Entrevista: Nani Corés
Bailaora, coreógrafa y directora de flamenco contracorriente. Adicta al riesgo y la experimentación. Despidió la veintena formando su propia compañía y dio la bienvenida a los 30 años abrazando el Premio Nacional de Danza.
Poco pendiente del qué dirán, Eva Yerbabuena (Fráncfort, 1970) ha colaborado con La Fura del Baus, celebró con Pina Bausch el 25 aniversario de su compañía compartiendo escenario con el mismísimo Baryshnikov e incluso ha hecho sus pinitos en el cine de la mano del realizador inglés Mike Figgis (‘Leaving Las Vegas’).
Recala en Rivas el sábado 28 de octubre (20.00, 12 euros; entradas, aquí) para presentar su último espectáculo, ‘Apariencias’, que forma parte del programa cultural estatal PLATEA.
¿Qué es ‘Apariencias’?
Es una reflexión de lo que realmente nos pueden llegar a afectar las apariencias y de cómo, a lo largo del tiempo, la gente te identifica por una imagen y te encasilla. Es curioso porque, hace años, solía decir: «Le agradeceré al flamenco todas las posibilidades que me está dando de sentirme realizada, aunque a veces me conozca a través de desconocidos». Es decir, me voy conociendo por lo que escucho que la gente ve en mí y que, casi siempre, no tiene nada que ver con lo que yo creo. Cuando decidí hacer ‘Apariencias’ tuve muy claro que quería despojarme de todo aquello que aparentemente fuese flamenco para los demás e incluso para mí.
¿Qué le motivó para llevar al escenario un tema supuestamente tan difícil de materializar?
En ‘Apariencias’ queda muy claro que, para mí, el flamenco no es ni moverse de una manera concreta ni vestirse de lunares y volantes. La obra es una reflexión a través de la música, la danza y el flamenco, que es lo que a mí me motiva y me conmueve, sobre lo que suponer vivir en una sociedad donde prácticamente se te obliga a ser, donde se trabaja cada vez menos la intuición, donde cada vez menos somos nosotros mismos y cuesta muchísimo trabajo romper con todo aquello que te han dicho que debe ser. La crítica considera que ha arriesgado un poco más.
¿Por qué cree que se ha valorado esto si, en realidad, siempre ha arriesgado?
Me alegra que me lo digas. Yo no me considero una persona acomodada. Para mí hubiera sido muy fácil bailar soleá, seguidilla y tango, que me encanta y es lo que la gente espera. Pero nunca he hecho esto. Soy una persona a la que le ha gustado arriesgar pase lo que pase. Así que no considero que en ‘Apariencias’ haya arriesgado más. Hay un riesgo aparente.
¿Y qué opina de los que no comparten esta visión que tiene del riesgo?
Yo lo respeto, siempre y cuando sea lo que realmente quieren hacer. Otra cosa es que no se arriesgue, no porque no se quiera, sino porque no se pueda. Ya estamos hablando de cosas diferentes. Y normalmente, la gente que no arriesga y critica a los demás por hacerlo es porque no se atreve. Es como todo en la vida. Las personas que nacen con un don pueden decidir si lo desarrollan o no. O quizá pasa la vida y no se han dado cuenta del don que tienen. Pero, sinceramente, no todo el mundo nace con algo especial. Uno tiene que nacer para hacerse, hacerse sin haber nacido es imposible.
¿Puede que crean que el público no necesita que le remuevan?
Creo que es todo lo contrario. Me acuerdo mucho de Pina Bausch cuando decía: «A mí no me interesa cómo se mueve la gente, me interesa qué conmueve a la gente». Estas palabras me tocaron el alma porque realmente es así: te puedes mover de mil maneras, pero a mí puede que no me conmueva o no me transmita. Y el público busca que se le conmueva.
Sobre el flamenco ha dicho: «Vivimos en una pura contradicción. Se dice que es puro, y es el arte más impuro que existe».
Y así es. Se hace y se considera puro a través de la mayor impureza porque es una mezcolanza de culturas. Viene de veinte mil sitios: los griegos, los africanos, la India, los árabes… Por eso es muy importante el intérprete, porque el flamenco será lo que esa persona quiera que sea aunque el resultado de la analítica, como yo le llamo, la tenga el público. La primera vez que trabajé en un tablao, lo que más ilusión me hacía era que la persona que estaba comiendo y bebiendo dejase de hacerlo porque eso quería decir que yo había conseguido atraparlo. Y sigo pensando lo mismo. Quiero que el espectador diga: «Me siento bien (o me siento mal) y no me puedo mover de la butaca».
Ha hecho innumerables giras por Asia, Latinoamérica¿ ¿Nota diferencias entre el público español y el de fuera?
En España sabes que hay unos ojos y un corazón que está viéndote que conocen la materia muy bien. Y luego está el público de cualquier parte del mundo. Lo bueno que tiene la danza es que el idioma no es un impedimento. Pina solía responder cuando le pedían una entrevista: «No, porque lo que yo hago está antes que la palabra». Y eso es la magia que tiene la danza. Nunca he tenido una mala experiencia. El público sigue tratando de sentir, que es lo importante, y cada vez preocupa menos el entender.
Ha mencionado varias veces a Pina. ¿Es la figura que más le ha impresionado a lo largo de su carrera?
Ha sido una de mis grandes maestras, a nivel artístico y humano. No te puedes imaginar. Me siento muy privilegiada de que la vida me haya dado la oportunidad de conocerla, porque aprendí muchísimo. Ya no te hablo de una metodología de trabajo, sino de una filosofía de vida, de cómo era ella humanamente. La estoy mentando cada dos por tres. Y de hecho, no he podido volver a Wuppertal [ciudad alemana donde nació Pina Bausch] porque no lo concibo sin ella. Es algo que me cuesta.
Ha dicho más de una vez que uno de sus sueños hubiera sido colaborar con ella.
Dudo que lo haya comentado antes, pero hubo un inicio de colaboración. Me reuní con Pina y empezamos a trabajar en un futuro proyecto. Pero pasó la desgracia que pasó. Tengo unas palabras escritas de ella, que me dio para que me encerrase en el estudio y empezase a trabajar. Y ahí están guardadas.
¿Qué espera del futuro?
Pienso constantemente en él. Espero tener salud día a día para poder llevar a cabo todas esas ideas que tengo en mi cabeza y también que Dios me dé luz para poder levantarme un día por la mañana y decir: ’Venga, ya toca retirarse’, que es una decisión terriblemente difícil. Con los años ganas en muchas cosas, pero el físico pasa para todo el mundo y no me gustaría que la gente acabase diciendo: ‘¡Ay, pobrecita, con lo bien que bailaba!’.