Entrevista: Irene Chaparro
El director Miguel del Arco regresa al teatro con ‘Jauría’ y ‘Ricardo III’, dos obras repletas de fuerza y violencia, pero necesarias para seguir planteando preguntas incómodas sobre nuestra sociedad. ‘Jauría’ [juicio a La Manada e interpretada por María Hervás], llega al auditorio Pilar Bardem el viernes 16 de octubre (20.00; compra de entradas: 11 euros, ver descuentos). Nacido en Carabanchel en 1965, es uno de los directores más respetados de la escena actual. En esta entrevista, comparte su particular visión sobre su trabajo y el papel del teatro en la actualidad.
La actualidad manda. ¿Cómo está siendo la vuelta a los escenarios con la presencia del coronavirus?
Nuestra profesión siempre tiene un alto porcentaje de incertidumbre porque volvemos a empezar con cada obra que se hace, siempre dependemos de que la gente venga, de que funcione el boca a boca. Ahora toda esa incertidumbre se ha multiplicado. Todos los días, cuando hacemos las pruebas, estamos con el alma en vilo, porque basta un positivo para que todo se venga abajo. Además, en esta situación es fundamental que la experiencia de venir al teatro sea segura, pero un 10% de aforo arriba o abajo puede determinar nuestra subsistencia. La ilusión no nos falta, pero sabemos que esto se nos puede caer de un día para otro como un castillo de naipes.
¿Por qué hay que representar obras como ‘Jauría’?
A mí me surge la necesidad de reflexionar sobre ello, porque pensar sobre las cosas que nos conflictúan nos permite llegar a una conclusión. Ahora, tras la individualidad que hemos vivido debido a la pandemia, llego al teatro y observo que la gente aplaude con más ganas. Esto también tiene que ver con el hecho de reunirse, que es la esencia pura del teatro. Y esa reunión se vincula con la reflexión conjunta que hacemos como sociedad, y con ‘Jauría’ han pasado cosas muy tremendas a esos niveles. A mí, personalmente, me ha supuesto un cambio de paradigma, como alguien que se presuponía un hombre feminista, pero durante este proceso he tenido que decirme: ‘Tú has sido educado en un país machista y no lo sabías, pero eres machista’.
¿Por qué el caso de La Manada ha marcado un antes y un después en nuestra sociedad?
Este es un caso muy paradigmático y ha supuesto un cambio en la lucha contra la violencia machista, pero también en la activación de la conciencia ciudadana, derivada del hecho de que una chica de 18 años se va de fiesta con un amigo, quiere divertirse y no tiene miedo. Además, para nosotros, la experiencia ha sido muy intensa porque hemos tenido trato directo con esta chica y su familia, y en una de las charlas que mantuvimos, su madre me comentaba que le asaltaba un sentimiento de culpa por haber criado a una hija libre en lugar de a una hija segura. Esto demuestra la diferencia de educación entre hombres y mujeres, y por lo tanto debemos hacer todo lo posible por educar a nuestros chicos.
El texto de la obra está tomado completamente de la sentencia.
Es un texto profundamente antiteatral y le hemos dado muchas vueltas, pero al final te das cuenta de que son seis seres humanos, a pesar de lo que hicieron, y tratas de entenderlos, aunque entender nunca es justificar. Es imprescindible tratar de humanizarlos, acercarlos y también de preguntarnos cuánto de jauría hay en cada uno de nosotros.
¿Cómo ha sido el trabajo con María Hervás, la protagonista, y con el resto de actores?
He procurado crear un espacio de trabajo seguro. Los ensayos eran densos, pero bastante divertidos, porque hemos suavizado el proceso a través de la unión con los actores. Crear las condiciones necesarias para que los actores estén a gusto, era fundamental como director. Por parte de María, ella lo suele explicar muy bien: dice que es como una atleta que se prepara para una prueba difícil como una subida al Everest. No puede hacerlo de buenas a primeras, y tiene que ser siempre desde un punto de lejanía porque tampoco puede pasar por ello de lleno. En definitiva, cuando acaba la obra, todos tenemos que seguir viviendo pero también seguir reflexionando.
¿Cuánto falta por avanzar todavía en la lucha por la igualdad?
Nos falta mucho todavía, es una lucha constante, tenemos que luchar contra la ley de la selva que está dentro de todos nosotros, porque además los siglos de lucha se pueden deshacer con un único paso atrás. Durante las charlas que hemos hecho con institutos después de la obra, las chicas vienen con el feminismo de serie, pero después utilizan las redes sociales subiendo fotos con poses sexualizadas, y los chicos vienen con mucha timidez, pero la reflexión está ya en ellos. De hecho, una de las cosas que me dijo una profesora fue que ‘Jauría’ vale más que mil lecciones, y que su impacto emocional hacía que los chavales se pasaran dos semanas hablando sobre la obra. Esa reflexión está y ya hay cosas que dejan de ser graciosas.
¿Se puede cambiar el mundo desde los escenarios?
No el mundo, pero sí la mirada del espectador, porque la gente que nos dedicamos al teatro, como dijo Strindberg, debemos mirar donde otros apartan la vista. En su día, cuando iba a comenzar con la obra, tenía mucha inseguridad porque todo el mundo me decía que no la hiciera, pero también mucha intuición que me decía que había algo en mí que debía contar esta historia, y para mí, la carrera artística está marcada por la capacidad de seguir las intuiciones.
