Texto: José Luis Corretjé (para el ‘Rivas al Día’ de noviembre de 2012)
Hace tres décadas, cuando una gran parte de la ciudad que ahora aloja a casi 80.000 almas estaba cubierta por arbustos y habitada por la nada, Alejandro escapaba con sus padres al Parque del Sureste o a la Laguna del Campillo, armado con su ‘caballete de campo’, para retratar una Rivas rural, muy distinta a la que ahora acoge la conversación que nos permite conocerle mejor.
«Salía todos los días a pintar. Fue una etapa de formación necesaria. Lo hice durante cuatro años a diario ya nevara, hiciera calor o frío. Yo era entonces como un pintor impresionista pintando los campos de Rivas a distintas horas».
MUNDO DE COLORES
Preguntado por cómo se dejó atrapar por el arte, contesta raudo: «La pintura, a quien la practica, le crea un gran mundo interior. Te lleva a pensar todo el día en formas, en colores, en composiciones Y eso llena los días de tu vida». Su estudio aparece poblado por lienzos en los que habitan sobre todo retratos femeninos: «Me obsesionan combinaciones de luces y colores en caras porque te das cuenta que depende como se reflejen, una persona puede pasar de ser bello a monstruo».
«En la universidad te enseñan a alimentar tu ego eternamente», recuerda con cierta rabia. No puede callarse y enseguida deja muy claro que la Facultad de Bellas Artes, dónde se licenció, le parece un timo en su dimensión educativa. Alejandro vive ahora de dar clases y, de vez en cuando, ha logrado que algún museo importante le ha comprado algún cuadro. «Yo no vendo lo que vendía, pero esta coyuntura de escasez me da libertad para pintar lo que quiero», dice.
Y a renglón seguido rescata el valor de la crisis como llave para liberar a los artistas del yugo de las tendencias y gustos que se ordenan desde las galerías. «Muchos de los pintores de mi generación están haciendo, en los últimos cuatro años, su mejor producción. De hecho si tuviera dinero compraría obra. Seguro que a medio largo plazo es un buen negocio».
DE HOCKNEY A HOPPER
Su inspiración proviene más de músicos que en pintores: «porque me generan ambientes». Aunque si se le fuerza a citar a un pintor se agarra con pasión a David Hockney que en estos días expone en el Museo Guggenheim de Bilbao. Tampoco oculta su admiración por Hopper, el genio americano cuya muestra, exhibida este verano en el Museo Thyssen, ha generado una enorme expectación entre el público y la crítica.
Cree nuestro entrevistado firmemente en que lo bueno que le pasa a uno en la vida, «primero hay que celebrarlo y luego compartirlo para que los demás hagan lo mismo. Así en algún momento se cerrará el círculo y todos seremos mejores». Una buena filosofía de vida: Celebremos a este joven pintor ripense y compartamos su arte.