SÁBADO 28 ENERO / 20.00. Auditorio Pilar Bardem. 11 euros.
Entradas: web entradas.rivasciudad.es o taquilla del auditorio (jueves y viernes, de 18.00 a 20.00, y días con función desde una hora antes).
María Isabel Quiñones, Martirio (Huelva, 1954), es una de las voces más reconocidas del flamenco y de la copla en España. Después de cuatro décadas de carrera, presume (con razón) de su libertad a la hora de crear y de haber colaborado con los mejores a este y al otro lado del océano. A Rivas, de donde guarda “unos recuerdos maravillosos de música y de amistad”, llega con su espectáculo ‘Travesía’, acompañada de su hijo, el guitarrista Raúl Rodríguez.
¿Qué va a encontrar el público ripense en el espectáculo ‘Travesía’?
Es un espectáculo que recorre muchas de las canciones de mi repertorio, todo metido en compás flamenco. Hay boleros, coplas, tangos, sevillanas, rancheras… Va recorriendo toda mi trayectoria, que ha ido desde México, Cuba o Argentina hasta la copla, el flamenco o el jazz. Tengo la suerte de que en este concierto me puede acompañar mi hijo Raúl, que es el que mejor conoce todo mi repertorio y, además, va a sacar en marzo su tercer disco en solitario, ‘Razón eléctrica’.
¿Tenía ganas de cantar en Rivas?
Me apetece muchísimo ir al Pilar Bardem, porque yo a ella la adoraba. He estado muchas veces en Rivas y tengo unos recuerdos maravillosos de música y de amistad, sobre todo con Luis Pastor, Pedro Guerra, Pedrito Pastor Guerra y con toda esta gente. Para mí son muy queridos. Tengo de Rivas siempre un recuerdo maravilloso.
Se puede decir que ‘Travesía’ es un viaje de ida y vuelta de Latinoamérica al flamenco.
Eso es, empezamos en Andalucía y nos vamos para allá y volvemos. Esos son los contactos que yo he tenido en Cuba con Compay Segundo, en México con Chavela o en Argentina con Susana Rinaldi y el tango. Todas esas cosas se me han ido quedando y las hemos llevado a nuestro estilo.
En este concierto tiene un protagonismo especial Chavela Vargas. ¿Qué supone su figura y canción para Martirio?
Es la cantante que más he escuchado en mi vida. La que mejor podía paladear los versos. Hacía de los cantes poesía y guardaba los silencios que eran verdadera música. Como mujer, la dignidad, la rebeldía, la seguridad, trabajar para transformar el mundo, para que fuera mejor, para que la gente se conectara con sus sentimientos. Es una de las personas más verdaderas que he encontrado en mi vida.
¿Hay tanto en común entre la copla, el tango, el bolero, el jazz?
Hay muchas cosas en común si se rasca. Ten en cuenta que hemos estado allí durante cuatro siglos y en la música popular se ha dejado una impronta que, en cuanto investigas un poquito, muchísimas de las canciones populares hispanoamericanas se pueden meter en compás flamenco. A la vez, la poética que tienen sus letras también nos resulta muy cercana. Yo soy enemiga de copiar, de hacer cosas que ya están muy hechas. Pero de rescatar canciones que me parecen maravillosas y dárselas a conocer a la gente, de eso soy muy aficionada.
Siempre se ha hablado de los orígenes comunes entre el flamenco y la música negra.
Tienen un origen común, el lamento del pueblo oprimido. Y después, cuando el jazz nace en Nueva Orleans, los españoles llevaban muchísimo tiempo allí. Hay cosas que están por debajo y casan perfectamente, como hemos hecho con el disco del que estamos haciendo gira ahora con Chano Domínguez, en los 25 años de ‘Coplas de madrugá’. Entran con absoluta naturalidad. Lo acabamos de hacer ahora en los Teatros del Canal y está mejor ahora que hace 25 años. Yo siempre voy un poco por mi lado, y muchas veces las cosas resultan al cabo de los años.
¿Cómo ha envejecido ese disco?
Ahora la gente está mucho más preparada para escuchar eso, lo saborea y lo entiende mucho mejor porque en 25 años se han dado pasos de gigante con respecto al jazz en España. Hay muchísimos más festivales, muchos más aficionados y se ha quitado esa etiqueta de élite que tenía antes. La gente escucha canciones que tiene ya en el disco duro, metidas en otro compás e interpretadas de otra forma. Es muy bonito poder reconciliarse con la memoria sin atavismos anteriores que tienen que ver con una utilización de la copla por parte del franquismo.
¿Se define bien en la heterodoxia?
No soy ortodoxa. Si te fijas en mis discos, cada uno va por un lado. Cada disco ha sido una investigación, se han abierto muchos caminos y muchas veces en las tiendas no saben dónde colocarme, si en jazz, en popular o en flamenco. Y pienso seguir así, investigando géneros que me gustan, me son afines y a los que siento puedo aportar algo. Me gusta salir de un disco para otro dispará.
Eso evidencia que valora mucho la libertad a la hora de crear.
Te digo una cosa: lo que he conseguido casi después de 40 años de carrera es la libertad. No la he perdido ni la perderé nunca. No soy famosa, soy popular y me debo a mi gente y al público que me ha seguido y me tiene donde estoy, pero yo estoy siempre curioseando y pensando en avanzar y en estar cada vez más limpia cantando, más pura. En el sentido de llegar de alma a alma. No cantar para mí, sino para la gente.
Además, ha bebido de los mejores.
Tengo más de 45 colaboraciones de gente maravillosa. Desde Lila Downs a Marta Valdés, pasando por Soledad Bravo, Susana Rinaldi, Chavela Vargas, María del Mar Bonet, Ojos de Brujo, Amancio Prada, Veneno, Pata Negra, Ruibal… Una de las últimas que he hecho es con el portugués Rodrigo Leao. También con Manuel García, un chileno que está triunfando y es un heredero de la nueva trova, que siempre me ha vuelto loca. He podido cantar con muchísima gente a la que admiro y eso para mí es una grandísima felicidad y una gran enseñanza.
Su próximo trabajo será con Javier Ruibal.
Eso va un poquito lento, porque él ahora mismo tiene muchísimo trabajo. Ha pegado un pelotazo y ha triunfado en toda Sudamérica, donde ha hecho una gira fantástica. Lo próximo va a ser un grupo de tangos a compás con Raúl Rodríguez y lo grabaré en directo, si dios quiere. Y después vamos con Javier, que tengo muchísimas ganas.