SÁBADO 18 DICIEMBRE / 20.00.
Auditorio Pilar Bardem. 11 euros.
Venta: web entradas.rivasciudad.es y taquilla auditorio (jueves y viernes, de 18.00 a 20.00, y días con función desde una hora antes).
A sus 77 años, la linarense Petra Martínez no quiere bajarse del escenario. “A veces llega la hora de irte a hacer bolos y, a mi edad, te da un poco de pereza, pero voy encantada de la vida”, comenta días antes de interpretar en el auditorio Pilar Bardem a ‘La señorita doña Margarita’, el personaje de Roberto Athayde con el que hacía un paralelismo entre el autoritarismo de la escuela y el del estado. La dirige Juan Margallo, su pareja desde hace 60 años, y con el que es “maravilloso” trabajar a diario.
Llega a Rivas con ‘La señorita doña Margarita’, una comedia con mucho trasfondo.
Habla mucho de la autoridad, ella es una profesora autoritaria y un poco exagerada. Es una mujer que puede ser muy moderna y muy amable, pero a la vez es reaccionaria y terriblemente desagradable. En el mundo existen este tipo de personas, somos muy autoritarios en general. Lo que tiene de bueno la obra es que es apta para la mayoría del público, que se va a reír y entender las cosas profundas que tiene sobre la autoridad que estamos viviendo.
¿Quedan muchas señoritas margaritas en el mundo?
Los profesores y profesoras no tienen nada que ver con esta profesora, pero sí es verdad que todo el mundo se pone autoritario de pronto, sin venir a cuento, los profesores o los gobiernos. Eso es lo que creo que se debería ir quitando. Pero también hay niños y padres que son autoritarios, personas con las que es difícil convivir en las escuelas. Lo hemos oído en los medios, que hay padres que van al colegio y se ponen como locos. Esta obra la escribió Roberto Athayde bajo una dictadura terrible en Brasil. Era un paralelismo, hablaban de la escuela, pero hablaban del estado.
¿En la sociedad actual falta autoridad y sobra autoritarismo?
No creo que falte autoridad, hay un gen en el ser humano autoritario y cuando tiene posibilidades de sacar ese gen, lo saca. Y si tiene poder, lo saca más. Cuando voy por el parque y veo que van personas con perro, sé perfectamente cuando uno es muy autoritario por cómo trata a los animales.
El montaje ha tenido muy buen recorrido. ¿Se esperaban este éxito?
Sí, la gente tiene muchas ganas de ir al teatro, porque estos meses han sido de estar enclaustrados en casa, viendo la televisión, sin ir a los cines o a los teatros. Los actores estamos encantados de la respuesta del público, porque va mucha gente al teatro.
¿Cómo ve la educación en España en el siglo XXI?
Creo que está un poco anticuada, hay que modernizar los métodos. Los niños no pueden estar ocho horas sentados en un pupitre, luego ir a su casa y tener dos horas de deberes. No es culpa de los profesores, hay que ver en qué países va muy bien la educación, como en Finlandia, que siempre se pone de ejemplo. Hay que llegar a un consenso y que no se pueda cambiar la ley cuando cambie un partido. Eso sería fundamental.
¿Habría que incorporar disciplinas como el teatro en el sistema educativo? ¿De qué manera puede ayudar a los chicos y chicas a desarrollarse?
Creo que sí. Hay una cosa muy interesante, que los chicos aprendan a hablar en público. Para eso, el teatro ayuda mucho a no tener vergüenza, sería muy útil como asignatura. En EEUU, a los niños sí les enseñan a hablar en público. Aunque no seas actor, es importante tener la facilidad de ir a cualquier sitio y que el texto te salga fluidamente.
¿Cómo ha preparado el papel? ¿Le ha servido su experiencia vital para interpretar a doña Margarita?
Soy de la escuela de William Leyton que utilizaba el método Stanislavsky y lo uso mucho. Yo me lo tengo que creer para poderlo decir. Cuando quiero que tú me creas algo, lo digo de tal forma que me lo estoy creyendo yo. Eso para mí es fundamental en el teatro. El público está ahí y le tienes que conmover. Si es un drama tienes que darle dramatismo. Si es comedia le tienes que hacer reír. Todo eso lo haces con tu técnica, estudiando bien lo que el autor quiere de la obra con el director, que te va indicando por dónde vamos bien y por dónde vamos mal. Preparar un papel es sacar mucho de ti misma.
Usted sufrió la censura y tuvo que salir de España para poder representar ciertas funciones teatrales. ¿Eso le ha sido útil en este papel?
Yo creo que no mucho, aunque a lo mejor, sin darme cuenta, lo ha sido en el inconsciente. A veces, en este trabajo nuestro, se trabaja con el inconsciente, con cosas que tienes ahí, en la cabeza, como si fuera un disco duro. Pero bueno, yo cuando me iba de España éramos muy jóvenes y era muy divertido, íbamos en una furgoneta… Lo único es que no nos dejaban actuar en España y nos íbamos.
Londres fue un punto de inflexión a la hora de decidir decantarse por la interpretación. ¿Qué encontró allí que le hizo tomar esta decisión?
Era muy jovencita, cumplí allí 16 años. Fui a estudiar inglés, no me dejaban leer en español y me dijeron que leyera obras de teatro, que me iba a ser más fácil. Y leí obras que me gustaron mucho. Y luego, la primera vez que fui al teatro fue en Londres, a ver la comedia musical ‘Oliver Twist’. Me gustó muchísimo. Me pareció maravilloso ser actriz. Cuando volví a España, con casi 18 años, no tenía ni idea de dónde ir. Tuve la suerte de encontrarme por la calle un rodaje y le pregunté a un chico, que era un ayudante de producción, dónde podía estudiar. Me mandó al Teatro Estudio de Madrid donde estaba Leyton de profesor. Desde entonces ha sido un aprendizaje continuo. Éramos un grupo de gente joven que no ganábamos mucho, pero nos divertíamos. Hacíamos giras, nos prohibían, pues nos íbamos a hacer gira a América y a Europa, con la emigración económica y todos los exiliados políticos, que había muchos.
Allí conoció a Juan Margallo, su pareja desde entonces. ¿Cómo es trabajar con él después de 60 años de relación?
Es maravilloso, al final hemos terminado trabajando los dos juntos. Hacemos un monólogo o una obra con dos personajes, él y yo. Él me dirige, es fantástico.
