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Laila Ripoll: «Una escribe de lo que le duele»

La dramaturga narra en la obra 'El triángulo azul' la experiencia de españoles en un campo de concentración. Sábado 25 de abril (20.00).

Laila Ripoll:

Entrevista: Patricia Campelo

Reconoce Laila Ripoll (Madrid, 1964) que «una escribe de lo que le duele», y a esta dramaturga, nacida en una familia de cineastas, le punzan esas heridas de un pasado sin curar. Para fortuna del espectador, vuelca ese dolor en algunos de sus trabajos, y el resultado se traduce en éxito. ‘Atra bilis’ (2001), ‘Los niños perdidos’ (2005) y ‘Santa Perpetua’ (2010) concitaron el respaldo de crítica y público. El pasado año, las tres entregas se fundieron en la ‘Trilogía de la memoria’, y algunas salas acogieron las tres representaciones seguidas.

Ahora, Ripoll y su compañía Micomicón llega a Rivas con ‘El triángulo azul’, la obra estrenada en 2014 que narra la experiencia de un grupo de españoles en el campo de concentración nazi de Mauthausen. Ripoll se topó con la historia de uno de ellos, Francisco Boix, y tiró del hilo para saber más de la peripecia de aquellos hombres que rescataron fotografías del campo tras su liberación y, después, fueron utilizadas como pruebas en los juicios de Nüremberg. Una producción del Centro Dramático Nacional, el sábado 25, a las 20.00, en el Pilar Bardem (12 euros; entradas, aquí).

Con ‘El triángulo azul’ regresa a la memoria histórica. ¿Siente necesidad de transmitir esas historias que incomodan a algunos sectores? Claro, es que una escribe de lo que le duele e interesa, y de lo que le conmueve. Yo tengo algo importante por ese tema.

¿Por lo personal y algo más? Por el hecho de ser española. Es suficiente. En mi familia directa no hubo desaparecidos ni prisioneros en campos nazis, pero tengo muchos compatriotas que sí lo sufrieron y es una injusticia que todavía no se pueda hablar de ello ni se les rinda homenaje ni se les trate como en el resto de Europa.

¿Qué es lo que más le ha influido en esta obra? Ha habido algo importantísimo: el libro de Benito Bermejo sobre la historia de Francisco Boix. Fue un libro revelador para Mariano [Llorente, compañero] y para mí. También el libro de [David Wingeate] Pike, que hace un estudio muy exhaustivo sobre los españoles en el campo de Mathausen. Hace 10 años que descubrimos estas lecturas y desde entonces llevamos dando vueltas a esos textos. No es una cosa de ahora, viene de muy lejos, hay mucha investigación, muchas preguntas y mucho trabajo detrás.

¿Qué reivindica con ‘El triángulo azul? No es tanto una reivindicación como un homenaje y dar a conocer algo de lo que sentirte muy orgulloso como español: el comportamiento de este grupo de españoles. Estos luchadores antifascistas de esta categoría, en cualquier otro lugar de Europa, tendrían monumentos, calles, como en Francia, donde tienen, en Montpellier, una avenida muy importante los republicanos españoles. En España, nada. Algo que te avergüenza y por lo que te entran ganas de emigrar.

¿Encontramos en esos hombres, hoy olvidados, la mejor marca España? Sí, eso sí es marca España. Además es algo bonito. Ahora no hay muchas cosas de las que sentirse orgulloso, ya se han encargado de quitárnoslas. Así que es muy importante como país, como nación, conocer lo que pasó, ver de lo que venimos, que hubo una gente tan valiente, íntegra y admirable como este grupo de hombres.

¿Sigue habiendo obstáculos a la hora de representar obras con esta temática? Hemos tenido censura, aunque parezca mentira. En muchos municipios gobernados por el PP, donde a los programadores les ha gustado el espectáculo y lo han querido llevar, han tenido miedo de enfrentarse con su concejal. Parece mentira que eso suceda en un país democrático. Luego hablamos de Venezuela. Pero aquí pasa a diario. Hay una censura total. La hemos vivido.

En la última década, la memoria histórica, salvo hechos concretos, ha ido desapareciendo del debate público. ¿Cómo ha vivido este proceso en su teatro? Ha dependido mucho de la zona geográfica y del hecho de que es la administración quien nos contrata: hemos pasado de estar en el María Guerrero, con ‘Los niños perdidos’, a desaparecer para luego regresar al Centro Dramático Nacional, con Ernesto Caballero. Vivimos el auge de la memoria, en un determinado momento, y ahora, esta época oscura. Pero no sólo es en materia de memoria, es en la vivienda, en la educación… Esta época pasará a la historia como una de las más negras de España.

¿Vive el teatro uno de sus momentos más difíciles? En 24 años que llevamos como compañía, es el peor momento sin ninguna duda, por cuestiones económicas y de respeto cultural.

¿Cómo se logra sobrevivir? Mal, trabajando en otras cosas. Estamos llegando a un momento en que el teatro se está convirtiendo en algo de aficionados. Pero como no podemos vivir sin ello¿ Ahora no sólo no nos da de comer, sino que tenemos que trabajar y buscar financiación por otro lado, además de financiación personal para pagar las facturas.

¿Este país no está educado para amar la cultura? No sé si es problema del país, que creo que no. Esto viene desde El Cid, cuando aquello de ‘qué buen vasallo si tuviese buen señor’. Esa frase es una cruz que llevamos los españoles cada vez que queremos cambiar las cosas y que vayan bien. Tenemos una cruz con la gente que nos gobierna. La subida del IVA parece que se hizo para sepultarnos completamente. Pero la gente está ávida de historias.

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