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Julio Valdeón, un medievalista Premio Nacional

Premio Nacional de Historia 2004 por su obra 'Alfonso X, el sabio. La forja de la España moderna', imparte en Rivas una charla sobre las raíces medievales de España.

Entrevista: Nacho Abad Andújar

Julio Valdeón es Premio Nacional de Historia 2004 por su obra ‘Alfonso X, el sabio. La forja de la España moderna’. Catedrático de Historia Medieval en la Universidad de Valladolid, es uno de los investigadores que más conoce ese período desconocido y desprestigiado que cabalga entre la antigüedad clásica y el Renacimiento. «Mucho de lo que somos hoy en día tiene sus raíces en la Edad Media», dice por teléfono desde la ciudad pucelana donde reside.

Este medievalista, que nació a los pocos días de empezar la Guerra Civil, en julio de 1936, será otro conferenciante más del CERPA. Vendrá a Rivas Vaciamadrid el próximo miércoles 9 de marzo [de 2005]. Y hablará sobre ‘Las raíces medievales de España’.

¿Por qué la Edad Media ha pasado a la historia como un período de paralización cultural, un tiempo de sombras?

Ese fue el punto de arranque del concepto Edad Media, un tiempo intermedio y oscuro entre dos momentos brillantes, entre el mundo clásico y el Renacimiento. Se nos presenta una época de ignorancia y barbarie, dominada por los señores de horca y cuchillo, con un poder excesivo por parte de las autoridades eclesiásticas y la humillación del pueblo. Pero no es menos cierto que en la Edad Media tenemos muchas de las raíces de mundo en que vivimos.

¿Qué hay de luz en ese período?

Las lenguas que hablamos son derivadas del latín. Y es en la Edad Media cuando se construyen y terminan por afirmarse. Pero hay más. Las naciones estados de Europa se crean en el contexto de la Edad Media. ¿Cuándo surge la institución hoy representativa del sistema democrático, los parlamentos o cortes? Pues se gestan en la Edad Media. Las primeras cortes hispanas son las de León, de 1188, que luego se generalizan a la Corona de Aragón, Navarra y Portugal. Y son el punto de arranque de las cortes de hoy, aunque no en un sentido democrático. También se desarrollan los concejos, precedentes de los ayuntamientos de nuestros días. No hay que tener una imagen tan negativa de la Edad Media. De esa visión tan horrible, luego surgió una imagen contrapuesta, la de los románticos que la exaltaban como un período de mitos, héroes, santos y figuras geniales. De ahí vino también el elogio del arte medieval.

¿Son la Edad Media y la época actual los períodos históricos con mayor enfrentamiento cultural entre el mundo árabe y occidente?

En aquel tiempo, el protagonismo de las religiones era mayor que ahora. Por lo menos, en Europa, porque el mundo islámico ha cambiado menos, y no ha sabido diferenciar una sociedad laica de las creencias religiosas. La Europa cristiana ya tenía papas por un lado y emperadores o reyes por otro, que incluso llegaron a enfrentarse. Y en el mundo islámico, el califa era una especie de papa y emperador a la vez. Europa fue creando una sociedad laica. Y eso desembocó en la democracia y en los derechos humanos que hoy tenemos. Aunque parezca que hoy se puede volver a un sistema de enfrentamiento, no tiene nada que ver, por lo menos desde la perspectiva europea, porque no tenemos la idea de enfrentarnos con el islam, como entonces sí pretendían los cristianos que organizaban las cruzadas. También hay que matizar que el mundo musulmán es muy variado. Hay sectores con tendencia laica, como el propio Sadam Hussein y su Partido Baas.

La convivencia de diversas culturas en nuestro país, ¿es un mito? A los judíos, por ejemplo, se les marcaba con una indumentaria para identificarlos

Es cierto que tuvimos ocho siglos de convivencia relativa. No existía la tolerancia en el sentido moderno de la palabra. Y, aunque en algunos momentos se permitiera que musulmanes y judíos vivieran con sus creencias, mezquitas y sinagogas, no se dejaba de reconocer que eran religiones equivocadas, que los judíos habían matado a Cristo.

En Rivas hablará de las raíces medievales de España. ¿Dónde sitúa esos orígenes?

Como nación estado, en el siglo XIX, como en toda Europa. Pero el concepto de España, aunque con un sentido distinto a lo que hoy llamamos nación o estado, es de los más remotos en toda Europa. Por ejemplo, si Francia se llamara como en la época romana sería la Galia. Y nuestro nombre viene de Hispania, porque la Península Ibérica tenía cierta configuración geográfica. Pero esa significación física también la van a aplicar los musulmanes y la llaman Al Andalus, y los judíos, Sefarat. Palabras que aluden a un territorio que tiene una peculiaridad física. Esa idea funciona. Y con la invasión musulmana se rompe la unidad de ese territorio que había con los reyes visigodos después de la caída del imperio romano. Pero en toda la Edad Media, aunque se limitara a un ámbito muy reducido de la población como intelectuales, eclesiásticos y dirigentes, funcionaba la idea de España.

Pero quizá un historiador catalanista no esté muy de acuerdo y dirá que, en el siglo XIII, un catalán y un extremeño no sentían una pertenencia a una identidad común.

No sólo en le siglo XIII. Hasta al siglo XVIII la monarquía hispánica se parecía más a un estado federal, en el sentido de que cada reino tenía sus cortes. Había cortes de Castilla y León, cortes de Navarra, cortes de Valencia o cortes de Cataluña. Y tenían muchos rasgos distintos, hasta monedas distintas. La unificación la hacen los Borbones, después de la guerra de la Independencia [1808-1814]. Pero ese referente de España, como algo del pasado que había funcionado que se suponía podría volver, la tenían todos los cronistas de la época. Claro que eran diferentes los reyes de Castilla o Aragón. Pero el concepto de España funcionaba como un referente común.

¿Cómo influyen los intereses actuales de los diversos nacionalismos a la hora de reconstruir la historia?

Siempre hemos entendido que los nacionalismos son una creación del siglo XIX. Por una parte, hoy estamos homogeneizándonos. Tenemos una moneda común en toda Europa, vamos a crear la Constitución europea. Y, sin embrago, a otros niveles, estamos en un momento muy complicado. En la educación secundaria, por ejemplo, lo que se estudia en una comunidad u otra, a veces, tiene muy poco que ver. Recuerdo ahora un texto gallego que cuenta la historia de España del siglo XX en una página, y luego viene una unidad didáctica de 22 páginas sobre ‘Galicia en el siglo XX’. Yo creo que es lógico que un gallego sepa más de Galicia, pero primero tiene que saber las cosas genéricas del mundo en que vivimos, de Europa, España y luego de su tierra particular. Y en el ámbito económico no cabe duda de que el poder económico está por encima de las naciones. Y desde la perspectiva del mundo de los trabajadores siempre se ha defendido una idea de internacionalismo, porque la exaltación nacionalista es propia de la burguesía.

E.H. Carr decía que antes de leer una obra de historia hay que conocer al historiador que la escribe.

Claro, porque la historia no es una ciencia como la matemática. Es una ciencia social, humana. Tiene muchos elementos que están influidos por los puntos de vista y actitud del propio historiador y que se reflejan, le guste o no, sobre la manera que tiene de explicar el pasado. Por eso, es conveniente conocer al historiador y saber qué nos va a decir.

¿Existe la objetividad en historia?

Existe la objetividad en el sentido de analizar los documentos con rigor. Pero la interpretación es más complicada. No se trata sólo de dar datos objetivos y decir ‘Fulano murió en tal año’. Porque los factores ideológicos del propio historiador entran en juego a la hora de interpretar si se buscaba mejorar la sociedad en un tiempo determinado o no. La objetividad son los datos, pero la historia no es sólo contar datos, no sólo es la lista de los reyes Godos. Es tener una idea de cómo ha ido evolucionando la sociedad humana.

Para un medievalista, ¿qué supone el proyecto de construcción europea y la aprobación de una Constitución común?

Es positivo, porque Europa tiene muchos elementos de aproximación. En los tiempos medievales nos enfrentábamos con los franceses o ingleses, pero porque éramos vecinos y teníamos muchos rasgos comunes. Es positivo que Europa se aproxime, aunque se mantenga la diversidad de cada región y nación. No he leído la Constitución, pero pienso que es un paso adelante.

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