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Pablo Motos: «De pequeño robaba en los coches»

Por las noches, antes de irse a la cama, se sube a los escenarios con Enrique San Francisco para poner en pie una bufonada titulada 'Entre fuerte y flojo'.

Pablo Motos:

Entrevista: Nacho Abad Andújar [febrero de 2005]

Fue el coordinador de los guionistas de ‘El club de la comedia’, el programa televisivo de humor que institucionalizó el monólogo en nuestro país. Ahora dirige el programa radiofónico `No somos nadie¿, el magacine que emite M-80 de 7 a 10 de la mañana. Y por las noches, antes de irse a la cama, se sube a los escenarios con Enrique San Francisco para poner en pie una estupenda bufonada que lleva por nombre ‘Entre fuerte y flojo’.

Se llama Pablo Motos, es valenciano y tiene 39 años. De adolescente robaba radiocasettes, «entre otras cosas», aclara. «Soy un delincuente. Cuando la gente leía libros, yo robaba en los coches». Y así aprendió la cultura y el olfato que enseña la calle.

Pablo Motos y Enrique San Francisco estrenaron en julio Entre fuerte y flojo. El pasado mes de enero finalizaron sus sesiones en el Teatro Príncipe Gran Vía de Madrid. Si no pudiste verlos y pegarte un chapuzón de carcajadas, ahora tienes la ocasión de recuperar el tiempo perdido. El próximo sábado 19 de febrero [2005], este par de granujas despliegan sus dotes cómicas en el auditorio Pilar Bardem (20.00 horas, 10 euros).

¿De dónde surge el título ‘Entre fuerte y flojo’?

De una idea de Enrique San Francisco que no tiene que ver con la obra donde usamos la expresión como una metáfora sobre la importancia de madurar en la vida. Para madurar te tienen que dar un golpe, pero entre fuerte y flojo. Si es muy fuerte te deprimes, y si es muy flojo no maduras como ser humano. Esa idea viene de una bronca que tuvo Enrique en un bar. Un señor se estaba metiendo con un mendigo, y lo quería echar del bar. Enrique lo defendió, el otro se metió con Enrique. Y Enrique le dio una bofetada. Yo le pregunté: «¿Le has dado fuerte?». Y él me respondió: «Entre fuerte y flojo».

¿Se puede llamar teatro a lo que se va a encontrar el público ripense?

Evidentemente. Es una obra de teatro que se basa en dos conceptos distintos: uno es la comedia al uso, donde interactuamos los dos. Otro es el monólogo. Y, en este sentido, ‘Entre fuerte y fojo’ es tan teatro como ‘Cinco horas con Mario’ o El Brujo. La única diferencia es que este tipo de monólogos ha salido en televisión. Es un espectáculo teatral, con drama, nudo y desenlace.

¿Hay alguna pretensión en la obra que vaya más allá de la distracción?

Debajo del sentido del humor siempre hay un objetivo. La gente se va a encontrar con un montón de secretos que no querría que se viesen en público. La gente se ríe, al principio, de la función de una forma nerviosa, y enloquecida al final. Todos tenemos secretos que no queremos que los demás descubran. Y de repente empezamos a descubrir nuestras zonas de sombra que, casualmente, son las mismas en el resto. Criticamos la violencia, pero todos somos violentos. ¿Se puede hablar de esto en clave de humor? Sí.

Se pasa de la clásica banqueta y micrófono a una dinámica de «comedia surrealista». ¿Qué resulta más complicado: enfrentarse sólo al escenario o compartir protagonismo?

Creo que es más complicado estar solo. El problema de estar solo es que no tienes ningún punto de apoyo. Los actores de cine, por ejemplo, cuando actúan, cogen pañuelos o periódicos para tener algo entre las manos, o se apoyan en mesas. El vacío que sientes cuando actúas solo es muy grande. Cuando no hay nada a tu alrededor es mucho más complicado. Como se te olvide el texto, nadie te va a salvar excepto tú.

Ha dicho: «Hace años la gran mentira de las mujeres era fingir el orgasmo, y ahora yo contaré la gran mentira de los hombres». ¿Puedes adelantar algo?

No. La gran mentira de los hombres sólo se puede averiguar dentro del teatro. Fuera del escenario no la diré nunca.

Dicen que en el mundo de la interpretación el drama es fácil, que lo complicado es hacer comedia.

Pues sí. El día que se descubra realmente la importancia del sentido del humor, el hombre habrá vuelto a alunizar. Hay muy pocos escritores de comedia. Y muchos de drama. Cualquier actor cómico puede hacer un buen papel dramático, pero es muy difícil que suceda al contrario. La diferencia es que si vas a ver un drama y no lloras, no pasa nada. Pero si vas a ver una comedia y no ríes, sólo sonríes, dices que no te ha gustado.

Y artísticamente es menos reconocido. Es más difícil ver premiada una comedia que una obra dramática. Especialmente en el cine.

Porque el humor es muy peligroso, y es una forma de tenerlo limitado. Desprestigiarlo, hacer como que es un género menor, es una defensa. Frente al humor nadie se puede defender. Una crítica hecha con humor es peligrosísima. No tienes defensa. Cuando alguien te critica con humor, te pone un espejo delante y te dice lo que eres tú, se acabó la conversación. Ante la posibilidad de que eso crezca, existe una técnica que te parecerá retorcida, pero que consiste en que si a los humoristas los tienes controlados, el país es más fácil de dirigir. ¿Por qué echaron a los de ‘Caiga quien caiga’ junto antes de la guerra? Porque de todas las cosas que había, la más peligrosa probablemente para la opinión pública era ese programa. Cuando Esperanza Aguirre no sabía cosas de cultura absolutamente generales, y se las preguntaba Pablo Carbonell, la hundió dos años, y no volvió a levantar cabeza.

¿Para qué sirve el humor?

Para vivir. El humor es una actitud que hace que la vida sea un poco más blandita y llevadera. Hay un momento en que la vida empieza a recomponerse a diario de malas noticias. A partir de una cierta edad, tus amigos se separan, tus padres se mueren, tú empiezas a tener enfermedades. La mejor defensa ante eso no es la seriedad. No conozco a nadie que sea serio y respetable que sea feliz. El humor sirve para ser feliz. Si la vida tiene sentido, es parta ser felices.

¿Cree que en España se hace buen humor?

Creo que sí. Y se está investigando. Te da un poco de vergüenza ver que en otros sitios están tan adelantados y nosotros estamos dando los primeros pasos. En EEUU, un lugar en otras cosas tan criticable, cuando Clinton tuvo el problema con Monica Lewinsky, se estuvo un año y medio haciendo bromas diarias sobre la felatio. Eso en España no hubiera pasado, hubieran cerrado antes los programas. En EEUU no se conciben unas elecciones sin que los candidatos pasen por los programas de humor, los late shows de la noche. Porque es ahí donde se ve quién está detrás del cartel. Cuando un señor es serio y está haciendo un discurso nadie sabe quién es, pero si está en una entrevista donde se juega con el sentido del humor el retrato que sale es casi perfecto.

¿Y sabemos los españolitos de a pie reírnos de nosotros mismos?

Los españolitos son muy listos. Tienen sus propias preocupaciones, y no van a estar todo el día pendientes de si se hace mejor o peor. Pero es evidente que si la televisión cambia y empiezan a aparecer programas nocturnos como los que aparecen ahora, la gente los acepta. Cuando apareció ‘El club de la comedia’ cambió el sentido de ciertas cosas. Y la gente lo asimiló muy rápidamente. Ahora todo el mundo hace monólogos y todo el mundo capta ese sentido del humor. La gente es lista, pero se lo tienes que dar.

¿Y por qué esa buena acogida de los monólogos?

Eso es como si me preguntas por qué ‘La Macarena’ de Los del Río fue un hit mundial. No se sabe. Los parámetros por lo que algo se convierte en un fenómeno social siguen siendo inexplicables. Se puede decir que con los monólogos la gente se siente reflejada. Les ayuda a vivir un poco mejor cuando se aprenden ciertas cosas. Si tú discutes con tu pareja, por ejemplo, y es muy grave y te pone de muy mal humor el asunto, pero alguien te hace ver el problema en clave de comedia y dice exactamente las mismas frases que dices tú y dice tu mujer, te das cuenta de que en el fondo no es tan serio lo que te está pasando. El humor del monólogo, además de reír, te hace pensar.

¿Qué político tiene más dotes cómicas?

En cuanto mandan, las empiezan a tenerlas todos. Aznar parecía un señor aburridísimo, y ha terminado siendo un cómico excelente. Zaplana cuando vino a Madrid me pareció que iba a ser aburridísimo, y luego de repente ha sido un crack. Pepín Blanco parecía un señor gris, y sin embargo, es un cómico sensacional. Y Zapatero se mide mucho, pero le dejamos dos meses más y tenemos un cómico más para `El club de la comedia¿.

¿Y alguno le ha hecho llorar?

Tanto como llorar no. En el tema de la guerra, tanto Bush como Aznar sacaron lo peor de mí

¿Es cierto que los humoristas sois depresivos?

Somos neuróticos, que es un sinónimo. No se tienen neurosis positivas. Uno no tiene neurosis de ‘qué de puta madre estoy’, sino de que ‘todo es una castaña’. Mi material de trabajo es la vida y el ser humano. Y la cabeza va muy deprisa también en los sitios tristes.

Se habla mucho de ella, pero ¿qué es realmente la telebasura?

Ahora se supone que ya no hay. Han firmado un acuerdo y se supone que acabó. Yo no he notado ningún cambio. La telebasura es ponerle un nombre a algo que todo el mundo siente en un momento determinado. Telebasura es cuando alguien extorsiona, como un mafioso, a otro para contar su vida. Si realmente un señor que nunca ha estado en la prensa del corazón, como Severiano Ballesteros, y de repente está en un campo de golf, y vienen unos tíos a extorsionarle, y se le pide que, como es famoso, tiene que ser muchísimo más adecuado que el resto de los humanos que no lo son, a mí eso me parece telebasura y mafia.

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