Texto: Álvaro Mogollo.
Uno de los grandes desafíos a los que se enfrenta el mundo es el cambio climático. Y aunque urgen medidas institucionales de carácter internacional que permitan tener un planeta más sostenible, esa lucha puede iniciarla cada persona. Bajo esa premisa, y tratando de concienciar a la juventud, han surgido algunos movimientos globales que pasan a la acción.
A uno de ellos, el Día Mundial de la Limpieza (#WorldCleanUpDay), se unieron espontáneamente un grupo de habitantes de Rivas. Al ver iniciativas planeadas en múltiples países, un vecino tuvo la idea de emprender una limpieza ciudadana en un paraje local. Poco a poco se empezó a correr la voz. El día elegido fue el sábado 21 de septiembre. El lugar, el entorno de la laguna de El Campillo.
Una de las personas más activas en la difusión de esta propuesta fue Ana Lillo de la Cruz. Psicóloga de 51 años, se enteró del evento a través de las redes sociales. «Lo vi en un mensaje en Facebook, y toda mi familia se unió. Es la primera vez que participamos en algo así, pero dudo que sea la última», afirma.
La realidad medioambiental que descubrieron superó, en negativo, cualquier expectativa: «Llevamos muchos guantes y bolsas de basura, pero nos quedamos cortos. Había una cantidad de residuos que no esperábamos». Fue una acción espontánea que pretendía limpiar y concienciar. Ana se encontró con varias amistades sin saber que asistirían.
Pero lo que realmente llamó su atención fue el impacto que produjo la jornada en las niñas y niños: «Se quedaron muy sorprendidos. Hicieron un gran trabajo, pero además aprendieron mucho porque se dan cuenta de la cantidad de residuos que se utilizan y que desgraciadamente se tiran y no se reciclan».
Alfombras, tapicerías, cañas de pescar, carros de la compra, sillas o mantas son algunos de los elementos que se rescataron. Objetos que demuestran que no solo se acumulan residuos de la gente, sino que, tras consumir un producto, alimento o bebida, los abandona en un paraje natural sin miramientos. Para que un carro llegue a la zona de la laguna, hay que tomarse la molestia de llevarlo expresamente. «Inconcebible», repetían quienes aseaban el lugar.
EL INICIO
Enrique Martín Ojeda, psicólogo y abogado de 49 años, fue el ideólogo de la limpieza de la laguna. Explica el origen de la convocatoria, que ya se ha producido en años anteriores de manera informal: «Se organizó como algo colectivo a través de las redes sociales, por el Día Mundial de la Limpieza. Nos constaba que muchas familias aprovechan sus días de asueto en el campo para recoger plástico y basura que se encuentran sobre la marcha».
«Había más de 50 personas aquella mañana. Por la tarde vimos en las redes sociales que seguía gente limpiando, pero no en la laguna. Este es un asunto de autogestión. Lo esencial es actuar, no importa dónde», sostiene. Para él, limpiar es necesario, pero lo crucial es apostar por un modelo de consumo que genere menos desechos.
Él y Ana, pareja que trata de seguir rutinas ecológicas en su vida cotidiana, apuntan algunas claves: «Debemos impulsar modelos sostenibles en los mercados. Todo el mundo debería llevar envases reutilizables, y que nos dispensaran los alimentos en nuestros propios recipientes». Aseguran que en Rivas existen varios mercados en los que ya se actúa de esa forma.
LA JUVENTUD
Este tipo de acciones resultan indispensables para mentalizar a la juventud. Lo asegura Fran Aguilera Benavente, profesor universitario de 38 años que también participó, junto a su familia. Se enteró a través de unos amigos y pensó que sería una buena ocasión para concienciar a sus hijos. «Me llamó la atención el efecto que les produjo esta actividad. Les resultaba hasta ofensivo ver algunas cosas que había tiradas. Me preguntaban cómo podía la gente arrojar eso ahí».
«Participaremos en más iniciativas porque queremos que nuestros hijos adquieran conciencia ambiental», confirma Fran. Destaca pesarosamente que muchos de los residuos eran fácilmente reciclables: no entiende cómo pueden acabar en parajes naturales.
Una opinión similar comparte Miguel Galera Fernández, de 42 años y que trabaja en control de gestión: «Llevaba tiempo buscando un evento así para llevar a mis hijos y ayudarlos a adquirir conciencia sobre estos asuntos». Al igual que la mayoría, conoció la iniciativa a través de las redes sociales.
«Tuve sentimientos encontrados: por un lado, mucha satisfacción por lo que hicimos entre todas las personas presentes; por otro, pena al ver la cantidad de residuos que había en la laguna», rememora.
INSTITUCIONES
Miguel invita a que se sumen entidades e instituciones en futuras convocatorias: «Si se involucra algún ente público a este tipo de actividades, con algo más de margen de tiempo y un poco de organización, estoy convencido de que con muy pocos medios se podrían lograr grandes resultados». Todo sea por vivir en un mundo respetuoso con el medio ambiente.
