Texto: Nacho Abad Andújar
Rivas siempre ha tenido entre su vecindad a una modesta comunidad musical que da cierto lustre al padrón municipal: Jorge Pardo, Pedro Guerra, Luis Pastor y su hijo Pedro, Lichis, La Negra, Rubem Dantas, Servando Carballar, Bako, Javier Andreu o Alberto Pla son o han sido residentes de la ‘aldea gala’. En ese condominio sonoro figuran otros nombres sin tanta gloria y fama, pero que también consagran su vida al pentagrama. Es el caso de Elena Ortega Pinilla, guitarrista clásica. De las de Albéniz, Turina y Falla. Aunque también le electricen los punteos de Iron Maiden, AC/DC o Metálica.
Elena vive en Rivas desde que la trajeron de la clínica madrileña donde nació un otoño de 1989. Tan ripense que empezó en la Escuela Municipal de Música a los seis años, cuando la institución impartía clases en uno de los edificios fundacionales de la actividad social local: la Casa de la Juventud del parque de Asturias. Hoy, a punto de cumplir 31 noviembres, y tras formarse durante 14 cursos en el Real Conservatorio Superior de la capital, es concertino (instrumento principal) de la Orquesta de Guitarras de Madrid y protagoniza recitales en solitario o con grupos de cámara. Y cuando le llaman de la orquesta ripense Athanor, acude si parte del repertorio se adapta a su instrumento, pues frente a la sonoridad de toda una orquesta, la guitarra pierde volumen.
Con Athanor, por ejemplo, disfrutó uno de los conciertos que se quedan en la memoria, por el entorno natural donde elevó sus notas al viento: a las afueras de la ciudad croata de Split (Croacia), sobre un risco de rocas junto al Adriático. Espuma de mar y música. Casi nada. También queda para la evocación su actuación acompañando a Estopa en el Palacio de los Deportes de Madrid: “Recordable por la cantidad de público, con miles de personas en la pista y las gradas. Fue en una gala de una emisora de radio, con muchos artistas. Debía de ser 2014. Tocamos dos canciones. ‘Como Camarón’, una de ellas”. Aunque aquella vez hizo sonar el violín: polifacética que es una.
Licenciada en Ingeniería Química, ejerce como profesora en la escuela de música del municipio de Campo Real, dos colegios y una academia de Rivas, pues como ella aclara: “Es muy complicado vivir solo de conciertos. Eso solo lo consiguen guitarristas consagrados. Lo más común, en mi caso y el de otros compañeros de conservatorio, es impartir clases y compaginarlo con recitales. Y como con esto una no se hace rica, lo suyo es tener varios contratos en varios sitios y desplazarte de un lugar a otro para dar clases”.
Y más complicada se vuelve la vida cuando ese nomadismo docente se interrumpe con un estado de alarma y confinamiento, como sucedió la primavera pasada. Aunque, al menos, el enclaustramiento activó la inventiva musical, con esas sonadas de balcón a balcón, conciertos por redes sociales, creación de piezas nuevas al calor de la emergencia que vivía el país… “La cuarentena ha puesto de manifiesto la importancia de la cultura y la música. Pero no solo por recurrir a ella cuando no tienes nada más que hacer y cierran los bares. También se ha visto su poder para cambiar el estado de ánimo y transmitir esperanza, paz y serenidad. Cultura no solo para entretenerte, sino para hacerte crecer como ser humano”.
DOS HORAS DIARIAS
Cuenta Elena que, entre clase y clase y viaje y viaje, intenta ejercitarse dos horas todos los días. “Cuando estás fuera de casa, desplazándote de una escuela a otra, queda poco tiempo para estudiar. Muchas veces repaso de noche, cansada, con lo que la rutina no es muy regular. Según el tiempo de ocupación de la semana, trato de mantener el estado de las manos y los dedos con un par de horas diarias”. Guitarras tiene en su domicilio: cinco españolas y una eléctrica. “Esta última la cojo esporádicamente. La técnica es diferente. Durante la cuarentena le he hecho más caso después de mucho tiempo sin acercarme a ella”, explica esta exalumna del colegio Victoria Kent y del instituto Luyfe.
¿Y es de las que se aferra a la guitarra en reuniones de amistades? “No soy de las que la saca continuamente. Y si la toco, siempre piden canciones pop o de estilo moderno: ‘Arráncate con una de Estopa o Coque Malla’. No te reclaman música clásica. Es contradictoria esa sensación que se lleva una como guitarrista clásica”.
Aunque estudió la doble vía de interpretación y composición, la creación sobre el pentagrama le impone. “Estudié asignaturas de composición en el grado medio. Pero soy intérprete. La composición me inspira mucho respeto, es un estado de la música que me parece muy trascendental”. Para transcendencia la de Bach. “Es el referente de cualquier compositor. De Bach nace todo”. Un pensamiento que también ilustró, en estas páginas y hace unos años, el violinista Ara Malikian. Que sentenció: “Está Bach y luego todos los demás”. Los demás no son genios menores. Elena menciona a Beethoven y Mozart: “Aunque suene típico, son imprescindibles. También Brahms y Mahler”. ¿Y en música española? “Albéniz, Falla y Turina, que estos meses de confinamiento he estado muy pegada a ellos”.
¿Y quiénes componen su santoral de cuerda? “Hasta principios del siglo XX era difícil encontrar una composición para guitarra de alguien que no fuera guitarrista, hasta que llegó Andrés Segovia, que animó a compositores que no componían para guitarra para que lo hicieran, pues tiene su dificultad al ser un instrumento con mucho menos volumen que otros de la orquesta. Por eso, al principio, los referentes de una son más compositores guitarristas del clasicismo o romanticismo a nivel popular: Francisco Tárrega, Fernando Sor o Dionisio Aguado. Luego evolucionas. Actualmente estoy enfocada en la música española y me identifico mucho con los citados anteriormente: Albéniz, Falla o Turina”.
¿Y mujeres? “Es complicado encontrar obras de compositoras en guitarra. María Luisa Anido podría ser una. Aunque esté mal decirlo, no recuerdo haber tocado una obra de mujer. Y es algo que me gustaría hacer. También por reivindicar ese papel silenciado por la historia”.
INTÉRPRETES FEMENINAS
¿Y cómo está de intérpretes femeninas la guitarra clásica en España? “Siempre han existido y tienen el mismo nivel que cualquier hombre, aunque estos predominen y se conozcan más, como sucede con las compositoras. Yo misma he tenido profesoras en el grado superior y en el máster que son grandes intérpretes, como Iliana Matos y Laura Verdugo del Rey. Ambas han sido muy importantes en mi formación. Actualmente, con las nuevas generaciones, cada vez se ven más mujeres guitarristas en conciertos. Y hay asociaciones de diferentes países que luchan por cambiar la situación. La semana pasada [mes de julio] finalizamos el Festival Internacional de Guitarra Clásica de Madrid: a la final llegaron dos mujeres en cada categoría: profesional y juvenil”.
Porque Elena, además de enseñar e interpretar, también se desempeña en la producción de certámenes. Incluso se presentó el julio pasado al concurso gaditano Ángel G. Piñero, aprovechando la virtualidad de la edición 2020. La cita reunió a cerca de 30 intérpretes de diversos países. Aunque no ganó, “fue una experiencia más”. “Llevaba varios años queriendo participar. A raíz de la cuarentena, proyectos como el Festival de Madrid, que me ocupan tiempo, pasaron a formato virtual y hemos tenido más disponibilidad. Así que me planteé la posibilidad de concurrir. Al ser también online, no hube de desplazarme al Puerto de Santa María, en Cádiz. Interpretamos tres piezas obligatorias compuestas por el organizador, Ángel G. Piñero, que da nombre al certamen”.
LÍMITES Y FUERZAS
El mástil con diapasón acompaña a Elena desde los seis años, una extensión más de su cuerpo: “Es imposible concebir mi vida sin la guitarra. Al nivel que yo he estudiado y con 14 cursos de conservatorio, la música enseña disciplina. Ayuda a conocerse a una misma y descubrir límites, fuerzas y debilidades. También aprendes a lidiar con los pensamientos negativos. Y te revela tu capacidad de superación”.
Lo dice quien en la tierna infancia pateaba en clases de sevillanas y baile. “A mi familia le gusta mucho el flamenco. Tengo una tía bailaora profesional y tíos que cantan de forma aficionada. Mi padre, al que le gusta mucho entonar y no solo flamenco, ya me cantaba copla cuando estaba en la tripa de mi madre”. Los orígenes.
Luego vinieron los profesores Jesús Pérez Pareja y Mónica Cobos, de la Escuela Municipal de Música de Rivas. De quien quiere dejar constancia en la entrevista, reconociendo su labor pedagógica. En esta vida hay que saber agradecer a quienes nos han mostrado el camino. En este caso, un camino sonoro de seis vías: las cuerdas que tiene su guitarra.