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Juan Tamariz: «Mi magia es muy jazzística»

Entrevista con el mago, una figura mundial de la cartomagia: actúa por primera vez en el auditorio Pilar Bardem agotando las entradas.

Juan Tamariz:

«La magia española está muy reconocida en el mundo»

Entrevista: Nacho Abad Andújar / Fotografía: Javier de Agustín

Niaarara. Nia na naaa no… Y un violín imaginario. Si tienen más de 40 años, casi seguro que conocen al ilusionista Juan Tamariz (Madrid, 1942). Para mucha gente, el mejor mago de cartas del mundo, el prestidigitador que se coló en las televisiones de media España en los años 70 y 80 popularizando la cartomagia como nadie lo había hecho antes. El mago acturará por primera vez en el auditorio Pilar Bardem de Rivas, el domingo 24 de febrero (19.00; 12 y 15 euros; entradas agotadas). Llega con su espectáculo ‘Magia potagia y aún más’.

Viene con ‘Magia potagia y aún más’. Un título que remite a nuestra más tierna infancia.

Esa fórmula de magia potagia es una forma tradicional de referirse a la magia. Encarna las dos virtudes de este género: la magia, por un lado, y la risa y el juego, por otro. Se trata de un espectáculo para público adulto, pero al que pueden venir jóvenes, niñas y niños.

¿Qué veremos?

Va a haber momentos de asombro, misterio y sorpresa. De decir: esto es imposible. Mucha participación de quien quiera subir a escena. Está entreverado con momentos de diversión y broma. Pero no es un espectáculo de humor, sino de magia con alegría.

Porque usted no es humorista.

No, hago magia con mucha alegría y pasión que trato de transmitir. Para los juegos de naipes llevamos una pantalla y proyector que permiten ver perfectamente desde cualquier fila del auditorio sin perderse nada.

50 años en escena, ¿ha cambiado la manera en la que disfrutamos de la magia?

Ha cambiado a mejor. Cuando empecé, mucha gente tenía reticencias, iba prevenida, como diciendo: a mí no me engañas, a ver si te pillo el secreto. Ahora, no. La gente va a disfrutarlo y gozarlo. A sentirlo como un arte maravilloso que nos retrotrae a la infancia y nos saca el niño o niña que llevamos dentro y que las capas más duras y queratinosas del adulto no dejan salir.

No le gusta mucho la palabra ‘truco’, mejor hablar de juego.

Truco tiene esa connotación de trampa y engaño. Todo arte tiene truco y engaño. Si veo el cuadro ‘Las Meninas’ de Velázquez, ya sé que no hay ninguna niña, infanta o princesa, sino trocitos de pintura. Pero me hago la ilusión de que veo a personas.

Recibió en 2011 la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes. ¿La magia es un arte bello?

Obviamente. La magia es una ilusión, una ficción, que nos transmite, vía emociones, el mundo interior del artista. Cuando alguien va a ver un espectáculo de magia, el mago o la maga transmite su forma de ver el mundo y entender la ilusión, la alegría y la comunicación: su forma de estar ante lo imposible. Todo ello es propio de cualquier arte.

¿Qué momento vive la magia en España?

La magia de España está muy reconocida en todo el mundo. Ahora mismo, hay varios teatritos dedicados exclusivamente a la magia, algo impensable hace unos años. Madrid es la capital mundial de la magia por número de espectáculos en cartel, tiendas especializadas que venden accesorios, bolas o cuerdas que necesite el mago, hay nueves sociedades de magia… Ahora vengo de impartir unas conferencias en Columbus, EEUU. Y siempre te preguntan cómo va todo por Madrid. Yo no creo en los premios artísticos competitivos. No se puede decir es mejor un mago que otro, ni este cineasta es mejor que el otro. Pero en el último congreso mundial de magia, celebrado en julio en Corea del Sur, el gran premio de magia escénica ha sido para el madrileño Miguel Muñoz. Y hace tres años [el congreso es trianual] fue para otro madrileño, Héctor Mancha. Eso da una idea del nivel altísimo en que se encuentra la magia en España.

¿Cómo es el gremio?

Somos una familia gozosa y bien unida. Nos pasamos la vida reunidos, cenando juntos, organizando congresos… Siempre ayudándonos. Si cojo un avión para ir a otra ciudad o país, siempre hay un grupito de magos que te dicen: ¿te has olvidado una baraja, necesitas unas tijeras? Es una maravilla.

Para usted la magia tiene algo de jazz. No sube al escenario con todo cerrado, improvisa.

Mi estilo de magia es muy jazzístico. Empiezo un juego y a la mitad digo dónde voy, porque no había pensado en el final y lo tengo que improvisar y desarrollar sobre la marcha. Y eso me encanta: me obliga a una creatividad y una entrega de mi interior muy grande.

Puede llevar un repertorio de seis horas y, según vea cómo reacciona el público ante el primer número, tirar para un lado u otro.

Los técnicos de luces y sonido de los teatros me chillan siempre: ¿pero cuál es el programa? Pues no lo sé. Sé el primer juego. Y luego voy variando. Pero les pido que no se preocupen. Como el espectáculo es muy relajado, les voy diciendo pon más luz aquí o ponme la música del disco tal. Me gusta sentir en el momento qué es lo que desearía transmitir, y transmitirlo, y no pensar en algo preconcebido.

¿Dónde se encuentra más cómodo: en una sala pequeña o en un auditorio como el de Rivas para 1.000 personas?

Me gustan los dos estilos. Hay veces que hago funciones solo para 35 personas; las menos. La mayoría son en teatros de 400 a 1.200 butacas. La magia se transmite vía las emociones. Y las emociones no conocen de distancias. Puedes emocionar a quien se encuentra en la fila 30 o en la 5.

En 1992 dejó la televisión un poco cansado. Pero gracias a ella, popularizó la magia colándose en las casas de casi toda España.

Yo no estoy en contra de la tele. Estuve 15 o 20 años. Es un medio que tiene ciertas dificultades. Decidí dejarla porque sentí que ya había conseguido lo que buscaba: mostrar una magia de cerca (con cartas, pequeños objetos o monedas) en una época en la que no había casi magia en los teatros. Cuando vi que el público ya conocía, entendía y apreciaba esa magia, opté por hacer lo que sentía más profundamente: la magia en vivo, viendo las caras de los espectadores y sus reacciones sin depender de otros elementos técnicos.

¿Se pasa horas y horas delante del tapete cada día?

Sí, señor. Ahora mismo estoy delante del tapete. Lo tengo perennemente puesto en la mesa. Me siento y procuro ensayar, crear, entrenar, analizar, desvelar, imaginar el por qué de una magia, qué emoción y qué parte de mí mismo quiero transmitir en este juego o el otro, cómo lo va a recibir el público. Como cualquier persona que trabaja, le dedico ocho, diez o doce horas al día. Pero con el goce de trabajar en algo que te gusta.

¿En el escenario, como los buenos músicos de jazz, hasta que el cuerpo aguante?

Tengo para dos reencarnaciones más. Hasta que el cuerpo aguante y un año después. Pienso volver en forma de espíritu mágico al año de irme de este mundo. No será mucho tiempo, solo un ratito, para no dar mucho la lata.

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