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Isaac Rosa: «Para un escritor, pasear es básico»

El escritor participa en el Mes del Libro de Rivas (jueves 20 abril, 19.30). Presenta una obra de María Teresa León, escritora de la Generación del 27.

Isaac Rosa:

Entrevista: José Luis Corretjé.

La llamada desde Rivas le llega a nuestro entrevistado en un día lluvioso y frío de marzo, poco después de que el mundo vuelva a temblar de pánico tras un atentado de un ‘lobo solitario’ del ISIS, esta vez a pocos metros del Parlamento Británico, en Londres.

Isaac Rosa (Sevilla, 1974) responde al teléfono mientras atiende a sus hijas pequeñas, recién llegadas del colegio. Para este escritor y analista de la actualidad política y social, contestar sobre el futuro apocalíptico que alimentan los medios y darle la merienda a su pequeña forman parte de un día a día cualquiera, desde su vivienda en el madrileño barrio de Hortaleza.

Una estampa que bien podría inspirar la historia de una de sus novelas que narran, con un tono personal y muy reconocible, la vida y las cuitas de la gente corriente. Sus ojos y su prosa escrutan la realidad planteando dilemas que terminan inquietando y descubriendo las miserias de un mundo que se cae a pedazos.

Isaac Rosa presentará en el Mes del Libro de Rivas la novela ‘Contra viento y marea’ (jueves 20 de abril, 19.30, sala Marcos Ana del centro cultural García Lorca), que María Teresa León (1903-1988) publicó en Buenos Aires en 1941, durante su exilio argentino, que compartió con su compañero sentimental, el poeta Rafael Alberti. 

Apenas un par de horas antes de esta entrevista, un atentado en Londres ha devuelto el terror a Europa. En su obra ‘El país del miedo’ analizaba como esta emoción termina condicionando todo lo que hacemos y pensamos. ¿Armados con la coartada que les sirve el ISIS en bandeja, no cree que los estados van a tomarse la libertad de quitárnosla a la ciudadanía?

Es una vieja tensión que aflora en estos momentos y que se traduce en el pulso entre libertad y seguridad. Y es entonces cuando nos dicen que no toca hablar de ello, y aprovechan para darnos el cambiazo dándonos una supuesta seguridad a cambio de que renunciemos a parte de nuestra libertad.

‘1984’, la novela que George Orwell publicó en 1949 y en la que describe a un ‘Gran hermano’ que maneja un mundo futuro con mano de hierro ayudado por la tecnología, ha sido el libro más vendido durante meses en España y en otros países del mundo tras el triunfo de Trump. ¿Estamos tan cerca de ese mañana totalitario?

Me alegro de que se venda, pero más me alegraría de que se leyera. Porque la referencia a lo que plantea como horizonte distópico y totalitario demuestra que lo hemos leído muy mal. A mí hay otras referencias que me interesan más y que ya están aquí. Como por ejemplo el ‘telescreen’, las pantallas que todo el mundo tiene en su casa y que permite ver las noticias, pero también que te vigilen. Esas pantallas las tenemos ya. Acaba salir una ‘smart TV’ que permite que te graben en tu salón. Hemos dejado que la tecnología de vigilancia, de control, se meta en nuestras casas. A mí esa es la parte que más me asusta porque ya está aquí.

Usted analiza, desde sus artículos y columnas en medios de comunicación, la realidad política y social. ¿Sería capaz de explicar por qué un país con cuatro millones de parados y ocho millones de pobres apoya mayoritariamente en elecciones y encuestas a un partido de derecha?

La explicación larga sería muy larga, porque tendríamos que analizar cómo se organizó la democracia y el sistema económico y social desde la Transición, y habría que hablar de las carencias del sistema español: las democráticas, sociales, culturales y educativas. Pero hay otra explicación, más corta, que dice que todos hemos sufrido en los últimos años un espejismo al creer que ciertos cambios de mentalidad y transformaciones eran mucho más generalizadas, cuando en realidad sigue habiendo un parte de la población muy importante que (sea por miedo, por incertidumbre, o por lo que sea) se deja llevar por esa tendencia conservadora que le lleva a votar por lo malo conocido, aunque sea muy malo. Estamos en un momento de alta incertidumbre y por esto es normal que cojan fuerza las líneas más inmovilistas.

Y, mientras, la izquierda persiste en su vorágine cainita, en su afán autodestructor. ¿Qué futuro le augura?

En este caso también habría que mirar atrás y comprobar que la izquierda social, política y sindical viene de una gran derrota. Fueron años en los que el neoliberalismo, desde finales de los 70, consiguió conquistarlo todo: los medios, el discurso, las instituciones y hasta nuestros hogares. Allí, la izquierda perdió la partida y entramos después en un momento de recomposición, de rearme. Más allá de esta constatación, hay otro elemento que merece la pena discutir y que es la decisión de apostarlo todo a lo institucional, primando la posibilidad de ganar elecciones y cambiarlo todo. Aunque ha podido salir bien en ciertos gobiernos municipales, te arriesgabas a que luego cundiera cierto desencanto, como ha sucedido. Yo creo que estamos a tiempo de no quedarnos aquí.

Otro elemento que todavía tiene mucho peso es la pervivencia de vestigios de la dictadura franquista, de la que usted habla en su novela ‘El vano ayer’. ¿No le parece que todavía conservan los herederos sociológicos y políticos del dictador mucho poder en este país?

Sí, lo que pasa es que entiendo que es un error seguir llamando ‘franquistas’ a ciertas disfunciones cuando en realidad se llaman democracia española. No podemos seguir pensando que cuarenta años después se siguen arrastrando determinados problemas. En realidad, la democracia ha terminado haciéndolos suyos. Y ahí entran cuestiones que seguimos relacionando con el franquismo, como las fosas en las que se ocultaron a decenas de miles de asesinados; o el Valle de los Caídos, que reaparece una y otra vez; o el cambio del nombre de las calles en Madrid… Ese tipo de cuestiones no son del franquismo, ya son de la democracia.

La Transición sigue siendo uno de los temas ‘intocables’ de esta democracia. ¿En qué se equivocaron quienes la fraguaron?

La Transición es el ‘pecado original’ (en terminología que todos entendemos) de la democracia española. Es donde se entienden las dinámicas que han marcado a la democracia. No cabe duda de que habría que construir un nuevo relato, más cercano al real, de lo que fue la Transición. Y sin embargo, ello no debe impedir que entendamos que los que nos gobiernan hoy en día en las empresas, en las instituciones, en los medios de comunicación, no estaban activos en la Transición. Esta generación que es más propia de la democracia es la que no ha podido o no ha querido resolver los problemas que sufrimos heredados de la Transición. Ahora por fin quedan muy pocas cosas intocables. Tenemos el ejemplo de la Monarquía, a la que se le ha levantando el velo de la impunidad) pues todo está en cuestión en España por parte de los ciudadanos, no por parte de quienes nos gobiernan, claro.

Viene a Rivas a presentar la obra ‘Contra viento y marea’, de Mª Teresa León, en la sala Marcos Ana. Dos figuras éstas que traen la nostalgia de una época, no tan lejana en el tiempo, en la que la literatura se metía en política sin demasiados reparos. ¿Ahora, en cambio, quienes escriben lo eluden para no perjudicar sus ventas?

Tanto Marcos Ana como Mª Teresa León son dos muy buenos ejemplos que desmienten el prejuicio actual que dice que, cuando uno toma parte por una causa política, está sacrificando la calidad artística. La obra de ambos demuestra lo contrario. No solo no pierden nada sino que ganan en humanidad.

Usted corre y escribe. ¿Trotar le abre la creatividad o le ordena las ideas?

Sí. No descubro nada si digo que para cualquier creador, pero para los escritores especialmente, por la propia necesidad de estructurar la escritura, moverse es fundamental. Pasear es básico. Yo digo que los libros hay que pasearlos mucho. En mi caso, las novelas yo las corro más que pasearlas.

En su artículo, ‘Messi: pero qué bien juegas al fútbol, ladrón’ ironizabas sobres las coartadas que se arman para defender lo indefendible. ¿El grado de podredumbre que reina en torno al mundo del balón no merece una crítica más feroz?

A mí siempre me ha parecido curioso que se diga que el fútbol es una pasión que exige, por quien la disfruta, de una suspensión del juicio crítico. No le perdonamos a un político, un empresario o un actor que tengan un desliz fiscal, pero a Messi y a Ronaldo se lo perdonamos todo. El único reproche que recibe un futbolista es de los hinchas del equipo contrario. En el caso de Messi recuerdo que en una de sus primeras comparecencias por su problemillas con Hacienda, había en la puerta del juzgado un gran grupo de gente, entre ellos muchos niños, aplaudiéndole y dándole ánimo. Y, claro, tenemos un problema ético y educativo si llevamos a nuestros hijos a vitorear a un defraudador fiscal. Esa suspensión del juicio crítico está detrás de los pelotazos urbanísticos que protagonizan los presidentes de los clubes, de la deuda que el fútbol tiene con Hacienda y con la Seguridad Social.

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