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José María Pou: «Interpretar no fatiga»

Entrevista con el actor antes de la representación, en el auditorio Pilar Bardem, de 'La cabra', un texto del estadounidense Edward Albee.

José María Pou:

«En la República, España era un paraíso cultural y teatral»

Entrevista: Nacho Abad Andújar (publicado en el ‘Rivas al Día’ de noviembre de 2007)

Lleva dos años José María Pou (Mollet del Valès, Barcelona, 1944) con ‘La cabra’, pero se acerca el final de una historia que ha durado más que algunos amores y acumula «17 ó 18 premios», ni él mismo se acuerda ya (entre ellos cuatro Max y el Nacional de Teatro 2006). En diciembre aparca el proyecto, pero antes el auditorio Pilar Bardem se abre para acoger el montaje del actor, que a sus 63 años se ha precipitado en uno de los grandes trabajos de su vida, que él mismo ha producido, dirigido y protagonizado sobre un texto del estadounidense Edward Albee.

Después, vendrá la obra de Allan Bennet ‘The History boys’ (aún sin título en español), cuyo estreno en marzo servirá para inaugurar el Teatro Goya de Barcelona. Ahora, a Pou también se le puede ver en los cines, en el último trabajo cinematográfico de Ventura Pons, ‘Barcelona, un mapa’, con un cartel punteado de grandes actrices: Rosa María Sardá, Nuria Espert y María Botto.

‘La cabra’, premios y más premios. ¿Es de esos proyectos que huelen a reconocimiento desde un principio?

Tenía un presentimiento, sabía que era la obra que quería y tenía que hacer. Pero sabía que era una obra de mucho riesgo porque no es de género clasificable. No es comedia, ni drama, ni tragedia. Y es todo al mismo tiempo. La historia es, de entrada, muy rara y nada habitual, un hombre que se enamora de una cabra, un hombre que está practicando el bestialismo o la zoofilia. Todo esto hacía el riesgo muy grande, aunque yo sabía que tenía entre las manos un texto teatral de primera categoría. Y desde la primerísima noche de estreno en Barcelona hace dos años, se produjo no el éxito, sino el acontecimiento.

Es un texto provocativo, diferente: ¿dónde cree que quiso el autor situar al espectador, y dónde los sitúa su montaje?

Si es provocador de algo es provocador de reflexiones. Edward Albee, el gran autor del teatro americano del siglo XX y XXI, se ha descolgado a sus 80 años con un texto que parece escrito por un chaval de 20 por lo que tiene de radical, extremo e insólito. Lo que pretende el autor no es hablar sobre el hecho en sí de las relaciones sexuales con los animales, que merecería una obra aparte, sino, utilizando una situación extrema, provocar la reflexión sobre nuestra capacidad de tolerancia. Albee dice que creemos que vivimos en los tiempos más adelantados del mundo, sin tabúes.

Y no es así.

En este momento, en España, por ejemplo, creemos que ya no hay ningún problema con la homosexualidad y otras marginalidades. Pues no, señores, a nuestra tolerancia todavía le estamos poniendo límites y hay situaciones que no somos capaces de aceptar. Albee quiere que el público vea en un espejo cómo reacciona el entorno del protagonista cuando se entera de la noticia. Y obliga al espectador a reflexionar sobre esta pregunta: ¿Qué haría usted si una persona de su entorno más íntimo un día se descolgara con la noticia de que se ha atrevido a ir un paso más allá de lo normal, rompiendo todas las reglas morales? ¿Se pondría de su lado? ¿Lo rechazaría brutalmente? Lo que plantea el autor es que creemos que vivimos en una sociedad muy segura, que nuestros núcleos familiares establecidos por el matrimonio y familia tradicionales están muy sólidos, pero cualquier pequeño elemento externo puede quebrarlo todo como el cristal.

¿’La cabra’ es uno de los mejores textos que ha caído en sus manos?

Me considero afortunado porque he tenido la suerte como actor de poder mantener un currículo de calidad y hacer textos grandes del teatro universal. Pero cuando cayó este texto en mis manos, vi que éste era el ejemplo claro de lo que me apasionaba para meterme en una aventura de productor y director. Quería sentirme responsable total de un espectáculo.

¿Asusta la posibilidad de que ya no haya textos tan intensos por interpretar?

Asusta. Hay más textos en el gran repertorio del teatro universal, pero es muy difícil encontrarlos escritos ahora mismo vinculados a la sociedad actual. Si hubiera más, habría más autores a la altura de Albee, pero no los hay. Él sigue siendo una piedra única a sus 80 años, el gran autor estadounidense, una vez muertos Arthur Miller y Tenesse Williams. Y en Europa, alguien capaz de escribir un texto como éste, sólo se me ocurre Harold Pinter, también con 80 años. Por desgracia no hay textos tan valientes y, sobre todo, con una carpintería teatral tan correcta.

¿Fatiga interpretar durante 24 meses el mismo personaje?

Interpretar no fatiga. Lo que sí produce cierta angustia es anclarme demasiado tiempo con un único personaje y una función. Ahora se cumplen dos años, y seguiremos hasta final de año. Total, dos años y medio. Lo que me angustia es pensar que hay otros personajes que quiero hacer. Cuando acabe esta aventura, le habré dedicado dos años y medio de mi vida.

Más de lo que duran ciertos amores.

Mucho más que una historia de amor real. Y pienso: en este tiempo podría haber hecho otros tres o cuatro personajes más. Pero no me cansa, porque nunca se repite la misma función. Aún siendo la misma historia y el mismo texto, es imposible que la función sea la misma porque los actores hoy somos distintos de lo que éramos ayer. Llegamos al teatro con un ánimo distinto, y con una carga emocional diferente. Y sobre todo, porque el público de hoy no es el de ayer. Y el público es el que hace y conforma cada función con su disposición desde el patio de butacas.

Y por esa condición de exclusividad, el teatro no puede morirse nunca. Cada función es irrepetible: la ves o no la ves, estás en la sala o no estás.

Exacto. Ése es el gran milagro del teatro, por mucho que se diga ese gran tópico de que está en crisis. Si estuviera en crisis desde que lo vienen diciendo, habría desaparecido. Sin embargo, las salas de cines están vacías casi toda la semana, están cerrando cines, y se abren teatros. En esta sociedad tan fría y tecnificada, el teatro va ser uno de los pocos reductos, y la gente lo está descubriendo, donde uno se siente más humano que nunca y se siente formando parte de un grupo de personas.

Y fomenta una costumbre humana que se está perdiendo: el arte de escuchar, de sentarse, ver, oír y pensar.

Ese arte de no saber escuchar, de vociferar, es lo que está más de moda gracias a los medios de comunicación, televisiones y radios. No hay un invento peor en el mundo de la comunicación que las tertulias y tertulianos. Es lo peor, la gente que peor ejemplo da en este país. No he visto gente que grite tanto, se peleé más y escuche menos. Sería muy saludable para el país dejar de escucharlos.

¿Cómo ve al país?

Lo veo en un momento delicado. He sido toda mi vida una persona de visión progresista, lo que significa de visión de izquierdas, y creo que este país es inteligente. Se ha querido crear desde la derecha durante toda la legislatura una crisis que está fabricada con falsos mensajes. Estoy convencido de que cuando llegue el momento crucial del voto, la gente seguirá confiando en el progresismo. Parece que España está a punto de dar un salto hacia atrás, pero estoy convencido de que eso es imposible.

Y la sociedad española, ¿carece de cultura teatral?

Pero no es de ahora, sino de siempre. Hay países como Alemania, Inglaterra o Francia con una tradición teatral increíble, que viene de siglos atrás y donde el teatro es un hecho cotidiano, de consumo cultural normal. Eso sucedía antes en este país. En la época de la República, España era un paraíso cultural y teatral. Luego eso sufrió una quiebra brutal y nos estamos recuperando, porque España es uno de los grandes países de tradición teatral. Y cuando se habla de crisis se hace por desconocimiento. En los últimos doce años, todos los espectáculos en los que he participado han llenado. Y hago giras donde es una gozada ver al público que viene a vernos. Ahora todas las capitales de provincia y localidades de cierto tamaño tienen su propio teatro con programación estable. Cuando yo empecé en los años setenta, con la compañía nacional María Guerrero, salíamos a las ciudades únicamente cuando estaban en fiestas.

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