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Javier Corcuera: «El cine sirve para ser mejores»

El cineasta peruano estuvo en el Festival de Cine de Rivas junto con Chus Gutiérrez o Javier Fesser. Ahora estrena su último documental, 'Invierno en Bagdad'.

Javier Corcuera:

«Ser fatalistas no nos lleva a nada»

Entrevista: Nacho Abad Andújar [mayo 2005]

Su cine rebasa honestidad. Sólo hace documentales. Con el que se dio a conocer, ‘La espalda del mundo’ (2000), impactó y conmovió. Javier Corcuera (Lima, 1967) es un cazador de historias que zarandea conciencias. Su último trabajo se estrena ahora y dará que hablar. ‘Invierno en Bagdad’ es una mirada áspera, aunque esperanzadora, que presta voz a la población civil iraquí que primero padeció una dictadura, sobrevivió a una guerra y ahora malvive en un nuevo desorden que encharca al país del petróleo.

«Me he encontrado un país destruido, pero a pesar del dolor y el trauma, no han conseguido acabar con ellos», explica Javier Corcuera. El autor de ‘La guerrilla de la memoria’ (2001) contesta sentado en una de las butacas del salón de actos del centro cultural garcía Lorca.

Asegura que no tiene pensado, de momento, hacer películas de ficción. Lo suyo es recorrer el mundo y servirnos un puñado de trabajos documentales que captan con maestría y vigor injusticias y desigualdades sociales. Es al cine, sin desmerecer su originalidad, lo que Sebastiao Salgado en el mundo de la fotografía.

Estuvo en Rivas Vaciamadrid el pasado 6 de abril, presentando en En el mundo a cada rato, una película colectiva encargada por UNICEF a cinco directores para que cuenten situaciones de exclusión social padecida en el mundo por la infancia.

El director peruano se volvió a reunir con sus compañeros de dirección –Chus Gutiérrez, Patricia Ferreira, Javier Fesser y Pere Joan Ventura- en nuestra ciudad. No se veían desde el día del estreno. La iniciativa partió del Festival de Cine CreatRivas 2005.

Corcuera rodó su historia Hijas de Belén en la Amazonía peruana. «Descubrí el abandono en el que se encuentra esa zona de mi país. Constaté como se están perdiendo lenguas y culturas», resume este hombre de 38 años que vive en uno de los barrios madrileños con más sabor, La Latina.

P. ‘En el mundo a cada rato’ retrata la situación de la infancia. 270 millones de niños atrapados en el trabajo infantil, un millón fallece por paludismo, 600 millones de pequeños y pequeñas viven en la pobreza absoluta… ¿se puede no ser fatalista?

R. Los datos son dramáticos y estremecedores. Pero ser fatalistas no nos lleva a nada. Evidentemente, hay que ser realista y saber bien quiénes son los responsables de lo que está pasando. Ser conscientes de la injusta repartición de la riqueza del mundo. Teniendo eso claro, aunque los datos sean tan adversos, hay que intentarlo todo.

P. ¿Y quiénes son esos responsables?

R. Creo que es muy evidente la situación a la que el mundo rico ha llevado al resto del planeta. No sé si hay voluntad política por parte de los que tienen en sus manos cambiar las cosas. Probablemente sea algo lento, pero la esperanza siempre existe.

P. Viajó hasta tu país, Perú, a Iquitos, para contar la historia ‘Hijas de Belén’. ¿Descubrió algo nuevo en ese viaje?

R. Todo ha sido bastante nuevo porque no conocía el mundo de la Amazonía. Había estado de forma superficial Pero no conocía la selva de Perú, el abandono en el que se encuentra ese sector del país y su infancia. He descubierto todo el universo mágico de la Amazonía, esas naciones que están desapareciendo.

P. Javier Corcuera, la conciencia del mundo. ¿Para qué sirve el cine?

R. Como el arte en general, sirve para ser mejores. Si después de leer un libro, ver una película o visitar una exposición de pintura te llevas algo y eres algo mejor, entonces el arte ha sido útil. El cine es un arte que se puede poner al servicio de unas cosas o de otras. Los estadounidense lo saben muy bien. Es un medio de comunicación masivo, influyente, delicado, que se puede hacer mucho con él. El cine puede ser útil para incidir en realidades como ésta, para llamar la atención, sensibilizar y reflexionar. También es entretenimiento. Pero aunque sea entretenimiento, siempre hay una reflexión detrás cuando es una buena película.

P. ¿A qué se debe este auge de los documentales, un género tan necesario, pero tan olvidado en la historia del cine?

R. En realidad es una normalización. Es habitual ver en Francia, Alemania o Holanda una situación así desde hace 20 años. En España ha pasado hace poco, y con cierta fuerza. Hay muchos directores jóvenes nuevos que están haciendo documentales en sus operas primas. Pero el panorama no es muy halagador, porque no hay ayudas ni apoyos para estos trabajos. Todo lo que está surgiendo es del empeño y las ganas de la gente.

P. ¿Para cuando una película de ficción?

R. Acabo de finalizar un largometraje documental, Invierno en Bagdad, que se estrena ahora en el Festival de Málaga y se emitirá en TVE en un estreno especial. De momento no tengo ningún proyecto de ficción. Todos son documentales, docuficción o película de no ficción, como quieras llamarlo, porque ahora en realidad los géneros se mezclan mucho, no se sabe donde está el límite. Del Invierno en Bagdad no sabría decir si es un documental o no. Tiene un pie en cada lado. Tienen una estructura dramática cercana a la ficción.

P. ¿Y cómo es el invierno en Bagdad?

R. Es una película contada desde la población civil. Recoge un abanico amplio de personajes: un ama de casa, una maestra, un desempleado, un niño de la calle. Todos, víctimas de la guerra. Algunos, víctimas directas de los bombardeos. Me he encontrado una situación desoladora, un país destruido, pero una población con fuerza y resistencia. A pesar del dolor y el trauma, no han conseguido acabar con ellos.

P. ¿Se sienten un país ocupado?

R. Sí. La situación de ocupación es evidente. Y el sentimiento, también.

P. ¿Tienen mejores condiciones de vida ahora?

R. Las condiciones de violencia y de vida son peores que antes. No es que haya ninguna añoranza por el régimen anterior. Es un país complejo. Pero desde donde yo cuento la película, desde la población civil, se vive en una situación de impotencia, de país ocupado y humillado. Y en el caso de los protagonistas de la película, se sienten muy solos. Nadie se acuerda de ellos.

P. Es autor de ‘La guerrilla de la memoria’, documental que recupera la historia de los maquis. Vivimos tiempos donde prosperan trabajos que abordan la recuperación de la memoria histórica. Pero llegamos casi tarde, los protagonistas se mueren.

R. Llegamos tarde y al límite. Por ejemplo, ‘La guerrilla de la memoria’ se ha hecho en el último minuto, porque quedan pocos supervivientes. Uno ha muerto ya, después de su estreno. El rodaje fue muy bonito. Es emocionante convivir con guerrilleros y guerrilleras de tendencias políticas diferentes, unos comunistas, otros socialistas y otros anarquistas, pero con la capacidad común de darlo todo por los demás en un momento de la historia. Entregaban sus vidas y las de sus familias. Familias enteras que se iban al monte. Es cierto, llega tarde, pero aún estamos a tiempo.

P. Ha promovido, también, el Festival de Cine del Sáhara. ¿Qué se aprende de un pueblo condenado al ostracismo y a vivir en los confines del desierto durante más de 25 años?

R. En realidad, el Festival es un pretexto para aprender, para acercarnos a esa realidad y compartir. Empezó como una locura. Hicimos un viaje para hacer una película documental y acabamos organizando un festival de cine, que nos pareció más interesante. Empezó como un sueño, con la idea de llevar cine al desierto. Cogió forma e importancia, no sólo a nivel mediático. Se convirtió en un punto de encuentro para la gente de la comunicación que quiere entender esa realidad y contarla. Este año hemos creado la primera escuela de cine del pueblo saharahui, con cámaras y mesas de edición. Así y los jóvenes podrán contar con sus historias.

P. Como latinoamericano, ¿son una esperanza los nuevos gobiernos de Brasil, Argentina, Venezuela, Uruguay y Ecuador o se trata simplemente de un espasmo temporal que poco podrá cambiar?

R. Hay un aire progresista. Hemos pasado del neoliberalismo fundamentalista a una ilusión de progresismo. Creo que hay posiciones importantes dentro de estos gobiernos. Me parece interesante el trabajo que está haciendo Chávez [presidente de Venezuela] y su empeño de dar una salida continental a los problemas que vivimos. Al fin se está poniendo el acento en eso. También es interesante lo que ha pasado en Uruguay [por primera vez gobierna la izquierda]. Esperamos que no se trate sólo de abrir la ventana para que entre un poquito de aire.

P. Pero la población malvive en la misma miseria que hace veinte años.

R. La situación es tremenda, y requiere cambios radicales, cosa que no se está haciendo. La situación está tan al límite que la máxima aspiración de un gobierno de un país gigantesco como Brasil es el Plan Hambre 0. Para mí lo más interesante es esa idea de que no existen salidas nacionales a los problemas. O hay unidad o no hay futuro.

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