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Lorenzo Silva: «El novelista es mal juez de su obra»

Entrevista con el autor de 'La flaqueza del bolchevique', novela llevada al cine y teatro, que se representó en Rivas el pasado 7 octubre.

Lorenzo Silva:
El escritor Lorenzo Silva.

Entrevista: Nacho Abad Andújar

Mariano Rajoy, Pablo Iglesias o Alfredo Pérez Rubalcaba figuran entre sus lectores. Ha forjado un héroe literario inédito de novela negra, el guardia civil Bevilacqua. Lo creó hace 18 años. Con él ha ganado el Premio Planeta (‘La marca del meridiano’, 2012) y el Premio Nadal (‘El alquimista impaciente’, 2000).

Pero entre crímenes y sagaces investigaciones, el escritor Lorenzo Silva (Madrid, 1966) también publica novelas como ‘La flaqueza del bolchevique’ (1997), su libro más traducido, llevado al cine en 2003, con la película interpretada por Luis Tosar y María Valverde, y ahora al teatro. Sobre las tablas, Susana Abaitua y Adolfo Fernández, que comparte dirección con David Álvarez, responsable de la adaptación escénica.

La obra se representa en el auditorio Pilar Bardem el viernes 7 de octubre (20.00, 12 euros). Un texto descarnado que recrea el amor imposible entre un ejecutivo áspero y desencantado y una adolescente tan hermosa que debió conocer a Botticelli «porque en otra vida lo obligó a pintarla en todos sus cuadros», se lee en la novela. Una historia con final sombrío.

Como dijo Almudena Grandes al pasar por Rivas con su ‘Atlas de geografía humana’, también adaptado al cine y teatro, sólo falta convertir su libro en un musical.

O en videojuego. Es mi novela con más versiones. No sólo porque tiene bastantes traducciones a idiomas variopintos como el ruso o el checo, sino porque ha tenido esta doble adaptación escénica y cinematográfica. Es curioso, porque se trata de una obra muy literaria, con mucho peso del texto y las palabras. No está concebida con una dimensión audiovisual ni como una narración dramática. De ésta, que es mi obra más versionada, habría dicho al escribirla que es la menos versionable. Seguramente el autor es mal juez de su obra.

Que 20 años después de su escritura la novela se haga teatro revela su fortaleza literaria.

Sorprende esa vitalidad en los tiempos que corren, donde la vida media de un libro son dos meses. Es una novela que no sólo sigue versionándose, sino reeditándose cada año desde que apareció en 1997. Es curioso que una novela como ésta, una historia contemporánea, con un escenario muy concreto como Madrid, se mantenga en estos tiempos que traen tantas mutaciones y tan precipitadas. Hay elementos de esta obra más de actualidad ahora que hace 20 años.

Por ejemplo, el protagonista es un banquero de inversiones.

Hace 20 años, nadie sabía lo que era un banquero de inversiones, seres que maniobran en la sombra. Desde Lehmans Brothers, todos sabemos qué es un banco de inversiones porque hemos adquirido ese conocimiento a un alto precio. Otro tanto sucede con la filosofía de la obra: ¿la sociedad que vivimos ofrece oportunidades a sus individuos para desarrollar sus aspiraciones o se sirve de ellos como piezas desechables de un engranaje que es lo que importa mantener a toda costa?

Dice del libro: »Lo escribí en un tiempo donde veía demasiada complacencia a mi alrededor, cuando por debajo de una aparente prosperidad económica había muchas cosas profundamente decepcionantes».

Es el trampantojo sobre el que se sostiene la economía financiera. En el mundo hay activos financieros que no sé por cuánto multiplican el valor real del mundo. Hemos dejado que una serie de ficciones suplanten a la realidad, pero son ficciones demasiado consistentes. Ahora todo el mundo se echa las manos a la cabeza con lo que nos ha pasado, cuando era muy esperable y predecible. Había mucha gente traficando con valores adulterados, saltándose las reglas y tomando atajos. Cualquier ciudadano de este país, salvo que viviera en una cueva, lo veía: las corruptelas, las trapacerías, las prestidigitaciones de todo tipo. Una sociedad así está condenada a que el castillo de naipes se venga abajo.

Atajos y trampas muy de novela negra, su género predilecto.

Tal vez haya que preguntarse por qué la novela negra es el género literario de moda en estos tiempos. Es la única manera de narrar un descarrilamiento con un trasfondo, en muchos aspectos, criminal, como son las estafas y las maneras con que se genera y circula buena parte de la riqueza del planeta. Y son criminales los que sostienen las finanzas de este mundo. Buena parte de la proporción de masa de dinero que circula y se refugia en paraísos fiscales proviene de la actividad delincuente. Con lo que, probablemente, este mundo sólo lo podamos contar a través de una novela negra.

Novela negra que cada vez toca temas más sociales: en su caso, corrupción (‘La marca del meridiano’) o la guerra de Afganistán (‘Donde los escorpiones’).

Porque los crímenes no son experimentos de laboratorio, acciones que una persona produce en el vacío o gratuitamente. Tienen motivaciones, circunstancias que los favorecen, cómplices, encubridores. Para entender todo eso, la novela negra no tiene más remedio que mirar a ese trasfondo social del crimen que explica, en buena medida, que se cometa. Uno de los crímenes que más me perturba e inquieta, porque sucede a plena luz del día y en todas nuestras ciudades, es el de la trata de mujeres para explotarlas sexualmente. Ese crimen está ahí porque hay una serie de criminales que ganan dinero practicándolo, pero tienen una gran ayuda: la tolerancia de una sociedad que consume con regularidad ese servicio y lo persigue con tibieza.

Ha reconocido que en escena se le ha hecho más patente la crudeza de su texto. ¿De verdad sorprende al novelista escuchar lo que escribe?

El libro es, en buena medida, los pensamientos de un hombre que, en la intimidad de su propia mente, se dice a sí mismo todas las barbaridades que le pasan por la cabeza. Un hombre muy descontento con su vida, que se ha decepcionado profundamente a sí mismo, y con un discurso muy áspero y grosero. Eso el texto literario lo sostiene, porque dispones de otros recursos y suena el silencio en la cabeza del lector. Pero cuando sale un señor a encarnarlo al escenario, comprendería que, durante la primera media hora, alguien se levantara y apedreara al protagonista. Es un ser manifiestamente apedreable. Luego, el transcurso de la novela y de la obra tratan de mostrar por qué este hombre se pronuncia y se conduce así. Y descubres facetas de él que te ayudan, incluso, a enternecerte. El final de la obra es muy conmovedor.

‘Los cuerpos extraños’ (2014) y ‘La marca del meridiano’ (2012), dos libros leídos y citados por Rajoy.

A mí eso me honra. Hay quien considera que es un desdoro que te lea una persona que no es extraordinariamente lectora, pero la literatura a la que aspiro es la que pueda ser leída por un lector pertinaz y exigente y por otro que no lo sea tanto. La gran literatura nos interpela a todos. Y algo que me gusta más todavía es que me lea gente que no está de acuerdo con lo que puedan ser mis ideas políticas. Que yo sepa, me lee Rajoy, porque lo declaró, pero también lo ha manifestado Pablo Iglesias, cuyas ideas políticas tampoco profeso. Y en su momento, Alfredo Pérez Rubalcaba. Me parece magnífico que personas con visiones tan dispares de la vida puedan acercarse a mis libros. Eso quiere decir que, por lo menos, en algo he acertado, en no hacer una literatura sectaria o que exija un carné para ser leída.

Se define como «republicano, de izquierdas e independiente».

En este país, la independencia es algo que, cada día que pasa, descubro es más valiosa. Pero no me escondo. Soy republicano. La monarquía me parece un sistema político irracional en nuestro tiempo. Soy de izquierdas, vengo de donde vengo y uno debe ser leal a su gente. E independiente porque soy incapaz de aceptar los sistemas de disciplina y sumisiones.

Republicano de izquierdas que ha creado un héroe literario, el guardia civil Bevilacqua: usted ha hecho por la benemérita más que cualquier campaña de publicidad.

He de decir que hay guardias civiles republicanos y de izquierdas. Y más de los que la gente se cree. Los que han hecho mucho por el cuerpo son los agentes que cuando te paran para ponerte una multa lo hacen con educación, que cuando te quedas tirado en una carretera nevada aparecen derrapando con el Nissan Patrol o que cuando hay que detener a seis alcaldes del partido del Gobierno por corrupción van y los detienen. Eso ha hecho más por la guardia civil que mis libros.

¿Pero le habrá llegado el agradecimiento del cuerpo?

Hay una corriente de cordialidad. Me acerqué como tema estrictamente literario, porque eran personajes interesantes e inéditos, que nadie había explorado. Cuando empecé a pensar en el tema, me di cuenta de que mucha gente no se metía por miedo a que los consideraran no sé qué cosas. Para mí era un desafío estrictamente literario. No tengo ningún vínculo con la guardia civil. En estos 22 años que llevo escribiendo sobre guardias civiles y tratando con muchos, he aprendido a valorarlos como uno de los colectivos e instituciones más dignas y eficaces de este país. Ojalá éste tuviera, como calidad media, su nivel de profesionalidad y de sentimiento de vocación de servicio a los demás.

«No es lector alguien que lea menos de un libro al mes». ¿Con cuántos puede usted?

Depende de lo que me dejen. El mes pasado, unos veinte. Pero no todos los meses son tan buenos. Estaré en un promedio de 15.

¿En qué anda metido ahora?

En otoño se publica un libro de cuentos, ya escrito: ’Todo por amor y otros relatos criminales’, 102 historias de crímenes tomadas de la realidad. Ahora estoy con una novela histórica, que saldrá en primavera, ambientada en la España de la primera mitad del siglo XX. Sin título y de la que de momento no quiero decir mucho.

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