El temporal de nieve sepultó las calles de Rivas y Pepe sacó su tractor. Pepe Rodríguez Arencón es agricultor. Un aborigen ripense nacido hace 54 años en una de las fincas agrícolas de Casa Eulogio. A orillas del río Manzanares, al otro lado de la carretera de Valencia, su familia arrendaba desde 1906 unos terrenos campestres bajo los cortados del cerro de Coberteras. Producían hortalizas. Y hasta 1986 no se trasladaron al Casco Antiguo, a la calle de San Isidro. Más de Rivas no se puede ser.
Con esa biografía nativa, Pepe, que hoy vive en la avenida de Pablo Iglesias, no se quedó quieto cuando el sábado 9 de enero se asomó a la ventana y vio cómo su municipio amanecía tapizado de blanco y con la movilidad colapsada. Su tractor podía ayudar a despejar las calles tras el paso de la borrasca Filomena.
Tras contactar con el Ayuntamiento a través de otro vecino, Marco Antonio, y recibir la llamada de autorización y agradecimiento del concejal de Mantenimiento de la Ciudad, José Luis Alfaro, la pala del vehículo empezó a tragar nieve la mañana del domingo 10 de enero. Las heladas de las noches posteriores, con temperaturas mínimas también inéditas, complicaron aún más la labor. Fueron tres jornadas agotadoras (domingo, lunes y miércoles), dos de ellas sin tiempo para comer un bocata o almorzar. Pepe y su hermano Jorge, que lo acompañaba a pie indicando maniobras u ordenando el tráfico según libraban cada vía de su blanca prisión, removieron toneladas de masa nívea sin descanso. La nieve mola para esquiarla o lanzarse bolas, pero es muy puñetera cuando se trata de retirarla.
Metro a metro, se centraron en el Casco Antiguo y el barrio Este. Y así abrieron caminos, repartieron sal y auxiliaron a personas con necesidades médicas y hospitalarias.
“Esto ha sido un trabajo de dos: mi hermano y yo”, aclara una tarde por teléfono, mientras apura el café de la sobremesa, dos semanas después del hercúleo trabajo. Que quede claro desde el principio: ni Pepe ni su hermano han cobrado un euro del Ayuntamiento. Su labor lleva el sello del desinterés: una de las historias solidarias que se fraguaron en la ciudad al calor del desastre provocado por el peor temporal de nieve que ha padecido la Comunidad de Madrid desde 1877.
Él mismo se quita importancia y cita el ejemplo de otras personas que también salieron a la vía pública a echar paladas, transportar a gente con sus vehículos todoterreno o arreglar contadores de agua. Y Pepe tenía un tractor. “En mi vida había visto nevar así aquí”, recuerda.
La cronología de los hechos es homérica. Basten unos apuntes: “Primero ayudamos a un hombre para que sacara su coche del aparcamiento del metro de Rivas Vaciamadrid. Luego Policía Local nos pidió que despejáramos una zona para crear una explanada donde estacionar los vehículos atrapados en la rotonda de salida del pueblo hacia la A-3, y así liberarla. Abrimos huella a una vecina que acumulaba cinco días de retraso para una cita de quimioterapia. Ayudamos a otro vecino con fractura de tibia o peroné, ya no recuerdo. La directora del colegio Las Cigüeñas nos pidió que actuáramos en el acceso al centro. El lunes, una vecina encantadora se presentó con un táper: ni nos dio tiempo a abrirlo. Se tiró todo el día en el tractor. Lo cené a las 22.30, cuando llegué a casa”.
Dice Pepe que nunca olvidará la reacción de la ciudadanía: “La respuesta vecinal de agradecimiento fue maravillosa. Gente sensacional, cariñosa. Nos paraban para decirnos si queríamos un café”. Recibían llamadas de la otra punta del municipio: “Del barrio de La Luna, por ejemplo. Pero teníamos que centrarnos en una zona. Lo único que lamento es no haber podido llegar a más sitios. Había mucha nieve: quien no se haya puesto a la faena no puede valorar lo que ha sido esto”. Rivas, amortajada con un manto lechoso.
Aunque las fincas agrarias donde trabaja actualmente Pepe se encuentran entre San Martín de la Vega y Chinchón, el fin de semana de la nevada el tractor dormía en un taller de Rivas, tras someterse a una revisión. Y eso ayudó a movilizar rápidamente el vehículo.
Pepe, ya se ha dicho, es agricultor. Y en esas parcelas donde barbecha su vida laboral es feliz: 80 hectáreas, el equivalente a otros tantos campos de fútbol. Y aquí procede aclarar que Pepe es del Atlético de Madrid, “derrochando coraje y corazón”. En ellas cultiva alfalfa que, luego, a través de una empresa toledana, alimenta ganado en China o caballos en Arabia Saudí. Asegura que no cambia su trabajo por nada: “Me dices: ‘Vete a una oficina por 20.000 euros al mes’ y te digo que no”.
A él le gusta cosechar el forraje, respirar el terruño. “El campo es libertad. Y en el campo, la libertad no te la quita nadie. El sacrificio tampoco”, matiza realista. Porque de finales de marzo a noviembre, cuando más faena exige la leguminosa, las jornadas laborales se estiran hasta 16 horas diarias: “Puedes pasar tres noches sin volver a casa, durmiendo en la finca”.
UN TEMPORAL HISTÓRICO
Con su trasiego entre Rivas y San Martín de la Vega, Pepe no se ve viviendo en otro lugar. Él creció junto a la corriente del río Manzanares, entre olmos y tierras de labranza, bajo el vuelo de los halcones, jilgueros y carboneros. En el entorno duro y tantas veces penoso de la vida agrícola, pero apegado a la tierra, su tierra. En Rivas ha nacido y aquí quiere quedarse. En esta Rivas que el 9 de enero de 2021 amaneció tan ensabanada que ni los más viejos del lugar recordaban estampa tan enyesada: “Ni mi padre ni mi madre, de 85 y 77 años, recuerdan una nevada como esta”.
Una nevada histórica que suscitó la solidaridad titánica de vecinos como Pepe y su hermano Jorge, que tienen un tractor. El tractor de Rivas: la pala contra la nieve.