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‘Los otros Gondra’: teatro con memoria de Euskadi

Borja Ortiz escribe, y protagoniza, la segunda entrega de su historia familiar: metáfora de las heridas tras el final del terrorismo (sábado 29, 20.00).

'Los otros Gondra': teatro con memoria de Euskadi

SÁBADO 29 FEBRERO  / 20.00. Auditorio Pilar Bardem. 11 euros.
Venta:
web entradas.rivasciudad.es y taquilla (jueves y viernes, de 18.00 a 20.00, y días con función desde una hora antes).

«El buen teatro es espejo de los que somos los seres humanos»

Entrevista: Lucía Olivera García / Foto: Sergio Parra

Borja Ortiz de Gondra (Bilbao,1965) creía que «el arte y la ficción servían para aliviar dolores» y, siguiendo ese pálpito, comenzó a escribir ‘Los Gondra (una historia vasca)’ (2017), que ahora amplía con una segunda entrega: ‘Los otros Gondra’. Es la historia de una familia vasca, más o menos parecida a la suya, que durante los años 80 se quebró formando dos grupos opuestos.

El encuentro de dos primos de ambas facciones en el frontón del pueblo cambió de forma irremediable el destino de la familia. Hoy, los Gondra tienen que decidir cómo conviven con las heridas. En el transcurso de la creación y la puesta en escena de la obra, el autor ha comprobado que hay personas a las que la ficción no ayuda, personas que no quieren volver la vista atrás. Y que cada cual tiene su forma de sanar.

¿Cuál es el secreto del éxito de ‘Los otros Gondra’?

Creo que ahora, que por fin ha desaparecido la violencia terrorista, la gente quiere que le contemos cómo se vivió por dentro, escuchar estas historias desde la ficción: acercarnos al corazón de esos personajes y contar lo que sintieron. No es casualidad que la novela ‘Patria’ [de Fernando Aramburu] haya sido un exitazo. Para mí, la hora de los historiadores e historiadoras empezó cuando acabó la violencia terrorista: tuvieron que recoger el relato exacto de lo que pasó. Pero lo que podemos hacer los creadores de ficción es bucear en las conciencias de los personajes, en cómo se pudo llegar hasta ahí y cómo se vivió eso. Creo que lo que está pidiendo el público es esa libertad que permite la ficción.

¿Cree posible cerrar heridas a través de esa ficción que proporciona el arte?

Esa es la pregunta central de la función. Siempre he pensado que las cosas que vemos en el escenario nos ponen en el lugar de la otra persona y nos pueden hacer entender cómo llegó a tener esos comportamientos y superar el dolor. Pero, mientras ponía la obra en marcha, hubo personas de mi familia que sentían que la ficción solo abría más las heridas.

La obra se centra en la posibilidad de la reconciliación y el perdón, ¿qué es el perdón?

Para mí, sería reconocer la culpa y decir con sinceridad a la otra persona ‘te hice daño’, ‘estuvo mal lo que hice’, ‘a partir de ahora caminemos juntos’. Creo que esto es un gran paso adelante que estamos muy lejos de dar. A través de la función intento plantear un ‘ojalá lleguemos a este lugar’, pero nos queda mucho trabajo para conseguirlo.

¿Cree que es algo necesario?

En la función hay dos posturas enfrentadas: una parte dice que el perdón no es necesario, que no arregla nada, que lo que importa es el arrepentimiento. Hay otra parte de la familia que dice: ’El perdón es importante porque hay que reconocer el daño que se ha causado’. Es una cuestión muy personal. Cuando alguien ha sufrido un daño, cada persona tiene una reacción distinta: lo que hay que hacer es preguntarle qué necesita y escuchar.

¿Hay algo en su vida que no haya conseguido perdonar?

Sí. Yo diría que para ser un escritor hay que tener heridas abiertas, y un escritor siempre habla de las cosas que le hirieron. En mi caso, hay conflictos que no he resuelto de los que sigo hablando. Y ese es el motor de la creación. Hay mucho todavía sobre lo que tengo que seguir escribiendo para entender cómo gestiono mi propio pasado.

¿Cómo es interpretarse a uno mismo sobre el escenario?

Realmente no me considero actor y no escribí la obra para actuar, pero el director de la función, Josep María Mestres, me convenció de que, si la obra iba de mí y mi familia, yo tenía que subirme a escena para dar el testimonio en primera persona. Me costó mucho porque no tengo la técnica de interpretación. Para los creadores lo importante es ser sinceros: Y entendí que lo que debía hacer era contar mi verdad. No pretendí competir con los actores ni ser actor.

¿Qué ha aprendido con ‘Los otros Gondra’?

Escribí sobre algo que ocurría en un pueblo del País Vasco, en una familia específica y, sin embargo, la obra se publicó y se tradujo inmediatamente al inglés, al año siguiente, al francés, y ahora sale en italiano. Y me han hecho una propuesta para hacerla en húngaro. El gran aprendizaje es darme cuenta de que, cuando uno mismo es muy personal, sincero e íntimo, toca algo completamente universal.

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