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Aulas de Rivas: una historia desde el siglo XIX

Del siglo XIX al primer colegio que abrió sus puertas en las urbanizaciones, La Escuela, en 1983. Un repaso por el pasado de la enseñanza.

Aulas de Rivas: una historia desde el siglo XIX

Reportaje: Patricia Campelo

Cada mañana de invierno se repetía el ritual de las piedras calientes. Los guijarros, colocados al lado de la lumbre del hogar, adquirían la temperatura necesaria para servir después, envueltos en paños, como recurso rápido para espantar el frío del aula helada, templando pies y manos de los escolares.

Con los años, las bolsas de agua sustituyeron a las piedras o ladrillos. De esta rutina se acuerda bien Elena Martínez, alumna de la primera escuela que albergó el actual Casco Antiguo, inaugurada con el pueblo, en 1959: el grupo escolar.

«Mi madre nos preparaba cada mañana la bolsa con el agua caliente que luego nos poníamos encima de las piernas. Hacía mucho frío», recuerda. Elena es, además, nieta de Mercedes Vera González (1907-2000), la primera maestra del grupo escolar.

Pero antes de que la población ripense estrenara su nuevo núcleo urbano, la vida transcurría en las fincas de los alrededores. La de El Porcal constituía la mayor extensión de terreno poblado, albergó el Ayuntamiento hasta la inauguración del pueblo y contaba con una escuela nacional unitaria.

Ese centro, embrión de la vida educativa ripense, se alojaba en la conocida como Casa del Árbol, a la entrada de la parcela, separado a un kilómetro y medio de la cantina, el estanco y las viviendas.

En 1950, Mercedes Vera recaló en la región madrileña para volver a ejercer la docencia. Había ganado la plaza vacante en El Porcal, y trabajó allí hasta la inauguración del grupo escolar.

Para esta mujer amante de la enseñanza, el municipio supuso su regreso a la profesión después de años de castigo, apartada de las aulas y desterrada de su ciudad. La represión franquista acabó con las novedosas experiencias educativas puestas en práctica durante la República, y abrió expedientes de depuración a miles de docentes. También a Mercedes.

«Después de la guerra fue depurada y se marchó a Murcia, donde tenía familia. Al tiempo logró una plaza de maestra en Puerto Lumbreras, y allí estuvimos unos seis años, hasta 1950 que nos vinimos a Rivas. Ella quería volver para que viviéramos aquí los hijos. Aquello era una zona rural donde la vida, entonces, era muy difícil», relata su hijo Antonio Martínez Vera, alcalde ripense entre 1979 y 1987.

Tras unos años en El Porcal, Mercedes pasó al Casco Antiguo, y se encargó de todo el alumnado. «Después llegó Don Benito, que daba clases a los niños», puntualiza Antonio. «No teníamos de nada pero nos arreglábamos muy bien. El agua corriente venía del rio y no servía para guisar ni beber, teníamos que traerla desde Madrid; las calles estaban sin asfaltar», añade.

El grupo escolar no tuvo calefacción hasta finales de los años 60, cuando la financió un grupo de padres y madres. Mercedes, la primera profesora del Casco Antiguo, enseñó de forma vocacional hasta sus 70 años. Después del municipio ripense, en 1972, continuó en un colegio de la capital. Se jubiló como decana en un centro del barrio madrileño de Santa Eugenia.

Hoy, su hijo Antonio continúa en zona decana de Rivas. Vive en la calle del Grupo Escolar, a escasos metros de la que fuera la casa de la maestra.

LA ESCUELA REPUBLICANA

Durante la Segunda República (1931-1936), el país experimentó la mayor renovación educativa conocida hasta entonces: aulas abiertas; bibliotecas; conversaciones; aprender haciendo; talleres o autogestión, entre otros métodos que promovía la Institución Libre de Enseñanza.

El mundo rural fue objeto de la remodelación docente, e iniciativas como las Misiones Pedagógicas llevaron la cultura a los núcleos con mayor necesidad de alfabetización. Precisamente, la escuela de El Porcal abrió en este periodo, en 1933. Las primeras maestras que trabajaron allí fueron Magdalena Cea y Catalina San Martín.

Desde ese momento, la vida educativa mejoró, y niñas y niños que habitaban en este terreno dejaron de caminar kilómetros – los días que las crecidas del río Jarama no lo impedían- hasta el otro lado de la carretera de Valencia, donde funcionaba un pequeño centro escolar, justo a la entrada del actual Casco Antiguo.

Después de la Guerra Civil, la popular finca, cercada por las dos líneas de fuego de la contienda a la entrada a Madrid, quedó arrasada. También su colegio, lo que provocó que las profesoras enviadas para los cursos 1939 y 1940, Luisa Fernández y Jacinta Rollán, se marcharan al poco de llegar por no tener un espacio donde enseñar. En 1959, con el estreno del nuevo núcleo urbano, buena parte de las familias se trasladaron allí y matricularon a sus hijos en el grupo escolar.

La escuela de El Porcal cerró, pero allí la vida continuaba, por lo que sus dueños solicitaron la creación de un consejo escolar primario. «Este nuevo espacio fue autorizado para el curso de 1960, y funcionó hasta 1982, cuando el escaso número de alumnado que permanecía en el terreno provocó la anulación de la concesión y su integración en el colegio público La Escuela, el primero del oeste de la ciudad», informa Sonia Crespo, responsable del Archivo Municipal. María Luisa Llorente, la última educadora de El Porcal, continuó su trabajo en el centro que respondió a la demanda de las nuevas urbanizaciones.

AÑO 1753: «NO HAY MAESTRO»

El catastro realizado por el marqués de La Ensenada en 1753, el mayor registro informativo sobre la actividad social y económica de los municipios españoles hasta esa fecha, no refiere la existencia de ninguna escuela ni actividad docente. Una batería de preguntas fue enviada a todas las localidades del país, y algunos interrogantes tenían que ver con el ejercicio de determinados oficios.

«Todos los vecinos son jornaleros, para el cultivo de las tierras que tienen en arrendo», respondían a la diligencia los peritos designados para la tasación de las tierras ripenses. Según las investigaciones realizadas por el vecino Agustín Sánchez Millán y donadas al Archivo Municipal, la primera fecha de la que se tiene constancia del ejercicio de la docencia es 1867, cuando el secretario del Ayuntamiento ripense, Luis Herrero, ocupaba también la plaza de profesor, de forma interina y con la ayuda de Esteban Quintana, maestro sin título que le relevó en el puesto.

Durante las dos últimas décadas del siglo XIX y las tres primeras del XX, Rivas vivió un trasiego de enseñantes cuyas expectativas no se correspondían con la dura realidad de las condiciones de vida en las parcelas, y abandonaban a los pocos meses. Sólo entre 1885 y 1888 desfilaron por el territorio hasta nueve docentes.

Con todo, desde los años 80 del pasado siglo, el compromiso del municipio con la educación ha ido creciendo con la población, hasta llegar a los 31 centros de la actualidad, y a la espera de la construcción del último en el joven barrio de La Luna.

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