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Casco Antiguo: 60 años de historia (1959-2019)

Rivas Vaciamadrid nació, como la población que se conoce actualmente, el 23 de julio de 1959. Vecinos de aquellos días recuerdan esos orígenes.

Casco Antiguo: 60 años de historia (1959-2019)

Programa cultural y festivo por el 60 aniversario de Rivas Vaciamadrid

«El hambre pasaba por la calle, pero no entraba en casa»

Texto: Eugenio G. Delgado

El hoy conocido como Casco Antiguo ha cumplido 60 años, siendo la zona que dio origen a la actual Rivas Vaciamadrid como ciudad.

En los años 30, la población se llamaba Ribas de Jarama y Vaciamadrid, cuyo antiguo casco quedó devastado en la Guerra Civil tras la Batalla del Jarama. Su reconstrucción se dilató casi dos décadas y se edificó mediante el llamado Servicio Nacional de Regiones Devastadas y Reparaciones (SNRDR), un organismo creado durante la dictadura. Dos décadas después del fin de la contienda bélica, el 23 de julio de 1959, un grupo escolar, la casa del médico, el edificio del Ayuntamiento, la iglesia y 30 casas alumbraron el nacimiento de Rivas Vaciamadrid. Allí empezaron a vivir 250 vecinas y vecinos. Hoy, residen en la ciudad 91.000 personas.

El vecindario pionero vivía en las mismas fincas donde trabajaba, como El Piul, El Porcal o Cristo de Rivas, donde la vida agrícola transcurría al otro margen de la carretera de Valencia, la actual A-3.

LA FINCA DE EL PORCAL

El vecino Luis Gabriel Altares del Cabo vive en Rivas desde su nacimiento el 22 de julio de 1964: «Recuerdo a mi padre conduciendo un tractor en El Porcal, finca donde nací yo. Por aquel entonces, allí vivían más de 60 familias y un gran número de personas acudían a diario a trabajar a la finca. Estas personas procedían de todos los pueblos de alrededor (Arganda, Morata, Chinchón…). La zona del Casco Antiguo hacía muy pocos años que se había inaugurado y empezaban a residir las gentes procedentes de las fincas en las primeras construcciones».

Faustino Díaz Esteban, de 89 años, nacido también en El Porcal, es de los pocos habitantes actuales que sí vivió la inauguración del nuevo pueblo de Rivas Vaciamadrid en 1959.

«No vivíamos mal, pero sí regular. El hambre pasaba por la calle, pero no entraba en casa, ya que, además del trabajo en el campo, teníamos un huertito donde cultivábamos tomates, pimientos y otras verduras. De niño hacía cosas de poca monta, como espantar a las chovas (ave de la familia de los córvidos) de los cultivos o llevar agua a las cuadrillas que estaban trabajando. Había muy buen ambiente, nos conocíamos todos y la inauguración del Casco Antiguo se recibió con alegría porque los que éramos de aquí sabíamos que, por fin, tendríamos un pueblo», contaba Faustino en un reportaje de ‘Rivas al Día’ en septiembre de 2018.

En ese mismo reportaje, Agustín Sánchez Millán, cronista no oficial de la ciudad con su libro ‘Rivas Vaciamadrid. Mi pueblo’ (2002), con posterior edición ampliada en ‘Crónica de Rivas Vaciamadrid (2010), también señalaba cómo «el Ayuntamiento exigió a los dueños de los solares que en un año tenían que haber edificado las viviendas». «Mi padre le compró el terreno a uno que no le daba tiempo a construir y luego levanté yo ahí la casa. En 1970, ya vivía en mi nueva vivienda, por la que pagué 250.000 pesetas, con enganche de agua, de luz y cédula de habitabilidad. Pedí un crédito a Caja Madrid de 100.000 pesetas y me lo dieron a cinco años, a un interés del 12 por ciento», relataba este vecino, fallecido en noviembre de 2016 con 91 años.

LA DUREZA DE LA GUERRA

Faustino y Agustín eran amigos de toda la vida y ambos, nacidos en El Porcal, vivieron las penurias de la Guerra Civil española y la posguerra.

Pasaron su infancia en la finca hasta que la batalla del Jarama, en febrero de 1937, llamó a sus puertas y tuvieron que huir. «Cuando empezó, cerramos las casas y salimos con lo puesto y poco más, porque El Porcal se encontraba en plena línea de fuego», rememoraba el difunto Agustín.

«Llovía y nos pusimos hechos una sopa, ¿te acuerdas? Yo recuerdo, sobre todo, el ruido de las ametralladoras y el rugido de los aviones de guerra», añadía Faustino en el artículo del año pasado. Los dos pasaron la Guerra Civil en casas de familiares, alejados de Rivas. Una vez terminada, regresaron a una tierra minada y agujereada de trincheras y fortines. «Un primo mío murió mientras quitaban las minas. Pasó toda la guerra y, cuando fue a ayudar para limpiar la zona, le explotó una y le mató», lamentaba Faustino.

En el interior de estas grandes superficies de terreno, propiedad de unos pocos terratenientes, los primeros ripenses celebran ya fiestas populares.

«Tengo que decir que en la propia finca se celebraban las fiestas de San Isidro Labrador, pero también se llegaron a celebrar fiestas en el mes de junio, con motivo de San Pedro y San Pablo, en las que se realizaban carreras de sacos, carreras con los pies atados, en definitiva, todo tipo de juegos tradicionales para los más pequeños. Recuerdo también las orquestillas que se ponían frente a la cantina. Ya de más mayor, cuando íbamos de la finca al hoy Casco Antiguo, una de las cosas que nos llamaban mucho la atención era el toro de fuego y los árboles artificiales de la pólvora. Aunque yo no fui nunca muy taurino, el buen ambiente que rodeaba a los encierros hacía que las fiestas fuesen muy integradoras, pues se concentraban familias y amigos de otros pueblos de alrededor. Las limonadas han sido y siguen siendo una de las citas obligadas de las fiestas desde hace muchos años, de las celebraciones que más gente atrae y de las que más gustan. Respecto a las actividades deportivas, he sido partícipe de primera mano de ellas, especialmente del fútbol, pues durante muchos años fui jugador de la ADC Rivas Vaciamadrid y, posteriormente, durante cinco años, entrenador. Siempre he vivido con mucha ilusión e intensidad estos eventos en las fiestas», dice a sus 55 años Luis.

«La gente joven ha existido siempre en Rivas. Siempre ha sido una ciudad joven. Por aquel entonces, nos entreteníamos con la música del organillo los días de fiesta o con los partidos de fútbol «, decía Faustino en el reportaje en ‘Rivas Al Día’.

«En mi infancia, recuerdo que venían muchas personas de otros pueblos a trabajar a El Porcal. Me acuerdo de la cantina y de la tienda de alimentación. También teníamos escuela, un local para la consulta del médico, que iba un par de días por semana, una pequeña iglesia, una finca de regadío, que era como un vergel, con muchos huertos y zonas de árboles frutales. A las personas que allí residíamos, los propietarios de la finca nos cedieron unos terrenos para poder cultivarlos nosotros mismos», explica Luis.

«Viví en El Porcal hasta los 25 años, cuando me casé y me mudé al casco urbano, y aquí sigo. Mi vida diaria se desarrollaba en la propia finca y, los fines de semana, nos acercábamos al ahora Casco Antiguo, pues allí residían mis tíos. Mis recuerdos de este entorno son ya en la adolescencia. Me acuerdo de los bares, la tienda de chuches, íbamos a ver los partidos de futbol de los domingos. Recuerdo también el tren que pasaba por la actual línea 9 del metro. Los domingos coincidía con la misa y recuerdo que por aquella época iba mucha gente de las fincas, la panadería que estaba al lado de la casa de mis tíos¿ Son tantos recuerdos», evoca con nostalgia Luis.

ESPÍRITU FAMILIAR

Rafael Arce Hernando, de la Asociación Vecinal Centro Urbano de Rivas Vaciamadrid, define el espíritu del Casco Antiguo como «vecinal y de pueblo, donde todo el mundo se conoce, donde la gente, cuando se cruza, se saluda, se dan los buenos días, se pregunta por la familia, algo difícil de encontrar en las grandes urbes donde ni los vecinos ni las vecinas se conocen».

Sin embargo, Luis Gabriel Altares del Cabo reconoce que este hecho también ha cambiado con los años: «El entorno tenía un espíritu muy familiar. Recuerdo que las familias, cuando caía la tarde en la época estival, se reunían sentadas en las portales de sus casas con las puertas abiertas a tomar el fresco y a hablar. Ahora esto ya casi no existe porque los primeros en ocupar las viviendas han ido falleciendo o son ya muy mayores y, en muchos casos, han sido vendidas o alquiladas. Es complicado que ese espíritu de las primeras décadas se mantenga, no ocurre en casi ningún sitio, pero es ley de vida».

60 ANIVERSARIO

Para conmemorar los 60 años del Casco Antiguo, la Asociación Vecinal Centro Urbano de Rivas Vaciamadrid ha diseñado una serie de eventos, creándose una Comisión Vecinal compuesta por varias asociaciones vinculadas a la Casa de Asociaciones.

«Durante las fiestas de San Isidro se organizó el concurso de fotografía ‘Ayer & Hoy’, mediante el que se comparaban imágenes antiguas de la ciudad confrontándolas con otras de la actualidad del mismo lugar para comprobar cómo han evolucionado los espacios ripenses. También celebramos un concurso de dibujo infantil y la clásica limonada popular.

Además, el pasado 1 de junio, en el parque San Isidro, se organizó una fiesta, en la que por la mañana las personas jóvenes disfrutaron con carreras de sacos, el juego del pañuelo, tirar de la soga y carreras de chapas, con gran afluencia de niños y niñas y donde los padres y las madres también se animaron a jugar recordando viejos tiempos. La intención era que nuestra infancia conozca a lo que se jugaba antes. Por la tarde, también se celebró una Fiesta Holi -festival de música india con lanzamiento de polvos de colores-, con bastante gente, entregamos los premios del concurso de pintura e hicimos un reconocimiento público y un homenaje a la mujer y al hombre de mayor edad nacidos en Rivas Vaciamadrid», señala Rafael.

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