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Pedro Casablanc: «El trabajo de actor es un juego vertiginoso»

Representa al 'Torquemada' creado por Galdós, un usurero y marqués del siglo XIX (lunes 6 diciembre, 20.00).

El actor Pedro Casablanc, protagonista de la obra 'Torquemada'.

AVISO: esta función se iba a representar el 25 de septiembre, pero hubo que posponerse por motivos ajenos al Ayuntamiento. Ahora se reprograma para el lunes 6 de diciembre (festivo), a las 20.00.

Entrevista: Irene Chaparro

Pedro Manuel Ortiz Domínguez nació en 1963 en Casablanca, ciudad marroquí de la que decidió tomar su nombre artístico: Pedro Casablanc. Aunque ha interpretado a muchos personajes de gran autoridad, confiesa que es bastante caótico y que más satisfactorio de su profesión es poder recuperar “a ese niño que se pierde en la edad adulta”. Conocido por el gran público por series como ‘Los hombres de Paco’ o ‘Mar de plástico’, su trabajo interpretando a Luis Bárcenas le valió el aplauso de la crítica recibiendo numerosos premios y del que él destaca que lo que más le interesó fue “su vulnerabilidad”.

Ahora da vida en el escenario a varios personajes en ‘Torquemada’, obra que abre la temporada de otoño del auditorio Pilar Bardem (lunes 6 de diciembre, 20.00; entradas, 11 euros, aquí). El montaje se basa en la tetralogía de novelas publicadas por Benito Pérez Galdós. La dirige Juan Carlos Pérez de la Fuente.

Se trata de un montaje estrenado en 2020, coincidiendo con el centenario de la muerte de uno de los mayores iconos de las letras españolas: Benito Pérez Galdós, autor de una tetralogía de novelas sobre un personaje, Torquemada: un prestamista que ejerciendo la usura prospera en el Madrid isabelino de los primeros años de la Restauración (siglo XIX).

La crítica considera a este personaje galdosiano «uno de los grandes avaros de la literatura universal», que se pavonea de descender del célebre inquisidor y a quien una serie de imprevistos convierte primero en empresario respetable, luego en senador y, más tarde, en marqués, para finalmente verse obligado a cuestionar el sentido de toda su escalada social al encontrarse cara a cara con la enfermedad y la muerte.

Quizás el público general conozca a Galdós por obras más populares como ‘Fortunata y Jacinta’, pero nunca haya oído hablar sobre ‘La tetralogía de las novelas de Torquemada’. ¿Qué se encontrará quien acuda a ver la obra?

Para empezar hay una confusión porque se tiende a pensar que es una obra sobre el gran inquisidor (Tomás de Torquemada, confesor de Isabel La Católica y cabeza de la Inquisición durante el siglo XV), y no tiene nada que ver con él. Son cuatro novelas escritas por Galdós en el siglo XIX, que han sido adaptadas al teatro por el dramaturgo Ignacio García May. En ella, el público va a conocer la historia del prestamista Torquemada contada por cuatro personajes, que interpretan cada una de las novelas, desde una sirvienta que vive en la miseria, hasta su cuñado ciego, pasando por múltiples personalidades que intentan acercar la vida de este personaje al público.

¿Qué le ha supuesto interpretar a los cuatro personajes de la obra?

Cuando me pasaron el texto, vi que me iba a suponer un reto, porque es mucho texto, porque son cuatro personajes, que a su vez hablan de otros personajes. Un desafío que se vence jugando. Al fin y al cabo, nuestro trabajo es un juego vertiginoso, pero tengo experiencia para cambiar de registro sin apenas interferencias. Los actores podemos recuperar a esos niños que perdemos en la edad adulta a través de nuestro trabajo.

¿A pesar de sus más de 150 años de historia, esta obra nos está hablando del presente?

Torquemada es un personaje muy polémico. Se hace rico a través de la usura y acaba llegando a ser político y marqués. Vivimos en una época en la que todos estamos sometidos por el dinero, por el consumo rápido, lo que genera unos conflictos de intereses entre la ciudadanía y la sociedad. Este trasfondo se aprecia en la obra porque Torquemada representa el capitalismo feroz, sin consideración con la clase baja o la falta de piedad de los bancos, y por supuesto el afán de conseguir poder, y no precisamente a través de valores humanos. Esto es algo que sigue ocurriendo porque acompaña al género humano.

Este personaje guarda un paralelismo con uno de sus papeles más aclamados: Luis Bárcenas en ‘B, la película’. ¿Cómo se humaniza a un personaje con unas connotaciones tan especiales?

A mí me atraen esos personajes relacionados con el dinero, con la política. Además da la casualidad que he estado compaginando ‘Torquemada’ con ‘Estado B’, una pequeña obra basada en su juicio que estuve representando en el Teatro del Barrio. Con Bárcenas, quise interpretar al personaje con todos sus matices, con sus facetas públicas y privadas. Al final no es solo un señor que ha estafado, es también una persona que ha sido traicionada por su propio partido. Me interesó mucho su vulnerabilidad para interpretarlo.

Usted es el rostro de la autoridad en la ficción española: ha interpretado a distintos policías o militares. ¿Qué hay de usted en ellos?

El físico y la voz vienen de fábrica y al final son buenos instrumentos para mi trabajo. La verdad es que soy bastante caótico, no tengo ningún afán de mandar. Sin embargo, creo que los directores de casting valoran mucho la tendencia a la variedad. Aunque al principio he podido estar un poco encasillado en esos personajes más duros, después, cuando demuestras que tu registro es más amplio, te llegan otras cosas, como se verá próximamente en la película que estoy rodando ahora con Chus Gutiérrez.

Sobre las tablas tiene una grata carrera dando vida a las creaciones de grandes nombres como Calderón, Ibsen o Shakespeare. ¿De qué trabajo guarda mejor recuerdo?

Shakespeare es la gran enciclopedia del comportamiento humano. Hice ‘El rey Lear’ con un grandísimo actor argentino, Alfredo Alcón. Trabajar con él fue uno de los grandes regalos que me ha hecho el teatro. Hay muchos motivos por los que un trabajo se te queda para siempre. ‘Últimas palabras de Copito de Nieve’ de Animalario, ha sido una de las obras por las que el público me reconoció muchísimo. Y hace poco, ‘Yo, Feuerbach’, que habla de un actor en horas muy bajas, es uno de los trabajos de los que más orgulloso estoy.

¿Por qué tenemos que seguir acudiendo al teatro?

El teatro es un reflejo de la sociedad y del tiempo en el que vivimos. Es la memoria de un país, un acto de convivencia. Nos reunimos frente a un ritual que nos transporta a todos al mismo tiempo. Compartir con nuestros semejantes es ahora más importante que nunca, y por eso el teatro es fundamental.

¿Cómo ha sido este 2021 sobre las tablas: qué planes tiene para lo que queda de año?

Es difícil determinar el plan que vamos a tener a nivel teatral, porque yo tengo algún proyecto, pero todavía no sabemos si se va a poder realizar. Este 2021 el público está respondiendo muy bien a pesar de las restricciones. La larga gira que tengo para después de verano da una idea de esto. Además, probablemente ahora hay un doble aplauso a la labor hecha sobre las tablas, por un lado a la función y por otro al mérito de poder seguir siendo espectadores del teatro. Lo más importante es que podamos tener una vida de ciudadanos que se reúnen para responder juntos a manifestaciones culturales.

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