Está a punto de cumplir 40 años y es directora de uno de los programas de investigación sobre el cáncer y el envejecimiento más prestigiosos del mundo. La alicantina María Blasco coordina un equipo de primer nivel que trabaja en el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas, que dirige el doctor Mariano Barbacid. La Concejalía de Educación la ha invitado a dar una charla en el ciclo de conferencias ‘El mundo en que vivimos’. Será el miércoles 6 de abril [de 2005], en el CERPA, y hablará del cáncer y el envejecimiento.
Aunque confiesa que no se siente especialmente joven, la cuestión de la edad no es banal en su trayectoria personal ni en su tema de investigación. Precisamente, su interés científico se concentra en el estudio de la telomerasa, una enzima relacionada con el envejecimiento y la inmortalidad de las células. La telomerasa fue prácticamente ignorada por la comunidad científica cuando dos expertas estadounidenses, Carol Greider y Liz Blackburn, descubrieron su actividad. Pero María Blasco apostó por esta línea de investigación desde que terminó el doctorado. Y no se ha equivocado.
Esta investigadora, que pertenece a la primera generación de su familia que llegó a la universidad, experimentó una precisa y tempranísima vocación por la biología molecular. Cerebro fugado y recuperado para la ciencia española, ahora tiene la difícil responsabilidad de dirigir un laboratorio de investigación en un país donde los políticos y la propia sociedad se resisten a apoyar la ciencia. Es una mujer con poder en un mundo tradicionalmente masculino. En su vitae figuran el Premio Josef Steiner y la Medalla de Oro de la Organización Europea de Biología Molecular, dos de los galardones más importantes de su especialidad.
El primer mito que descarta es el de ‘niña empollona’. Le costó aprender el castellano al llegar a la escuela, porque en su familia, tradicionalmente dedicada a la agricultura, se hablaba siempre valenciano. Al llegar a COU, tras una oportuna charla de orientación en el instituto, se decidió por la biología molecular. A mitad de la carrera pudo cambiar la Universidad de Valencia por la de Madrid, oportunidad que agradece al sistema educativo público, y tuvo la ocasión de participar en el equipo de Margarita Salas, una de las mujeres de ciencia más importantes de España, y que más duramente había tenido que luchar contra los prejuicios masculinos de la profesión. Pero para María Blasco, las cosas fueron más fáciles. Ya eran otros tiempos, y la discriminación, si la había, podía ser mucho más sutil.
Comienzos difíciles
Después del doctorado en Madrid, se trasladó a Estados Unidos para investigar en el laboratorio Cold Spring Harbor, de Nueva York, con Carol Greider, una de las descubridoras de la telomerasa. Comprobó que no había grandes diferencias entre el estilo de trabajo de Salas y el de los mejores centros internacionales. Si fue difícil para María Blasco conseguir la beca para llegar a Nueva York no fue por ser mujer, sino porque el tema centraba su investigación pos doctoral, la telomerasa, no era una línea de investigación apreciada por la comunidad científica europea. En España ni siquiera se sabía nada sobre ella.
El estudio de la telomerasa, la enzima que se relaciona con el cáncer y el envejecimiento, la ocupa desde entonces. Lo que se sabe de esta enzima es que, cuando las células de los tejidos adultos se dividen, se van perdiendo unas secuencias del final de los cromosomas. Eso produce una inestabilidad genética que acaba con la muerte de la célula, con el envejecimiento del tejido.
Los telómeros son esas estructuras moleculares que unen los extremos de los cromosomas, y es la telomerasa la enzima que los controla. Se cree que regula el mecanismo que permite a una célula envejecer y morir o convertirse en inmortal, dividiéndose indefinidamente hasta producir un tumor. Aunque es normal que haya telomerasa en el desarrollo del embrión y en determinadas poblaciones de células, en otros contextos, su presencia es peligrosa.
Las investigaciones de María Blasco con la telomerasa en Estados Unidos comenzaron por aislar un gen esencial en ella, y modificar genéticamente unos ratones. Si se elimina la enzima, los ratones envejecen prematuramente y baja el riesgo de que tengan cáncer. Si se les aumenta la cantidad de esta enzima, los ratones viven mucho más tiempo, pero con tumores.
Esta relación entre cáncer y envejecimiento es, en realidad, un equilibrio muy delicado que se rompe en el interior de las células por razones que no se conocen aún. Pero los experimentos de Blasco, y de una quincena de científicos que trabajan con esta enzima en todo el mundo, pueden dar en los próximos años un fruto concreto en fármacos específicos relacionados con el envejecimiento.
Respecto a las terapias para el cáncer, ya se están produciendo ensayos prometedores con pacientes de cáncer de próstata y de mama. Los investigadores creen que no bastará con actuar sobre la telomerasa, porque influyen muchos otros factores, pero sí que puede tener eficacia trabajar terapias combinadas que tengan en cuenta el funcionamiento de esta enzima.
A pesar de su éxito en Estados Unidos, Blasco no recibió ninguna oferta para regresar a España, por lo que decidió presentarse a unas oposiciones del Consejo Superior de Investigaciones Científicas en 1997. Ahora está al frente del Programa de Oncología Molecular del Centro que dirige Barbacid, y su actividad es dirigir y gestionar el conjunto del programa, lo que incluye el difícil y espinoso asunto de conseguir financiación para las investigaciones.
Asegura que «la sociedad y los políticos españoles no prestan suficiente atención a la ciencia. No se invierte lo necesario en estudiar enfermedades tan peligrosas como el cáncer, el SIDA o la malaria». Pero también cree que la ciencia de nuestro tiempo es tan interesante y espectacular. «No será difícil que los niños y jóvenes se acerquen a ella y cambien esta realidad en el futuro», concluye.