SÁBADO 28 ABRIL / 20.30 / Centro cultural García Lorca / 10 euros / Venta anticipada: centro cultural, de martes a viernes, de 19.00 a 21.00.
Mucho talento hay que tener para que Oliver Stone te encargue la banda sonora de su documental ‘Looking for Fidel’ o para que el templo musical madrileño del jazz, el Café Central, te programe trece noches consecutivas de otoño.
El clarinetista, y también acordeonista, pianista y armónica, Nacho Mastretta (Madrid, 1964) es puro ingenio: uno de los instrumentistas más acreditados de la última década. Un tipo talentoso que se rodea, además, de otros virtuosos, como hizo en su último trabajo, ‘Vivan los músicos’ (Premio de la Música 2012 en la categoría Mejor Disco de Fusión), un álbum portentoso por el que soplan, teclean, rasgan cuerdas y baquetean una decena de músicos soberbios (Marina Sorín, Diego Galaz, Pablo Navarro, Miguel Malla, Marco Cresci, David Herrington, Luca Frasca, Pablo Novoa y Ricardo Moreno).
Cuando Mastretta y sus concertistas se suben al escenario personifican la alegría sonora, donde triunfa el «diálogo fluido entre los solistas y la improvisación», sonidos «rabiosamente» vivos e inspirados en la música popular. Solicitado por directores de cine (Daniel Calparsoro, para ‘Asfalto’; Óscar Auibar, ‘El gran Vázquez’), Mastretta es un artista de concepción profunda.
En una entrevista concedida a ‘Rivas al Día’ el año pasado, advertía: »La tecnología de los instrumentos no ha sido superada, es algo casi mágico: un violín tiene un diseño escultórico, con unos grados de inclinación que son físicos, y con una crin de caballo frotamos una cuerda de tripa de cabra para conseguir sonidos increíbles».
En su banda solo hablan los instrumentos, se prescinde de la voz humana: »Al no cantar debes conseguir que la gente se olvide de que no hay voz, que es lo que uno entiende más rápido. Por eso intentamos propiciar que la música instrumental tenga los mismos valores que la cantada».
MEJOR, SALAS PEQUEÑAS
Dice preferir los «auditorios más pequeños» [el García Lorca tiene capacidad para 190 espectadores] porque se puede «escuchar la música más cerca, sin necesidad de esos equipos tan tremendos ni tanta amplificación».