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La Otxoa: «No entiendo que haya homosexuales de derechas»

Entrevista con José Antonio Nielfa, premio honorífico del LesGaiCineMad. El sábado 9 (21.00), con la proyección de 'La muerte de Mikel'.

La Otxoa:

«La canción ‘A quién le importa’ me parece un poco folclore»

Entrevista: Nacho Abad Andújar

José Antonio Nielfa (Bilbao, 1947), La Otxoa cuando se transforma en cantante «humorista con faldas», como él se autorretrata, se ha ganado un lugar en la historia del movimiento gay en España. Encarcelado por el franquismo en 1968 por homosexual, aquel «vago y maleante» se convirtió en uno de los iconos de la lucha por la libertad afectiva y sexual en los años setenta y ochenta del siglo pasado. Dicen quienes le quieren que es a Bilbao lo que Gardel a Buenos Aires o Sinatra a Nueva York.

El sábado 9 de noviembre recibe en Rivas el premio honorífico del festival LesGaiCineMad 2019. Dos horas antes (21.00, edificio municipal Atrio) participa en la proyección y coloquio de ‘La muerte de Mikel’, película de Imanol Uribe estrenada en 1984 en la que esta diosa vasca del cabaré, hoy con 15 discos editados, cantaba uno de su temas más conocidos: ‘Todas al fútbol’. Aquel himno a su equipo de toda la vida decía así: »El Athletic, goleando, / de la mente no te quitas, / y por él todos gritando, / los machos y mariquitas».

Han pasado 35 años del estreno de ‘La muerte de Mikel’. Fue una película importante para muchas personas LGTBI, que se referenciaron en ella.

Fue una película muy valiente, por la situación tan difícil que vivíamos en Euskadi, a nivel social, político y personal. Me sentí reflejado en ella como pionero del movimiento gay en mi tierra. Reconfortaba pensar que nuestra labor servía para algo, que gente como Imanol Uribe abordaba el tema de la homosexualidad cuidando la imagen del colectivo.

En el largometraje, Fama, travesti, tras confesar a Mikel que se intentó suicidar, le dice: «Y ahora soy feliz. Si volviera a nacer me gustaría ser como soy. Sin pasar por lo que he tenido que pasar, claro». ¿Se reconoce en esas palabras?

Siempre lo he dicho. Volvería a nacer homosexual. He sido muy feliz. Me ha tocado una época muy difícil. He sido valiente. Tuve que luchar en la calle en los años sesenta, con el franquismo. Trabajo desde los 11 años, primero con mi familia y luego en bares por cuenta ajena. Con 15 me fui a Barcelona, donde me detuvieron a los 19. Me aplicaron la ley de vagos, maleantes y peligrosos sociales. Y sigo pensando: volvería a nacer como soy. Tuve muy clara mi condición desde pequeño. Entonces no había ninguna información al respecto. Pensaba que solo yo era homosexual. Pero cuando empecé a andar por ciertas zonas, ver a gente que me miraba y que me sentía acompañado, supe que era algo normal, que no se trataba de un vicio ni éramos peligrosos: simplemente me gustaban los chicos.

Y con 14 años se lo dice a su madre.

No se lo creía mi madre: como yo jugaba al fútbol y el prototipo de gay era alguien muy afeminado, que no lo podía ya ni disimular, y eran pocos… Para mis padres no entraba en ese grupo. Hasta que se lo tuvieron que creer.

¿Cuál es el precio en la vida de ser tan libre?

Hubo sufrimiento: que tu madre tenga que ir a visitarte a la cárcel en Barcelona en una época en la que yo empezaba a cantar y ser reconocido. No te puedes imaginar lo que es que tus padres te vean entre rejas por no hacer nada. Cuando mi madre pregunta por qué su hijo está preso, le dicen que por homosexual. Ella pensaba que eso era un plato combinado de una cafetería. No había escuchado esa palabra nunca. Pero yo, personalmente, no tenía problema: sabía a lo que me exponía. Estoy orgulloso, pero dolido por otras cosas. Mi madre murió joven por un cáncer, y yo ya no sabía si influyó el disgusto que se llevó.

Si ya era difícil ser homosexual en el franquismo, ¿cómo era vivirlo en una cárcel?

Nos detuvieron en Barcelona en marzo de 1968. Hicieron una redada gigantesca por los cabarés y bares gais de la ciudad. Estábamos en celdas de seis. Aislados. Vivimos la primera conducción de homosexuales que se hizo en España. Como no cabíamos en la Modelo, nos llevaron en autocar al penal de Burgos. 200 hombres esposados, pernoctando en las cárceles de Zaragoza, Pamplona y Carabanchel, antes de llegar a Burgos. Nos dieron la libertad en mayo de 1968, cuando Francia vivía su mayo del 68. ¿Cómo lo viví? Éramos chavales jóvenes, algunos tenían condenas de muchos años. Pero te entretenías. En Burgos había presos políticos de la guerra civil. Cuando les contabas el motivo de tu detención, encontrabas a gente, por primera vez, que te comprendía y decía: ‘Qué barbaridad, ¿os han detenido por esto?’. Esa comprensión no la sentías en la calle.

En 1971 también estuvo detenido tres días en Bilbao.

Un comisario de la ciudad tenía fijación con la población homosexual. Salía a cazarnos. La redada fue esta vez en un bar mixto. En el mismo local, la policía nos dijo: ‘Quien no sea maricón que levante el dedo’. Nadie lo levantó. Y nos llevaron a todos. Era una época en la que te la jugabas todos los días.

1979, Semana Grande de Bilbao: canta ‘Libérate’, que se convierte en himno, y usted en artista popular. Como pionero del movimiento gay, ¿de dónde nacía tanta valentía?

Sale de la normalidad con la que he vivido mi homosexualidad desde que me di cuenta de que existíamos. Entonces era un tema tabú. No había información: ni en periódicos ni en la calle. Pensabas que era algo que solo te pasaba a ti. En 1979, dos amigas periodistas me propusieron grabarme en mi local cantando mis canciones. Para un documental sobre el feminismo que estaban filmando. El vídeo se proyectó en una de las casetas de las fiestas de Bilbao de agosto. Lo vieron miles de personas, que se preguntaban: ‘¿Quién es Otxoa?’. Era una época muy difícil para mí. Se había muerto mi madre en marzo. Y mi pareja se estaba muriendo de un cáncer de pulmón: falleció en octubre de ese año. Me buscaron para actuar en directo en la calle, en las fiestas. Y aquello fue apoteósico. Actué ante miles y miles de personas. Había público en los tejados, en los puentes¿ Y tras la actuación y cantar ‘Libérate’, se diseñó una pegatina con el lema ‘Libérate por fin’. Y todo Bilbao portaba esa pegatina. ¿La consecuencia? Gente asumiendo su condición: tanto chicos como chicas. Gente casada que se divorciaba. Fue revolucionario para esa época.

Y en 2018 canta ‘Quién roba mi libertad’. ¿Quién nos roba la libertad 40 años después?

Cualquiera nos puede robar la libertad si no tienes personalidad. En todo momento tienes que ser tú para que nadie te robe. Hay que ser valiente y constante. Esa canción la compongo porque me parecía que en las celebraciones del orgullo gay no había reivindicación. La canción ‘A quién le importa’ me parece mucho folclore. No me siento representado. No tengo nada en contra, pero Alaska y su marido me parecen muy folclóricos. Pensé que había que hacer otra cosa.

Cuando presentó en 2018 su disco ‘Con mucho… orgullo’, dijo: «No hay que dormirse». ¿Esa frase se dirige a alguien?

A la gente joven, especialmente. Cuando canté ‘Libérate’ (1979), al PNV solo le faltó pedir mi cabeza para cortármela. Y ahora el Bilbao Pride lo llevan ellos. Como decía mi abuela: perdimos la guerra por los chaqueteros. No puedo entender cómo puede haber homosexuales de derechas. Seguramente es porque no han vivido mi situación. Ojalá no tengan que vivir nunca lo que vivimos con la dictadura y se den cuenta de la persecución que padecimos la población homosexual.

¿Votará el 10 de noviembre?

Por supuesto. Hay que votar a un partido progresista. Los señores del PP recurrieron el matrimonio gay. Luego se casó el alcalde de Vitoria y fue toda la cúpula del partido. Hay que tener mucho cuidado. En Euskadi, el PNV funciona igual. Quienes lucharon por el matrimonio y los derechos sociales de los gais siempre fueron los partidos de izquierda.

¿El mejor presidente de la democracia española?

Felipe González. Fue el pionero en dar la cara. Le tengo mucho cariño a Zapatero, que consiguió más leyes. Con Zapatero me indemnizaron por la injusticia de la detención de 1968, gracias a la iniciativa de la Asociación de Expresos Sociales. Lo del dinero es lo de menos. Nos quitaron los antecedentes, que era una vergüenza que aún figuraran en nuestra biografía penal. Recuerdo las risas de una guardia civil en un control policial en el aeropuerto de Barajas. Me dijo: ‘Pase, pase rápido, que igual no le dejo pasar’. Y yo: ‘¿Por qué no me vas a dejar pasar?’. Ella: ‘Por lo que estoy viendo aquí [en referencia a los datos de la pantalla de control del pasaporte]’. Hasta los años 90 vivíamos situaciones de este tipo. También me gusta Pedro Sánchez. Aunque no le entiendo muchas veces, no se casa con nadie. A los barones [del PSOE] les ha mandado al campo. Le echa cojones. Hay que hacer otras elecciones, las hace y se expone, aunque pueda sacar peores resultados. Le echó un pulso a los Felipe, Guerra y demás que ya estaban un poco trasnochados y les ganó. Es valiente.

Además de al Athletic, ¿a qué más es fiel José Antonio?

Soy fiel, como persona, a mis amigos, mi gente y mis ideas políticas. A todo lo que en España vale la pena apoyar. A la gente que es de verdad.

¿Qué importancia han tenido las mujeres en su vida?

Toda. Mi madre eran cinco hermanas. Cinco Pasionarias. Mi abuela, que vendía en la plaza, si veía a un falangista le daba en la cabeza con el balde del carbón. Tenía unos cojones como el caballo de Santiago. Muchas veces digo que por tanta influencia femenina yo salí así. No he tenido ningún rechazo de mi madre. Ella solo me decía: ‘Hijo, ten cuidado’. Al lado del bar de mis padres había un callejón oscuro donde se metían los homosexuales a ligar. Llegaba yo al bar de trabajar y me preguntaba: ‘Hijo, ¿por dónde has venido?’. Y me recomendaba que no pasara por tal túnel o callejón porque robaban. Para no herirme, me decía ese eufemismo, que robaban, porque escuchaba a los clientes de su bar hablar de los maricones que iban por esas calles. Mi padre, que era un hombre muy serio, nunca me reprochó nada.

Regentó uno de los locales nocturnos más célebres de Bilbao, ¿cuándo miente más el ser humano: de día o de noche?

De día. De noche la gente se muestra tal y como es. La noche es una universidad.

Se queja de que el transformismo musical ha sufrido cierto deterioro.

Se ha acomodado. En mi época, los imitadores de estrellas eran igualitos a Rita Hayworth o Marlene Dietrich. Juan Gallo era igual que Lola Flores. Los gestos, el maquillaje, físicamente… Era un arte increíble. Barcelona fue mi inspiración. Yo era muy tímido. Pero me ponía la peluca en el camerino y me abandonaba la timidez. No quería ser un cantante al uso, como Raphael o Camilo Sexto, con la chaquetita y la corbatita. Yo quería dar otro tipo de espectáculo. Tenía una gran voz. Ahora se ponen una peluca, dicen barbaridades y cantan con voces de camionero y cazalleras. No hay quien las aguante.

¿Le molesta que le digan travesti?

Yo soy humorista con faldas. No soy travesti. Si me dicen travesti porque me visto de chica, no me molesta. Pero no me identifico con el concepto. No estoy en ese carro. Ahora, mi apoyo total y que cuenten conmigo para todo.

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