Entrevista: Nacho Abad Andújar [febrero de 2005]
Jorge Martínez Reverte (Madrid, 1948) es escritor y periodista. Como novelista, es el creador de unos de los personajes más ilustres de la literatura policíaca contemporánea, el pendenciero Gálvez, un tipo poco afortunado en amores e involucrado siempre en oscuras tramas.
Como historiador, ha emprendido nuevas investigaciones sobre la Guerra Civil española (‘La batalla del Ebro’ y ‘La batalla de Madrid’). Y como periodista ha dirigido los informativos no diarios de TVE (‘Informe semanal’ y ‘Documentos TV’), además de escribir en numerosos rotativos como El País o Cambio 16. Es, también, el hombre que ideó y puso en marcha el documental ‘Yoyes’, que narraba la historia de la terrorista arrepentida y asesinada por ETA.
Viene a Rivas a hablar de la batalla del Jarama.
No voy a hacer una narración bélica, sino que explicaré qué significa dentro de la Guerra civil. Es el primer acontecimiento que sucede tras la resistencia de Madrid. Y hace que Franco tenga que cambiar de estrategia. Es el primer acontecimiento que revela la existencia de una guerra de verdad, a campo abierto.
Durante el asedio a Madrid, su población resistió lo que pudo. ¿Hubo heroicidad en esa resistencia?
Hubo mucha heroicidad. Y también cobardía y miedo, porque había gente que deseaba el triunfo de los que atacaban. Hubo una reacción del pueblo madrileño difícil de entender. Ante los bombardeos aéreos y la llegada de los temidos moros y legionarios de las fuerzas africanas, la gente reaccionó diciendo que no se iba de sus casas. Y aquello se plasmó en el grito de ‘No pasarán’.
¿Cómo se vivía cotidianamente?
Era un Madrid enloquecido. Lleno de miedos, hambre y frío. Pero al mismo tiempo, era un Madrid que se negaba a caer en la desolación y la muerte. Era un Madrid que seguía yendo al cine cuando podía, que debatía en los cafés y salía a la calle. La gente salía a ver cómo eran los combates aéreos y aplaudía cuando pensaba que habían ganado los suyos.
La Guerra Civil es el primer conflicto que suscita una solidaridad internacional hasta entonces desconocida. A nuestro país llegaron 35.000 brigadistas.
Hay que tener en cuenta que España era el primer país que estaba resistiendo al ascenso, que parecía imparable, del fascismo. El fascismo había triunfado fácilmente en Alemania, Austria e Italia, países con movimientos obreros muy serios. Y de pronto, en España, se contiene. Es la primera vez que hay victorias sobre el fascismo. Se demuestra que era posible vencerle. Y eso suscitó una perspectiva muy importante en el mundo democrático.
¿Por qué este país ha tenido que esperar tanto tiempo para reescribir la historia?
Ahora hay una nueva oleada. Los 40 años de dictadura sólo permitían que se escribiera la historia desde un punto de vista. A algunos, la historia nos la explicaron más bien desde fuera, como es el caso de los hispanistas ingleses. Aquí no se podía investigar sobre la guerra. Ya en los últimos años del franquismo, empezó a haber un estudio en la universidad española desde otros puntos de vista. Posteriormente, se ha seguido trabajando desde la universidad. Lo que sí ha habido es menos debate en la política porque la transición fue un pacto de no agresión. Eso llevó a que hubiera autocensura. Ahora hay una nueva oleada que carece de esa autocensura y que, además, está encontrando nueva argumentación que permite avanzar bastante.
Aunque algunos la escriben a su manera, como Pío Moa.
Pío Moa o César Vidal no son historiadores, son panfletistas. Están reproduciendo los mismos argumentos que usaban historiadores franquistas en los años 40. No usan ni documentación nueva ni argumentos nuevos. Es una resurrección de la retórica franquista sobre la guerra, de la interpretación nacionalcatólica. Es interesada, panfletaria y mentirosa. Su objetivo fundamental es reconfortar a la extrema derecha. Lo malo es que esas obras, por el impulso dado por algunos medios de comunicación, entran también en algunas escuelas o universidades, y hay jóvenes que las leen acríticamente. Pero para eso está la libertad de edición.
Escritoras como Almudena Grandes dicen que la República dio probablemente la mejor generación de españoles de este país.
Es cierto. Sobre todo el impulso en la educación fue asombroso. Miles de profesores salieron por toda la geografía española. Hubo un esfuerzo inversor desde el estado para crear escuelas. Estos voluntarios de la educación cambiaron el país en muy poco tiempo. Empezaron a alfabetizarlo y llevar mensajes críticos a la sociedad. Aquello fue un momento milagroso que el franquismo aplastó con especial saña. Cuando se produjo la victoria, uno de los cuerpos más perseguidos fue el de los maestros.
La enseñanza de la historia es un tema que suscita discusión social en este país. ¿Tenemos un déficit educativo en este sentido?
Se enseñan mal las distintas identidades de este país, y se enseña demasiado bien las distintas identidades de este país. Me explico. En Cataluña y Euskadi se llega a niveles alarmantes de cómo se está cambiando la historia, cómo se llega a contar que, por ejemplo, la Guerra Civil fue una guerra de España contra Cataluña o el País Vasco. Se están haciendo alteraciones brutales y mentirosas. Y eso en la escuela, que es mucho más grave que en los medios de comunicación. Y en el resto del país, se pasa por la Guerra Civil como si fuera un acontecimiento del que no hay que hablar mucho para evitar problemas.
Como historiador, ¿dónde deben quedarse los papeles de Salamanca?
Que se vayan cuanto antes a Cataluña porque son un botín de guerra. Eso sí, después de haberlos pasado a sistema electrónico para que podamos consultarnos todos los españoles y se ordenen bien. Pero la devolución de esos papeles son algo más que un símbolo. Esos papeles se robaron de una institución y deben ser devueltos. Y eso no debe estar en contradicción con la unidad del Archivo, que es fundamental.
Los que empezaron en el periodismo en plena dictadura, como usted, soñaban con la democracia para vivir en libertad y realizar un periodismo veraz y creíble. Pero, ¿no ha sido en plena democracia, especialmente en los últimos años, cuando hemos asistido a un periodismo burdamente manipulador?
Ha habido muchas disfunciones. Una se debe a los problemas de las empresas periodísticas. Pero más que por un problema de ideología, por sus servidumbres multimedia. Cuando hay un grupo multimedia que tiene un periódico, el periódico acaba siendo el negocio más pequeño y queda al servicio de otros intereses ajenos a la prensa. En el periodismo español ocurre, además, lo que en otras profesiones: la degradación de las condiciones de trabajo. Eso hace que los periodistas puedan ser mucho más blandos, menos críticos y hagan menos fuerza para oponerse a las manipulaciones. Y en medios públicos, como televisión española, ha habido una manipulación tremenda. Llegó al colmo con la última etapa del PP, donde aquello era un uso obsceno del medio público. Pero hubo momentos con anteriores gobiernos, incluidos los socialistas, donde también se manipuló.
¿Se puede recomponer la credibilidad social perdida por el periodismo informativo?
Eso depende, sobre todo, de los periodistas, no de los políticos. Depende de que los periodistas planten cara.
Ha sido director de informativos no diarios de TVE. ¿Por qué cuesta tanto conseguir una televisión pública de calidad e independiente del Gobierno de turno?
Fundamentalmente porque no hay un estatuto serio de la radio televisión pública, algo que desgraciadamente se ha repetido en las autonomías. TV3, ETB o cualquier cadena autonómica no está menos manipulada que TVE. Hablemos de cualquier autonómica. Es reflejo de una situación legal mal hecha. No hay una garantía de que los periodistas puedan tener una independencia de criterio. Y no estoy diciendo que cada uno diga lo que quiera. Estoy diciendo que se mantengan las cautelas que permitan hacer una información veraz.