comienza el cambio con una guitarra vieja sin dos cuerdas. ¿Cómo aprendió a tocarla?
Esa etapa de silencio absoluto me hizo empezar a actuar en automático y, el primer día que la cogí, puse música muy alta y empecé a aporrearla y flipar con cómo vibraba la madera, algo que nunca había sentido y que me pareció mágico. Sentí mucha curiosidad sobre cómo se ponían los acordes y a lo mejor me pasaba tres tardes con el mismo, flipando e intentando poner el siguiente. Fue muy progresivo, con consejos de amigos, tutoriales en Youtube, búsqueda de las canciones que me gustaban y quería tocar… Al final, la guitarra al nivel que la toco yo, acompañamiento armónico, se puede hacer de forma autodidacta.
¿Qué pasó en aquel voluntariado en Ecuador que inspiró ‘La costa de los mosquitos’?
Fuimos a currar a una reserva y no salió bien porque no estaba organizado. Queríamos colaborar pero también enriquecernos del lugar y aprender, y por cómo estaba enfocado el trabajo era imposible y estabas muy solo, además. Aun así fue un viaje que nos aportó mucho incluso no siendo lo que queríamos. Y estar en la selva fue una experiencia que marcó mi segundo disco.
Experiencias así son inspiradoras también para hacer canciones. Total, y cuando las cosas te salen mal te puedes enfadar pero eso está lleno de riqueza.
¿Qué otras emociones le inspiran?
Las experiencias personales tanto las vividas en primera persona como las que tengo alrededor. La vida me inspira mucho. Este último disco está inspirado en el deseo, un concepto en el que he pensado mucho estos dos últimos años, el deseo como motor de todo. He hecho la reflexión de lo esclavizados que estamos al deseo
Hay mucho de interpretación en sus videos. ¿Daría el salto a ese otro mundo artístico?
Hace unos años te hubiese dicho que ni de coña, pero últimamente me gusta relacionar los videoclips todo lo posible al mundo del cine y de la interpretación. El día que surja una oportunidad la aprovecharé porque me apetece explorar esta faceta.
¿Cómo fue esa experiencia de poner voz a la famosa María de la canción de Sabina ‘19 Días y 500 noches?
Tardé en creérmelo pero cuando me pasaron la letra y empecé a preparármela en casa antes de ir al estudio me lo tomé mucho por el lado de la interpretación que estamos hablando. Fue muy enriquecedor. Y nunca me planteé que fuera a tener la repercusión que tuvo.
Actúa antes que Leiva, ¿qué le inspira este artista?
Ha marcado mi vida musical porque Pereza fue mi gran descubrimiento de niña y una parte muy importante de mi adolescencia. Leiva es un ejemplo. Me parece muy difícil estar tantos años en la música y hacerlo siempre mejor. Es inspiración absoluta y el último disco, ‘Cuando te muerdes el labio’, lo he escuchado muchísimo.
¿Con qué se queda de esta última década de éxitos?
Me quedo con el escenario. Me parece que donde realmente he descubierto un mundo que no esperaba ha sido al empezar las giras. Y lo que supone llegar a un sitio cansada y meterte a hacer el mejor concierto de tu vida, porque cada concierto lo afronto de esa forma. Ha sido un aprendizaje interior muy fuerte, porque tienes que luchar para que tu entorno no contamine la interpretación. Así que es un trabajo de introspección muy fuerte y eso me ha dado muchas herramientas para la vida en general. Y es con lo que me quedo, con el esfuerzo que supone la interpretación en directo.
LEIVA+TRAVIS BIRDS+ NATALIA LACUNZA
DOMINGO 14 / 19.30
Auditorio Miguel Ríos
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