Entrevista: Álvaro Mogollo
Divulgar la historia para que la gente piense con conocimiento de causa. Iván Campillo Oliva llegó al mundo del teatro casi de rebote y acabó entusiasmado conociendo historias de personas que combatieron y sufrieron el fascismo. Ahora representa, y dirige, junto a Mireia Clemente ‘Una nueva primavera’, una obra sobre el papel de las Brigadas Internacionales en la guerra civil española. Barcelonés de 48 años, el dramaturgo atiende por teléfono en una conversación que requeriría de muchas más hojas de papel.
¿Cómo comenzó en el mundo del teatro?
Hice las pruebas para el instituto de teatro de Barcelona cuando estudiaba tercero de Derecho, tras conocer a Carles Canut en un programa de radio celebrado en la facultad. Entré en el instituto e intenté compatibilizar ambas cosas, pero al final ganó el teatro. Soy licenciado en Arte Dramático.
¿Cómo llegó a contar historias de memoria histórica?
Empecé a escribir teatro cómico, el que da dinero. Y un día, Mireia Clemente, una exalumna mía de teatro que también estudió Derecho, me propuso hablar sobre presos políticos en el penal de Burgos, gracias a un texto de Marcos Ana [1920-2016, poeta y preso político que pasó 23 años en cárceles franquistas] que hablaba sobre una obra de teatro clandestina que interpretaban allí. Conocimos a Marcos Ana y tras eso nació ‘A voz ahogada. Un homenaje a Miguel Hernández’. Ahí empezó todo. La obra funcionó muy bien, pero éramos cinco personas. Ahora, cuando monto obras de memoria histórica, las hacemos solo dos.
¿Por cuestiones económicas?
Está todo muy mal. Hay mucho interés por el teatro de memoria histórica, pero los organismos que preguntan por las obras no tienen la capacidad de las empresas potentes. Ya hemos representado varias que interpretamos solo Mireia y yo, como ‘La Lola, 100 años de historia de una mujer republicana’, con la que aún hacemos bolos.
¿Qué se encontrará el público de Rivas?
Es una obra hecha con pedazos de historias, tras un proyecto realizado con motivo del 80 aniversario de la marcha de las Brigadas Internacionales, un fenómeno que hoy día cuesta entender. Más de 35.000 personas de 50 países diferentes lo dejaron todo para venir a España a defender un gobierno democrático frente al fascismo. Había judíos americanos que venían y no sabían quién era Franco, porque llegaban para luchar contra Hitler, que lo apoyó junto a Mussolini.
También se habla del papel de la mujer y lo minusvalorada que está en la historia.
La mujer tiene un lugar destacado, porque luchaba por la libertad, pero también por el hecho de ser mujer, ya que eran despreciadas. Seguimos cambiando y añadiendo cosas en la obra por la ingente documentación con la que contamos. Llevamos más de tres años con ella.
Considerando el contenido de sus obras, ¿ve actitudes en la actualidad que le preocupen?
Es preocupante que se discutan cosas como que hubo un golpe de estado, que Franco era un dictador, que hubo una alianza con Mussolini o que Alemania utilizó Gernika como entrenamiento de cara a la Segunda Guerra Mundial. Son datos constatados por organizaciones internacionales como la ONU. Que ahora haya gente de derechas que niegue esas cosas preocupa. Siempre utilizo en estos casos una frase de Marcos Ana dirigida a todas las personas que decían que había que pasar página: ‘Vamos a pasar página, pero antes debemos leerla’. Hay que decir lo que pasó y restituir. Pero sin ánimo de venganza ni violencia.
¿Aboga por tanto por la responsabilidad social del artista?
Yo aprovecho mi posición. En algún instituto en el que hemos representado piezas de memoria histórica, nos preguntaban cosas como que por qué bajaban la voz los personajes que hablaban en catalán cuando se acercaba un guardia. No sabían que en todas las dictaduras hay un pensamiento único. Con la comedia se gana más dinero, pero cuando uno se embarca en estos proyectos es porque tiene la certeza de que es necesario. Y ahora más que nunca.
¿Le gusta más escribir o interpretar?
Depende. La fase de escritura es muy bonita, pero te tienes que aislar. Y eso es difícil porque tengo dos hijos. A mí lo que verdaderamente me gusta es enseñar. Soy un director metódico, porque cuando escribes ya visualizas las cosas tal y como las quieres, y luego tienes que plasmarlo. Actuar también es bonito, pero el problema son las condiciones, no son las idóneas. Lo que más me gusta es dirigir.
¿Qué reclama para su sector?
Lo mismo que para los demás: contratos de verdad. No tiene sentido hacerse autónomo o falso autónomo para emplearte cuando hay poco trabajo. Y pasa en muchos otros sectores. No tengo la solución, pero hay cosas que se han hecho mal. Los teatros en Barcelona han vivido de las subvenciones y las compañías se han ido apagando. Debería haber subvenciones, pero destinadas a abaratar el precio de las entradas y que valiesen 20 euros. Lo innegable es que la cultura es necesaria para luchar contra la estupidez y que no calen los discursos de manipulación, para que tengamos personas que piensen por sí mismas.