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Kiti Mánver: «No sería actriz si no hiciera teatro»

Chica Almodóvar, un Goya ('Todo por la pasta') y colosales interpretaciones teatrales. La actriz es una de las invitadas al Festival de Cine de Rivas.

Kiti Mánver:

«Rara vez ves a un político en el teatro»

Entrevista: Nacho Abad Andújar [abril 2005]

Chica Almodóvar en cuatro películas del director manchego, un Goya por su actuación en Todo por la pasta y colosales interpretaciones teatrales (Divinas palabras o Bodas de sangre) adornan la carrera artística de Kiti Mánver (Antequera, Málaga, 1953). La actriz andaluza es una de las invitadas al Festival de Cine de Rivas CreatRivas.

El miércoles 6 de abril participa junto con Juan Luis Galiardo, su compañero de reparto en ‘El caballero Don Quijote’ (Gutiérrez Aragón), en una de las secciones del certamen. Ambos charlarán sobre la relación entre el cine y la obra cervantina.

«Soy madrugadora, aunque actriz.», dice por teléfono Kiti Mánver desde la habitación de un hotel en Málaga. Su voz suena risueña y alegre. Esta mujer acumula en su biografía artística más de 30 películas (‘Mujeres al borde…’, ‘Habla, mudita’, ‘La flor de mi secreto’ o ‘Todos los hombres sois iguales’) y un repertorio teatral meritorio.

Los ripenses pudieron disfrutar de su talento el pasado mes de diciembre, cuando el Auditorio programó La retirada de Moscú, una obra con la que está recorriendo medio país y que la tendrá ocupada hasta finales de año. Ahora, quien quiera escucharla, puede hacerlo el miércoles 6 de abril, a las 20.00 horas, en el centro cultural Federico García Lorca.

Viene a Rivas con Juan Luis Galiardo para participar en un coloquio sobre el cine y El Quijote. Ambos trabajaron juntos en la película de Gutiérrez Aragón. ¿Cómo es su relación con la novela?

Aprovechando que es el centenario, yo llevo un ejemplar de bolsillo conmigo. De vez en cuando le echo un tiento. Ahora que hemos celebrado el Día de la Mujer, hay que decir que Cervantes trataba a las mujeres con bastante respeto. Creo que las admiraba mucho. Mi pasión -no oculta- es el Barroco, especialmente el teatro, y Cervantes, aunque llegó un poco tarde al teatro barroco, me gusta mucho.

Llevas más de 30 años actuando. ¿Cuáles son los personajes que se han quedado en su interior?

Soy bastante afortunada. En teatro he interpretado la novia de ‘Bodas de sangre’, de José Luis Gómez. Estuve con ‘Ay, Carmela’ dos años y medio por toda España, y nunca me ha abrazado tanto a la gente. He hecho ‘Divinas palabras’, he interpretado a Lope de Vega y hasta una Antígona. Y cuando el teléfono no sonaba, aprendí a no lamentarme y buscarme la vida coproduciendo espectáculos.

¿Tiene más lustre la actriz de teatro que la que sólo trabaja para el cine?

Vivir el rito del teatro da una experiencia añadida y más rica. Es especial. Yo no sería actriz si no hiciera teatro.

Y el teatro español, ¿está vibrante o renqueante?

Goza de una salud espantosa, como de costumbre. Pero eso no significa que no haya un colectivo de gente que no tengamos la menor intención de abandonar. Y somos bastantes. También hay una cantidad suficiente de público como para que no se vaya al traste. Público que está esperando ver cosas nuevas. Esto no quiere decir que los políticos no nos tengan abandonados. No les interesa para nada el teatro. En ese sentido, aún no somos europeos. Rara vez ves a un político en el teatro. Y la gente es reflejo de sí misma. Apenas se arriesga en nuestro teatro. Y mucho menos con el teatro político.

Y esa moda de musicales y monólogos que agotan entradas, ¿son teatro o una aproximación al teatro?

Es un género que a algún sector económico, y político, le ha interesado promocionar a costa de dejar de lado nuestro teatro. Son modas y espero que no hagan mucha mella. Tiene su gracia y hay actores muy buenos metidos en ellos. Pero es algo ajeno a nuestra cultura.

Chica Almodóvar con cuatro películas. Han pasado 25 años desde el mundo disparatado y divertido de Pepi, Luci, Boom… ¿Se ha vuelto este país más serio y circunspecto?

Disparatado y divertido, pero muy luchador también. A través de ese aire tan aparentemente informal se estaba luchando por abrir otras vías de expresión. Y entró un mundo más rico. No sólo íbamos disfrazados. Detrás había un pensamiento social y político rompedor.

Más de 30 películas y sólo una dirigida por una mujer, ‘Te doy mis ojos’, de Icíar Bollaín. Un dato que revela que la mujer no se ha incorporado de forma cotidiana al mundo cinematográfico en algunos sectores como la dirección o producción.

La mujer tiene mucho que aportar. Como actriz no hay tantos problemas. Pero directoras, guionistas, jefas de iluminación u operadoras son puestos que todavía nos cuestan. Las producciones confían mucho en puestos como script o ayudantes de dirección, quizá porque la mujer es bastante organizada por naturaleza social.

¿Y aportan aires nuevos las miradas femeninas de Bollaín, Chus Gutiérrez o Isabel Coixet, que cuentan historias de una gran cotidianidad?

Absolutamente. Hacen un cine con una factura muy digna. Este año el lema del Día de la Mujer ha sido: ‘Por la igualdad de géneros. Para construir un mundo más justo y seguro¿. Los grandes estamentos mundiales, como la ONU, comprenden que la aportación de la mujer en política y otros sectores sociales ayuda a que el mundo sea mejor. Y eso afortunadamente es imparable. Aunque no se trata de que seamos iguales para hacer las mismas burradas que ya han hecho los hombres. Si existimos en el mundo, hombres y mujeres, es porque somos necesarios ambos. Y hay que apostar por la mujer en el cine. No hay nada más que ver a Icíar Bollaín, un prodigio que hace películas interesantísimas, que dan en el clavo, son valientes y abordan aspectos que preocupan a la sociedad. Igual que Coixtet.

Una de las peculiaridades del cine español es su magnífico elenco de secundarios.

Eso sucede en todos los países del mundo. No se podría hacer cine, teatro o televisión sin actores secundarios. La frase está muy vista, pero acierta: «Las estrellas están para llevar a la gente al cine, y los actores secundarios para que no se vayan». Es una frase fantástica. Pero la prensa cada vez va más al bulto. En ese sentido, estamos en un país un poco patatero. Al actor no se le considera socialmente, como sucede en Francia, Gran Bretaña o Argentina, donde culturalmente nos dan cien mil vueltas. Y aquí eso sólo pasa con la estrella de turno. Y no lo digo por el público. Me refiero a las instituciones.

Desu carrera han trascendido más películas de comedia que trabajos más sobrios como ‘Te doy mis ojos’. ¿Es por lo que le ofrecen o lo que escoge?

Yo he hecho de todo. Una de las cosas que sí creo haber hecho bien ha sido saberme escapar del encasillamiento. Eso sí ha sido algo elegido por mí. Y aunque, en un principio, eso te lleva por caminos más lentos, no tan brillantes y menos luminosos, sí te conduce a una carrera más potente, resistente y perdurable. Siempre me ha dado yuyu repetir personaje. He interpretado a señoras de alta comedia, putas, princesas, asesinas, alcohólicas…

Habiendo pasado el ecuador de la vida, ¿cómo se ve el mundo?

Divinamente. En algunas cosas noto que ya tengo los 50 años. En otras sigo siendo gamberra, y mi hijo me dice: ‘¡que niña eres mamá!’. Y lo dice con risas. Sé que tengo 51 años, pero no sé que por eso tenga que dejar de hacer, pensar o tener sueños. Tengo mucha energía y la pienso utilizar.

Y de este mundo, ¿qué le cabrea?

El reparto desigual de la riqueza. Es vergonzoso que tengamos tanto unos y tan poco otros. Dado que el modelo que se impone en el mundo es la democracia, tengo un sueño: buscar la manera de que el pueblo pueda acceder a soluciones políticas de una forma más directa y no por esos vericuetos de tipo institucional donde el pueblo nunca puede llegar a resolver cosas de manera inmediata. Que hubiera más participación en la vida política, no solamente dando un voto. Y donde la clase política se concienciara de que son nuestros empleados y están al servicio de la sociedad.

Se cumple un año del 11-M. ¿Tuvo la sensación de que no le contaban toda la verdad en aquellos días de marzo?

Era tan evidente… Confieso que participé en el envío de mensajes a móviles. Aquello fue una cosa escandalosa. Hoy en día cualquier persona se mete en internet y lee cosas del extranjero. Se les veía [a los gobernantes del PP] la cara fuera de sí. Era una situación terrible, desde luego, nada fácil, pero estaban mintiendo o no diciendo toda la verdad, que es una cosa parecida.

Como madre y actriz, ¿cree que las nuevas generaciones jóvenes padecen problemas de educación cultural?

Totalmente. Además, hay mucho complejo de inferioridad al respecto. Se ha puesto a nuestros clásicos en un sitio de dificultad inaccesible. Y no creo que la tengan en absoluto. Se dice eso de que ya lo estudiarán cuando sean mayores. Pero cuando son mayores, ya no lo cogen en la vida. Cuando yo era niña leíamos a los clásicos, aunque te costaba un poco más, como algo normal. Tengo la experiencia de haber ayudado a mi hijo a leer ‘Rinconete y Cortadillo’ cuando tenía 12 años, que es la edad en la que tienen que leerla, porque es la historia de dos chavales golfillos. Tiene alguna dificultad de vocabulario, pero ahí estás tú para explicárselo. Noto una resistencia a leer nuestros clásicos, cuando son un pozo sin fondo de cosas maravillosas. Si no queremos desde niños nuestra propia cultura, ya puede haber mucha comedia musical que lo nuestro va quedando arrumbado. Y eso no puede ser bueno.

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