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El regreso ‘por aire’ del aviador republicano

Historia de Andrés García Calle, jefe de la aviación republicana en la batalla del Jarama. En 2006 sus restos fueron esparcidos desde el cielo ripense.  

El regreso 'por aire' del aviador republicano

Reportaje: Patricia Campelo  Fotografías: donación de Agustín Sánchez Millán al Archivo Municipal.

El 27 de noviembre de 2006, una avión de transporte táctico propiedad del Ejército del Aire surcaba el cielo ripense. A bordo, una familia: mujer y tres hijos. El padre, sus restos, en el interior de una urna funeraria. En un momento del trayecto, cuando la aeronave planeaba sobre el río Jarama a su paso por la finca ripense de El Piul, el hijo mayor, Andrés, amarrado por unos arneses color amarillo, se sitúa frente al portón trasero abierto y esparce las cenizas de su padre.

Se cumplía así la última voluntad de Andrés García Calle, jefe de las escuadras de la aviación republicana durante la Guerra Civil, fallecido durante su exilio en México, en 1973.

Sus restos, conservados durante 33 años, regresaban al lugar elegido gracias a este gesto familiar que cerró el círculo de un recuerdo: el de la Batalla del Jarama, episodio bélico en el que García Calle tuvo un especial protagonismo, y cuya participación activa pagó con el destierro.

El próximo 6 de febrero se cumplen 80 años del inicio del primer enfrentamiento a campo abierto de la Guerra Civil, un acontecimiento que tuvo lugar en tierra ripense, donde se situaron las dos líneas del frente bélico, provocando el éxodo de la población y la destrucción de instalaciones y terrenos.

La historia sitúa los hechos a partir de la ofensiva preparada por el ejército sublevado franquista para tomar la región madrileña. La misión de los militares golpistas para este combate incluía el bombardeo del puente de la Paz, de la finca de El Piul y la prohibición de circular por la carretera de Vaciamadrid a Vallecas.

Además de la flota de aviones, el ejército del dictador Franco contaba con el apoyo de la aviación italiana de Mussolini y de la Alemania nazi de Hitler. Las líneas de defensa republicanas sumaban, por su parte, la ayuda de más de 35.000 brigadistas que fueron llegando de países de todo el mundo. En febrero del 1937, el conflicto alcanzaba ya un carácter internacional.

En ese contexto desempeñó su labor García Calle, quien había obtenido su licencia de vuelo como piloto privado para después presentarse voluntario en la aviación republicana. «Tras un periodo de instrucción básica, llegó a la Escuela de Vuelos y Combates de Alcalá de Henares, de la que sale destinado, a principios de 1930, con la graduación de cabo», ha documentado la Sociedad Benéfica de Historiadores Aficionados (SBHA).

La sublevación militar del 18 de julio de 1936 le sorprendió en la base aérea de Getafe. «Cuando finaliza ese mes, había volado 82 horas e intervenido en numerosas operaciones y combates», describen.

En noviembre de ese año, García Calle se preparaba para la defensa de Madrid. En febrero del 37 ya era el capitán en la aviación republican y responsable de la 1ª escuadrilla de Chatos (aviones Polikarpov I-15).

Sus méritos a la hora de frenar el avance de las tropas franquistas hacia la capital le valieron su hueco en la historia. Fue trasladado a la escuela de Kirovabad, en Rusia, para entrenar futuros aviadores, y regresó en febrero de 1938, encargado de la defensa de Barcelona.

«A finales de ese año fue ascendido a comandante y se le confió el mando de la aviación de caza de la República», informa la SBHA. Al concluir la contienda, García Calle sumaba once «victorias aéreas», y la condena de un exilio obligado. Junto a cientos de españoles, se afincó en México. Falleció en 1973 en Cuba.

El militar dejó plasmadas sus experiencias en el libro ‘La aviación de caza en la guerra española. Mitos y verdades ‘ (Ediciones Oasis, 1973) donde explica, entre otras cosas, por qué le conocían por el apellido ‘Lacalle’, en lugar del verdadero, ‘Calle’.

«Esta confusión, que yo contribuí a crear, tuvo su origen en el famoso cabo Porres, influyente y máxima autoridad de todos los reclutas en la primavera de 1929 en la base aérea de Getafe», describe en la publicación. Este cabo le sugirió transformar su segundo apellido para que coincidiera con el de un importante capitán de la base, con las ventajas que le podría atribuir que la gente le confundiera con el sobrino de una personalidad.

LA AVIACIÓN, DESTINO SOLICITADO

Pilotos, mecánicos, ametralladores o soldados integraban uno de los servicios que más solicitudes recibía por parte de la juventud implicada políticamente y concienciada en defender la legalidad vigente antes del golpe de estado. «Teníamos 18 años. ¿Qué hubierais hecho vosotros?», se preguntaba Antonio Vilella, mecánico de la aviación, en el documental ‘Vuelo a Shangri-la’ (Jorge Moreno, 2011).

Este barcelonés relató entonces que tras conocer por la radio los primeros «movimientos de los militares sublevados» trasladó a sus padres su deseo de ir a Zaragoza con sus amigos, que ya estaban allí «cargando camiones con escopetas».

Durante la transición, los aviadores que prestaron servicio al Gobierno de la República durante la guerra reivindicaron su condición de antiguos militares y las correspondientes pagas o pensiones, que no llegaron hasta adentrados los años 80.

ACTOS POR EL 80 ANIVERSARIO

Rivas se prepara para los actos del 80 aniversario de la Batalla del Jarama, un enfrentamiento que logró detener y ralentizar el avance de las tropas franquista a Madrid. El viernes 17 de febrero está previsto un acto de homenaje en el auditorio municipal Pilar Bardem, con representantes del mundo de la cultura y del activismo.

El sábado 18: la décima edición de la Marcha del recuerdo, por la zona donde se desencadenó el combate. Y por la tarde, fiesta y concierto.

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