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Ana Sierra: sexología para desmontar mitos

La vecina Ana Sierra es psicóloga de profesión, especializada en el estudio de la sexualidad. Imparte clases universitarias y publica en 'El Mundo'.

Ana Sierra: sexología para desmontar mitos

Entrevista: Patricia Campelo

Los frecuentes periodos de enfermedad que padeció de niña le ayudaron a desarrollar una sensibilidad especial con la gente que sufre.

Así se empezó a gestar la vocación de la vecina Ana Sierra, hoy, una polifacética profesional de la psicología que halló su especialización en un ámbito que aún genera a partes iguales aceptación y rechazo: la sexología.

«Creo que siempre tuve claro que quería ser psicóloga. Pasar mucho tiempo enferma me sirvió para empatizar conmigo misma y con las personas que podían pasarlo mal por dolencias. Pero lo de sexóloga fue algo más relacionado con la serendipia», relata. «Yo iba para criminóloga y, cuando llegaron las prácticas en quinto de carrera, lo más relacionado que había eran temas de sexualidad. Pensé que desde ahí se tratarían cuestiones de género, de abusos, y que era lo más relacionado con la criminología», resuelve.

Así empezó Ana su primera experiencia laboral en la Sociedad Sexológica de Madrid, más conocida como Sexpol. Y al acabar el máster y las prácticas se quedó trabajando en esta fundación como profesora, donde aún continúa. La criminología había perdido a una psicóloga, pero la educación sexual ganó a una docente. «Me vino todo un poco rodado y cambié el rumbo», sintetiza.

Durante la bisoña etapa de estudios demostró su desparpajo a la hora de comunicar, y en Sexpol se debieron dar cuenta. «Me fichó un profesor que se iba a jubilar. Me dijo que me expresaba bien y no me ponía nerviosa al hablar de sexualidad, y que transmitir esa naturalidad era muy bueno», detalla.

De este modo comenzó Ana la prolífica trayectoria que mantiene hoy y en la que conjuga su actividad docente en distintos másteres universitarios de sexología [Universidad Rey Juan Carlos; Universidad de Mérida y, en el pasado, impartió el de Sexualidad positiva, de la UNED] con talleres o la consulta donde realiza terapias desde 2008.

También colabora con el diario El Mundo, donde publica cada semana artículos sobre sexualidad, y con la cadena Miami TV, conduciendo el programa ‘Sexualiza2’. Hoy en día prepara un libro, que prevé acabar en septiembre, y acaba de abrir un consultorio en Rivas, en la tienda de juguetes eróticos Los secretos de Mar.

Asimismo participa en congresos nacionales o internacionales como ponente habitual, y realiza también formaciones para la «humanización de la empresa», según explica, en las que incluye dinámicas de risoterapia y afectividad.

En su consulta en Madrid, Ana atiende todo tipo de problemas a los que ella prefiere referirse como «desconocimiento», «falta de educación» o «educación errónea». «La mayoría acude por alguna disfunción. La más habitual es la anorgasmia o ausencia de orgasmo. También por falta de deseo, disfunción eréctil o por controlabilidad eyaculatoria, la conocida como eyaculación precoz», enumera.

Según detecta Ana, hombres y mujeres suelen acudir a partes iguales a relatar algún impedimento a la hora de disfrutar de sus relaciones sexuales. «Internet es una plataforma muy buena para divulgar y educar, pero también hay mucho contenido que no es adecuado porque transmite muchos mitos y cuestiones erróneas que no son así y están demostradas a nivel científico, o que vulneran incluso derechos humanos», advierte.

GENITALES Y PRÁCTICAS

Uno de los ejercicios que plantea Ana el primer día de clase en los másteres donde trabaja como docente dibuja el escenario de la percepción que se tiene, de forma generalizada, sobre la sexualidad. «Les pregunto una palabra relacionada, y la mayoría de las veces se suele hablar de genitales y prácticas sexuales. Pocas veces nombramos la erótica, la seducción, el placer o la afectividad. Se focaliza mucho en los genitales», apunta.

Esta percepción de la realidad social de la sexualidad es lo que provoca, a juicio de la experta, la animadversión de padres y madres a la hora de encarar estos temas con su prole. «Desde pequeños necesitamos información sexual, y si no la recibimos por fuentes fiables cercanas nos la buscamos, ya sea por amigos, que también pueden estar muy equivocados, o por medios que no son los adecuados como las redes o internet», señala.

El problema llega cuando la educación sexual de las personas adultas «es peor que la de hijos e hijas». «Hay mucha vergüenza. No saben cómo manejarlo; se derivan uno a otro. Cuando hago educación de padres y madres les comento, ‘no hay problema en que tu hijo vea en la tele películas en las que hay violencia, sin embargo cuando se trata de una película con connotaciones sexuales no la veis juntos’. Muchas veces tampoco les explican las de violencia, dan por hecho que el hijo ya sabe que es ficción. Sería genial poder ver películas con connotaciones eróticas y explicarles», anima.

Ana participó en la edición de CineLab, una cita mensual para la difusión cinematográfica, del pasado febrero, que abordó la forma en que las películas representan la sexualidad, lo censurado o los mitos. «Por suerte hay cine convencional que cada vez incluye mayor diversidad. Incluso en el porno», apunta, y recuerda los trabajos de la cineasta sueca Erika Lust, pionera del denominado porno feminista.

TÓPICOS

Esta sexóloga ripense reivindica la educación sexual como herramienta para desmontar tópicos que contribuyen a la desigualdad por razón de género. «Se sigue creyendo que la mujer es más lenta para llegar al orgasmo y la ciencia demuestra lo contrario, que cuando una mujer se masturba lo alcanza mucho antes que el hombre. Pero cuando comparte con otra persona que no sabe cómo es el cuerpo femenino o no sabe estimular, o solo hace lo que ve en las pelis porno, pues puede que tarde más», defiende. Para Ana la educación y la información también combaten desigualdades a medida que configuran marcos generales de conocimiento.

«Hay frases hechas como la de ‘con un par de huevos’, como si los testículos fueran fuertes cuando en realidad son muy sensibles, no son duros. La vagina sí lo es, aguanta partos», compara. Con todo, Ana concluye que pese a la mochila de prejuicios o estereotipos que cargamos, «a cualquier edad se puede cambiar», ya que en la sexología «sigue habiendo mucho por descubrir».

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