Es uno de los mayores expertos del mundo en atmósferas planetarias. Lo suyo es la climatología en Marte. Un planeta donde la temperatura media es de 60 grados bajo cero. Miembro hasta ahora de cuatro misiones de la NASA en el planeta rojo, Jorge Pla-García, ripense desde 2019 procedente del barrio madrileño de Pacífico, es uno de los operadores y analistas de las tres estaciones meteorológicas que la agencia espacial estadounidense mantiene activas en la superficie marciana.
“Marte me apasiona, pero si me dieran un cheque en blanco me iría a las lunas de Júpiter y Saturno. Desde un punto de vista biológico, hay más posibilidad de encontrar indicios de vida. Marte es una roca casi muerta y estéril flotando en el universo. Y las lunas heladas de los gigantes gaseosos son rock and roll, con muchos más ingredientes para que haya vida, al disponer de océanos de agua líquida. A los científicos, nos explota la cabeza con esas lunas», explica este doctor en Astrofísica, de 44 años.
Pero que nadie señale al espacio con el dedo imaginando un ET o Alien: “Los astrobiólogos solo tenemos en mente vida en forma de microorganismos. Es lo que estamos buscando”. Porque Jorge Pla-García sí cree que hay vida más allá. Pero por ahora, eso es solo “una creencia”. “Y en ciencia no existe la fe. Sería la afirmación más fuerte de la historia. Y afirmaciones extraordinarias exigen evidencias extraordinarias. Y, de momento, no tenemos ni una”.
«Marte me apasiona, pero si me dieran un cheque en blanco me iría a las lunas de Júpiter y Saturno. Hay más posibilidad de encontrar indicios de vida. Marte es una roca casi muerta y estéril flotando en el universo. Y las lunas heladas de los gigantes gaseosos son rock and roll»
Uno se tiraría horas y horas escuchando a este investigador en ciencias planetarias. Tiene maña para el verbo, acostumbrado a impartir conferencias: “Marte es el anhelo de la humanidad, el planeta que siempre hemos querido alcanzar. Además, es más fácil llegar a él que a Venus [más próximo], porque la atmósfera de este último es un infierno [y una nave debe atravesar la atmósfera para aterrizar en un planeta]. Marte es más sencillo y económico. En cualquier caso, estamos en pañales en investigación espacial. Solo estamos empezando a explorar el universo”.
Su trabajo consiste en desarrollar estaciones meteorológicas para Marte: “Muy similares a las que usamos en la Tierra”. La NASA las instala en los robots en superficie marciana. Jorge trabaja en tres de ellos: Curiosity (aterrizó en 2012, sigue funcionando y porta la estación REMS), InSight (de 2018, dejó de funcionar en 2022, con la estación TWINS a bordo, aunque se siguen analizando datos) y Perseverance (desde 2021 y operando actualmente con MEDA). “Mi misión es doble: por un lado, como parte del equipo de operadores, me conecto a las estaciones para hacerlas funcionar; por otro, descargo los datos y los interpreto”.
Estaciones cuyo diseño llevan firma española, potencia mundial en meteorología planetaria. Jorge trabaja en el primer Centro de Astrobiología de NASA fuera de EEUU. Ubicado en Torrejón de Ardoz, depende del Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial y del Consejo Superior de Investigaciones Científicas. “Se llama así [astro y biología] porque estudiamos cómo surgió la vida en la Tierra, porque no lo sabemos. Y rastreamos si hay vida más allá de la Tierra”, expone.
«Los astrobiólogos solo tenemos en mente vida [extraterrestre] en forma de microorganismos. Es lo que estamos buscando. Hallarla sería la afirmación más fuerte de la historia. Y afirmaciones extraordinarias exigen evidencias extraordinarias. Y, de momento, no tenemos ni una»
¿Y qué estamos aprendiendo de Marte? “Tenemos mucho desconocimiento, pero es el planeta que mejor conocemos. Llevamos más de cinco décadas estudiándolo. Marte tiene atmósfera, que funciona como freno para las naves que mandamos. Y eso facilita el aterrizaje”. Se trata de una atmósfera 140 veces más delgada que la terrestre. “Tan fina que el calor se pierde fácilmente. Por la noche las temperaturas alcanzan 90 grados bajo cero. La más alta registrada, el día más caluroso del año y cerca del ecuador, tan solo unos grados positivos”. Además, en un “96% es CO2: una de las atmósferas más fáciles de simular en un laboratorio en la Tierra”.
A pesar de soñar tanto con los cielos, a Jorge le gusta conectarse a la tierra con su bici de montaña. Es un apasionado del pedaleo intenso. A finales de mayo completó una de las pruebas más duras del país, la del Soplao, en Cantabria: 150 kilómetros con 5.100 metros de desnivel (más altura acumulada que el Mont Blanc). Una bravura de 13 horas y 28 minutos de rodada. Y la emoción de cruzar la meta con su hija en brazos. Ahora prepara la Titan Desert de Almería.
Sobre el escenario natural ripense también desliza las dos ruedas. Por los cortados y lagunas del Parque Regional del Sureste. A pesar de su reciente vecindad, que data de 2019 junto a su mujer, se declara ripense confeso: “Nos arrepentimos de no haber venido antes. Ha sido lo mejor que nos ha pasado en la vida. Una ciudad muy orientada al deporte, con tanta naturaleza tan cerca”.
«Tenemos mucho desconocimiento de Marte, pero es el planeta que mejor conocemos. Llevamos más de cinco décadas estudiándolo. Marte tiene atmósfera, que funciona como freno para las naves que mandamos. Y eso facilita el aterrizaje»
La pasión por el espacio le viene de su padre. “De pequeño, me la transmitió de forma muy subliminal, sin obligarme. Siempre había en casa libros de divulgación del espacio, que él dejaba abiertos, o documentales en vídeo para verlos. Fue la serie ‘Cosmos: un viaje personal’ (1980) la que me enganchó, con seis años”. Y cómo no, soñó ser Luke Skaywalker en ‘La guerra de las galaxias’. “Niño friqui de ‘Star Wars’ desde los cinco añitos. Me sigue flipando. Casi más ahora que de pequeño”, se sincera.
ASTRONAUTA
Esa inquietud infantil persiste hoy. Sucumbió a la tentación de presentarse a las pruebas europeas de astronauta. Ha acudido a dos convocatorias. En la última de 2021, pasó el primer corte para examinarse en Alemania: solo 1.300 de 23.000 aspirantes lo consiguieron. Mientras mantenga la forma física, seguirá optando.
“Cada vez se necesita más gente ahí arriba. Y cada vez habrá más convocatorias. Ahora el límite está en 45 años [él tiene 44]. Y lo ampliarán. Cuanta más edad tiene el astronauta, más resistencia genera a la radiación cósmica que luego puede causar cáncer”. El cosmonauta ruso Oleg Kononenco, que ha logrado el récord de acumular más 1.000 días en el espacio [en cinco misiones, no de manera continuada], y cuyo regreso se prevé para el 23 de septiembre de 2024, tiene 59 años.
Cuando se le pregunta por un sueño profesional, responde: “He alcanzado casi todos. Me siento un privilegiado. Como ser humano, te diría descubrir vida extraterrestre. Pero no descubrirla yo, simplemente que alguien la descubriera”. ¿Lo veremos algún día quienes ahora vivimos?
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China marca el nuevo rumbo espacial
Si durante la Guerra Fría la rivalidad entre EEUU y la Unión Soviética alentó el progreso de la carrera espacial, ahora es China quien ha irrumpido en el firmamento con mucho músculo.
Su poderío en el siglo XXI abruma: ha conseguido por primera vez en la historia posar una nave en la cara oculta de la Luna, en 2019, y ahora, además, recoger muestras y despegar con ellas hacia la Tierra (junio de 2024). Otro hito en la carrera espacial. Ya en 2021, aterrizó su primera nave en Marte. 60 años después del estreno soviético en 1971, sí, pero su tecnología ya pisa superficie marciana.
El científico e investigador Jorge Pla-García reconoce los éxitos de la potencia oriental. Pero advierte un matiz con las futuras misiones de recogida de muestras de Marte: “China es súper práctica: ir, tocar, coger y volver. Frente al modelo, por ejemplo, del Perseverance en Marte, que selecciona meticulosamente roca a roca las más biológicamente interesantes durante meses, almacenándolas en tubitos para que algún día las podamos traer y analizar en la Tierra, la filosofía china de trabajo es aterrizar, empaquetar y regresar: el interés biológico para ellos es menos interesante”.
Si de la Luna han retornado sondas con muestras recogidas de su superficie, y ahora también capturadas en su cara oculta (una misión más compleja porque, al no estar orientada hacia la Tierra, exige utilizar satélites de retransmisión para mantener las comunicaciones), hacer lo propio desde Marte todavía es un desafío.
El científico ripense pronostica que China las traerá antes que EEUU. “La NASA ya ha comunicado que no puede hacerlo sola en el tiempo previsto y con el presupuesto actual. Y ha lanzado un llamamiento al sector privado para que aporte soluciones más rápidas y económicas. Ahora mismo es una misión congelada, que no cancelada”.
La sagacidad pekinesa la resume el investigador: “China es el único país que ha alunizado en la cara oculta de la Luna. Aterrizó en Marte al primer intento [primer país en conseguirlo], donde mantiene activo un robot [por los dos estadounidenses]. Y se ha construido su propia estación espacial [Tiangong, 2022], con su propio programa y tripulación. Es la única estación actualmente en órbita junto con la internacional [EEUU, Europa, Japón, Rusia y Canadá]. Lo que están consiguiendo es increíble”.
Pero esa separación de intereses resta posibilidades de progreso. “Apena que no haya una alianza internacional global. Si todas las potencias espaciales hubieran cooperado, ya tendríamos un ser humano en Marte”, advierte Pla-García.