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Gerardo Martín, un niño de la República

El veterano vecino recuerda con detalle la proclamación de la Segunda República, las innovadoras clases de su colegio o las consecuencias de la guerra.

Gerardo Martín, un niño de la República

Texto: Patricia Campelo

En su memoria ha quedado nítido el recuerdo de una excursión frustrada. Se acercaba el verano de 1936 y su colegio, el Grupo Escolar Cervantes, de la glorieta de Cuatro Caminos en Madrid, había organizado una visita a Toledo y otra a Cuenca. Eran los tiempos de la escuela republicana que llenó de avances pedagógicos un país, aún en su mayoría, analfabeto. Pero aquel estío del 36, Gerardo Martin (Madrid, 1925) se quedó en casa, en la calle de los Artistas, 3, sin saber que la experiencia escolar que tanto le ilusionaba estaba a punto de concluir para siempre. La represión franquista que siguió a la Guerra Civil acabó con la vanguardia educativa en España.

Hoy, Gerardo es un vecino de Rivas de 93 años y usuario del centro de mayores El Parque, donde acude con su mujer, Teresa Colás, al taller Juntos para cantar dos días por semana. En la sala de la televisión, entre el bullicio que desprende este centro municipal un jueves a media mañana, echa la vista atrás y se trae a 2019 episodios de hace décadas. Los que tienen que ver con su colegio los expresa con mayor emoción.
«Teníamos una piscina y nos bañábamos juntos chicos y chicas. También hacíamos talleres de arte, dibujo o carpintería, además de las clases. Era una enseñanza muy moderna«, apunta.

«Una vez nos visitó Alcalá Zamora [presidente de la República]. Y una de las profesoras, Justa Freire, y el director Ángel Llorca tienen hoy calles en Madrid», relata orgulloso.

Su grupo escolar, vinculado a la Institución Libre de Enseñanza y con un claustro que fue depurado y encarcelado tras la guerra, cerró en 1937 y volvió a abrir en el curso 39-40, reconvertido en escuela franquista, segregada y con materias como Formación del Espíritu Nacional. Gerardo no volvió a pisar sus aulas como alumno.

PASEOS ENTRE LAS BOMBAS

A sus 6 años, este veterano ripense vivió acontecimientos de la historia del país como la llegada de la Segunda República, de la que recuerda: «Venía la gente cantando y gritando encima del techo de los tranvías. No sabía bien lo que pasaba pero me lo explicaron mis padres». Hijo de una familia de izquierdas, en su hogar vivió el fragor político. «Un hermano de mi padre era miliciano de la CNT y siempre quería liarnos para que nos apuntáramos a un partido. Mi madre le decía que nos dejara en paz. Un día se marchó y no supimos nunca más de él», cuenta.

Su familia afrontó la Guerra Civil en el piso de Cuatro Caminos, una zona situada a unos cinco kilómetros del frente [en Ciudad Universitaria] y sobre la que llovían bombas. Una de ellas sesgó la mano izquierda de su hermano. «Cayó una granada en el colegio y él no sabía lo que era, la cogió y tiró de la anilla», lamenta. Su vivienda tampoco quedó exenta: «Nuestra casa tenía tres pisos, y cayeron dos obuses en la planta de arriba y otro mientras bajaba una señora al refugio; le cayó en los pies y quedó ahí en el suelo girando», detalla.

En 1939, ya en los últimos días de la contienda, Gerardo caminaba con sus amigos hasta el frente. «Como eras un crío no veías el miedo, y bajábamos caminando saltando entre los muertos. Los soldados nos gritaban que nos marcháramos. Al poco, entraron las tropas [de Franco] en Madrid».

La guerra terminó y, con ella, la infancia de tantas niñas y niños que se hicieron mayores antes de tiempo. Gerardo comenzó a trabajar antes de cumplir los 14 años. Fue ayudante en un taller de piezas de vehículos, repartidor en una zapatería, mozo en la editorial Afrodísio Aguado, representante del Servicio Comercial del Libro y encargado en Librerías Villegas, desde donde recaló en la distribuidora Iber Amer.

Hoy, Gerardo es habitual de las actividades de los centros de mayores. Vive en Rivas desde hace más de 20 años, y fue uno de los primeros miembros del grupo Intercambio Generacional, con el que relatan costumbres de su época en los colegios de la ciudad. Incluso fue dos veces a la radio, a la emisora Cope Madrid, para hablar de esta experiencia. Aficionado al ajedrez, invierte su tiempo entre partidas, lectura y el taller de canto con Teresa. «Me apunto con ella a lo que sea, me gusta ser partícipe» resume con una amplia sonrisa.·

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