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Jonathan Moreno: orgullo de Vaciamadrid

No se siente ripense, aunque lleva toda su vida residiendo aquí. Jonathan Moreno tiene muy claro que en su DNI debería poner nacido en Vaciamadrid.  

Jonathan Moreno: orgullo de Vaciamadrid

Entrevista: José Luis Corretjé Foto: Luis G. Craus.

Treinta y dos años dan para mucho. Al menos así le ha ocurrido a Jonathan Moreno (Rivas, 1986) para quien este lapso de tiempo se ha estirado como un chicle y le ha permitido ejercer de: estudiante; monaguillo; bailaor de sevillanas; candidato dos veces a la alcaldía de Rivas; monitor de Scout; amante de las chirigotas; camarero; coplero; cocinero; aficionado taurino; militante del PP y, luego, fundador de un partido local, Agrupación de Vecinos Independientes de Rivas-Vaciamadrid (AVIVA).

Ahora lleva el timón de la La barraca de Lorca, una taberna bien conocida en el municipio. Podría decirse que Jonathan es un personaje, en el mejor sentido del término. Un ‘person’, como se dice ahora.

Además de la facilidad que muestra para las relaciones sociales, su apertura y buen humor le han granjeado la simpatía de mucha gente. Un simple paseo por el Casco Antiguo en su compañía puede convertirse en un rosario de paradas y charlas con la mucha gente que le conoce y le aprecia.

Este joven de 32 años, recién cumplidos, acumula en su corta existencia una enorme cantidad de experiencias vitales. Todas ellas tienen como denominador común el lugar en el que sucedieron: su ciudad. O su barrio, como él prefiere nombrarlo. «Si alguien llega y me dice que es de Rivas, yo le digo: ‘Tú eres nuevo ¿no?’. Aquí la mayoría de la gente que conozco se siente parte de un barrio: de Covibar, de La Luna, de Pablo Iglesias, de Vaciamadrid…».

A la pregunta de ‘Tú has salido poco de Rivas ¿no?’, responde: «Muy poco. Cuando era pequeño íbamos a Madrid una vez al año para ver las luces en Navidad. Siempre he tenido aquí a mi gente, mis aficiones, mi trabajo. No he necesitado salir fuera para pasarlo bien», confiesa.

Hasta final de los 90 tampoco resultaba demasiado fácil trasladarse a Madrid si no tenías coche propio. «Solo había un bus por la mañana y otro por la tarde», recuerda. El municipio había pasado de tener 600 habitantes, censados en 1982, a situarse como uno de los que crecía a mayor velocidad en España, con un aumento de varios miles de habitantes al año, hasta alcanzar los 87.000 actuales.

Pese a tener más población que nueve capitales de provincia, ¿no es Rivas más un pueblo que una ciudad? «Puede ser. En Rivas nos conocemos todos. A diferencia de lo que pasa en otros sitios, aquí los hijos de los que vinieron en los ochenta han encontrado viviendas en las que quedarse, así que no han tenido que emigrar a Madrid o a otros sitios. Por eso no es extraño que te encuentres por la calle o en el bar con amigos y amigas del colegio, del barrio o de la parroquia», aclara.

«Cuando yo era pequeño, en el pueblo (se refiere al Casco Antiguo) había cuatro casas. Fíjate que no podíamos jugar al escondite porque enseguida te pillaban. Es que no había muchos sitios en los que ocultarte», rememora sin poder ocultar con su sonrisa la nostalgia que le atraviesa la mirada. A los nueve años se hizo monaguillo de San Marcos, la parroquia que sigue ubicada en la plaza 19 de Abril, junto a la Casa Consistorial, y que se construyó en la década de los cincuenta, tras ser el municipio pasto de las bombas durante la Guerra Civil.

SCOUT, TAURINO Y BAILARÍN

A Jonathan también le conocen bien en el único grupo scout que opera en el municipio. En el MB68, que este 2018 cumple sus bodas de oro (50 años de existencia), colectivo en el que colaboró como monitor voluntario.

«Fue una etapa muy bonita de mi vida. Allí pude descubrir un modo diferente de relacionarme con la naturaleza, además de hacer muchos amigos», reconoce. El capítulo de su participación en colectivos ripenses no termina con el MB. «Con la Asociación de Vecinos del Casco Urbano se ha organizado un montón de actividades en Carnaval, las fiestas o en el aniversario de la creación del pueblo».

En esta agrupación vecinal pudo practicar otra de sus pasiones: el baile. «Bailo desde que tenía cuatro años. En la Asociación del Casco aprendíamos y enseñábamos sevillanas». Y salta, de repente, a su infancia: «Yo era un niño muy mono. Siempre le critico a mi madre porque no me supo sacar todo el partido que tenía como artista», dice medio en broma medio en serio.

Otra de sus grandes pasiones es la tauromaquia. «A mí me sentó muy mal que quitaran los toros de las Fiestas. Y me fastidió porque lo justificaron como un recorte económico. Antes de tomar esa decisión podían haber preguntado a la gente, ¿no te parece?».

El Carnaval fue, desde niño, otra de sus debilidades. «Esta afición me viene desde bebé. Nací el 28 de enero y enseguida me disfrazaron de diablo para que participara en el desfile. Con las coplas y las chirigotas tenemos la oportunidad de denunciar con arte lo que pasa en la ciudad y no te gusta».

A los 17 años decide afiliarse a Nuevas Generaciones (NNGG), rama juvenil del Partido Popular, como reacción a los acontecimientos que se vivían entonces en España: atentados del 11-M, elecciones generales y primer gobierno de Zapatero. Poco después resulta elegido presidente de NNGG de Rivas. «Nunca me he considerado de derechas, aunque sí siento la necesidad de comprometerme con lo que sucede en mi municipio».

No tarda en darse de baja del PP. Y explica por qué: «Nunca me han gustado los ‘paracaidistas. En el el PP de aquí, y en otros partidos, han elegido tradicionalmente a gente de fuera, que no tenía ni idea de lo que es Rivas, para encabezar sus listas electorales».

Empeñado en buscar otras vías para representar a su pueblo, decide unirse a un grupo de habitantes del Casco Antiguo y resucitar el partido local que ganó las primeras elecciones democráticas celebradas tras la dictadura franquista, el 19 de abril de 1979.

«Me presenté como cabeza de la lista del AIR, que era la formación con la que Antonio Martínez Vera salió elegido alcalde de Rivas en el 79. Teníamos cosas que decir y las dijimos». Uno de los asuntos que proponían en su programa electoral fue la creación de una ‘zona habilitada’ de ocio nocturno para la gente joven en el recinto ferial del Miguel Ríos.

En las elecciones locales de 2011, AVIVA obtuvo 501 votos; y en las de mayo de 2015, logró 525. Al final, aquellos votos no fueron suficientes para que Jonathan lograra el acta de concejal, así que no le quedó más remedio que retornar a la cocina y a la barra de un bar para seguir ganándose el pan.

La hostelería ha sido la profesión que le ha dado de comer en los últimos años. Mi escuela de cocina ha estado en los fogones de mi casa. Todo lo que sé me lo enseñaron las mujeres de mi familia. Si echa la vista atrás, a Jonathan la vida le ha hecho bastante caso. «Cuando era pequeño yo soñaba ser cocinero o bailarín. Y ahora cocino y bailo», remata divertido.·

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