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Carmen Campos y sus novelas habladas

Esta vecina afectada de ceguera ha impulsado un particular espacio literario para personas mayores en el que los libros no se leen, se escuchan.

Carmen Campos y sus novelas habladas

Texto: Patricia Campelo

Acompañada de su perra guía, Haika, Carmen Campos Torres, madrileña de 74 años, genera cada semana durante dos horas un espacio de intercambio de historias habladas.

Se trata del taller de audiolibros que ella ¿con un 97% de pérdida de visión- organiza desde hace dos cursos. Ávida lectora auditiva, la Concejalía de Mayores le planteó liderar un taller para escuchar narraciones, pensado tanto para personas con problemas de visión como para quien deseara oír novelas.

A ella, estas lecturas especiales le sirvieron de refugio en una etapa triste de su vida, y sumergirse durante horas en los relatos imaginarios de los libros le proporcionó terapia psicológica.

«Los audiolibros me sacaron adelante. Y siguen siendo mi refugio cuando estoy triste o aburrida. Siempre tengo un libro empezado y encuentro compañeros que me recomiendan algún título. Siempre hay un libro que leer», defiende.

Comprobadas las bondades de la lectura, Carmen pensó que sería bueno motivar a la gente mayor, y buscó libros libres ¿los que le presta la ONCE solo puede utilizarlos para uso personal- que pudiera traer al taller.

Una amiga le facilitó una colección con una treintena de títulos. Su objetivo último es dar a conocer esta otra opción de acercarse a la letra escrita.

«Antes venía al taller de Memoria, y había personas que leían muy mal, incluso de mi edad, pero que les gustaba la lectura. Pensé que necesitaban enterarse de que existen los audiolibros. No es sólo para gente que no ve, sino para quien le gusta leer pero no lo hace bien», asegura Carmen.

Así se puso en marcha la actividad de audiolibros en el centro Concepción Arenal, al que suele acudir Carmen por la cercanía con su vivienda, en la zona del Santa Mónica. Pero el primer día arrancó con cierto despiste.

«Se apuntaron 14, pero se fueron todos los que veían porque pensaban que cada uno iba a leer un fragmento de un libro y el resto escuchar», relata. Pero Carmen insiste en explicar que este espacio es sólo para la lectura escuchada. «Es lo más parecido a leer», refiere sobre el sintetizador de voz que utiliza, un dispositivo que reproduce una sola voz, sin efectos, melodías ni dramatización narrada, con distintas duraciones, de ocho a 16 horas.

«No es una obra de teatro», define la que fuera mecanógrafa de la Estándar Eléctrica, retirada tras contraer matrimonio, «dejar de trabajar al casarte era lo que se llevaba», apostilla.

Ahora Carmen cuenta con dos oyentes: José, de 97 años, y María Isabel, de 94. «Les gustan las historias que puedan situar en el tiempo e identificar. Hemos escuchado relatos de la posguerra, y otro sobre los bebés robados. Después hacemos una minitertulia, y cuentan cosas que sucedieron en sus pueblos. Pasamos un rato agradable».

El pasado abril, durante el Mes del Libro, Carmen participó en un encuentro de asociaciones con el profesor voluntario de inglés, Edgardo Barros, para dar a conocer la actividad y que se sumen más personas. «Se puede despertar el hábito de lectura a través de los audiolibros. Y es si te gusta leer, es más cómodo llevarlos si vas, por ejemplo, en el metro», aconseja.

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