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David López, astrofísico: descubridor espacial

Este antiguo alumno del instituto Las Lagunas, donde se le despertó la vocación, trabaja como astrofísico en los observatorios de Canarias.

David López, astrofísico: descubridor espacial

Texto: Patricia Campelo Fotografia: Luis García Craus

Después de cinco años de carrera, uno de máster, otro más trabajando de profesor particular o «en lo que salía», hoy, el ripense David López Fernández-Nespral se gana la vida observando la luz de las estrellas.

Este licenciado en Ciencias Físicas y máster en Astrofísica, de 27 años, logró en 2014 una de las plazas del Ministerio de Educación para estancias en instituciones de investigación, en concreto, en una de las más importantes del mundo: el Instituto de Astrofísica de Canarias.

«Me planteé irme fuera porque, por desgracia, la investigación en España está muy complicada; el Gobierno da muy poco dinero», lamenta.

Pero él se hizo hueco en un centro de referencia, en el que trabaja día a día con personal científico de distintos países europeos que llegan buscando observaciones espaciales desde el limpio y despejado cielo canario.

Científico por vocación, identificó un posible futuro laboral relacionado con la física durante las clases de su instituto público de Rivas, Las Lagunas. Y hoy en día continúa los métodos que allí aprendió, de la mano de su profesor Fernando de Prada, divulgando conocimientos de una forma práctica.

«No sólo explicaba con fórmulas o teorías algo que puede ser aburrido; nos enseñaba que se pueden comprender las cosas prácticas del día a día a través de la física. Así aprendes mejor. Ahora, cuando yo doy charlas divulgativas o actividades en colegios trato de seguir su ejemplo para transmitir a los chavales la vocación», reconoce.

Vecino del barrio de Covibar desde niño, David reside en las islas Canarias desde que le concedieron la plaza de cuatro años en el centro de investigación. En 2018 concluye su estancia y, con el currículo sólido que le habrá aportado esta experiencia, aspirará a seguir con sus investigaciones en otros países.

«En España no podré quedarme, no dan dinero para proyectos. Me iré fuera, a algún país dentro de la Agencia Espacial Europea, hay muchas instituciones», avanza. Mientras, apura su estancia dedicado al estudio de las atmósferas de exoplanetas, cuerpos que orbitan estrellas distintas al sol.

«Buscamos indicadores de vida, elementos químicos que puedan ser parecidos a los de la tierra», aclara. Sobre esta temática, David impartió una charla divulgativa el pasado septiembre en el centro social de su barrio, Covibar. «Lo bueno de la física es que está en continuo movimiento, que puedes aportar ideas nuevas», defiende. Sus rutinas laborales pasan por las oficinas del instituto canario en Santa Cruz de Tenerife.

Allí, David analiza las imágenes tomadas por los grandes observatorios de Roque de los Muchachos, en La Palma, a 2.396 metros sobre el nivel del mar, y el del Teide, a 2.390 metros. «Una semana vamos a los observatorios a recoger datos. Dormimos de día y trabajamos de noche. Después bajamos a tierra firme y estudiamos esa información a través de ordenadores», detalla. «

Sólo somos capaces de recoger la luz de las estrellas o los astros y, a partir de ahí, la canalizamos y sacamos conclusiones».

En la isla de La Palma se encuentra el mayor telescopio óptico del mundo. Una noche de observación, según relata David, cuesta 30.000 euros. Pero la inversión tecnológica en el campo de la astrofísica conlleva después una repercusión práctica.

«Es necesario saber cómo funciona esa tecnología, la más avanzada, que nosotros aprovechamos para estudiar el cosmos. Después ese conocimiento se aplica, por ejemplo, a la medicina. O en los navegadores de los coches, que se han probado primero en un telescopio. Se invierte mucho dinero pero también se aprovecha», defiende.

VIDA FUERA DE LA TIERRA

Las predicciones fruto de algunas investigaciones astrofísicas en las que trabaja David revelan la evolución de la tierra. «Estudiamos distintos sistemas planetarios y sabemos que van a evolucionar de cierta manera. Así podemos entender hacia dónde vamos o cómo se desarrollará nuestro sol y tierra del día de mañana», concreta el científico sobre unos pronósticos tomados con escalas de tiempo de miles de años.

«Para el universo, 100 años no es nada, ni un segundo; pero es la única manera de que el cosmos nos de esa información». La finalidad última de estos estudios: hallar otros tipos de vida: «A día de hoy se sabe que el contacto directo con otras civilizaciones alienígenas, con las tecnologías que tenemos, es muy complicado. Pero sí podemos encontrar algún planeta que esté en la zona de habitabilidad, donde se pueda encontrar vida».

Ahora, el equipo en el que se inscribe David ha descubierto una exotierra que orbita en el periodo de un año alrededor de una estrella similar al sol: «Cada día se descubren nuevos planetas pero lo interesante es que se puedan encontrar condiciones de vida similares a las de la tierra. En este último descubrimiento, se ha podido deducir que tiene carbono».

Las observaciones que realizan este ripense astrofísico y su equipo se detienen en las atmósferas. Hasta el momento, no se puede mirar dentro. «Hay telescopios que se dedican a estudiar las emisiones en radio. Si quisiéramos ponernos en contacto con otra civilización, enviaríamos la información a través de antenas como las de radio o televisión, en radio frecuencias, para que sepan que estamos aquí», describe David sobre una hipótesis que él defiende como científico.

«Sé que hay vida fuera porque hay muchísimas estrellas. El problema es el contacto. Se sabe que de aquí a 20 años vamos a descubrirla, pero contactar va a ser muy difícil». E ilustra con el ejemplo del cuerpo celeste más cercano donde se han hallado evidencias, la estrella Alfa Centauri: «La luz tarda 40 años en llegar, viajando a 300.000 kilómetros por segundo. Lo que estamos viendo es el pasado. Incluso si nos pusiéramos en contacto, la información que nos llegara de ellos sería de más de 40 años después de que la hayan mandado, porque las ondas de radio van más despacio».

«Tardaríamos miles de años en llegar a Alfa Centauri, y con unas naves que aún no se han construido», concluye. Hasta entonces, esta realidad queda relegada al cine, donde muchos de los guiones se inspiran en esta línea de investigación del espacio exterior.

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