Texto: Patricia Campelo
Todo empezó con la pequeña camioneta de Ford que los españoles llamaban ‘la rubia’ por su media carrocería de madera, un frigorífico, un esterilizador y diverso material sanitario.
El doctor canadiense Norman Bethune llegó a Madrid el 3 de noviembre de 1936 para colaborar con los servicios médicos del Gobierno republicano durante la Guerra Civil. Viajó a Europa gracias a la ayuda del Comité Canadiense de ayuda a la democracia española.
Adquirió el vehículo en Londres e instrumental en París, desde donde emprendió camino hacia la España de la contienda. Una personalidad crítica e ideas apegadas al comunismo, «me niego a vivir sin rebelarme contra un mundo que engendra crimen y corrupción», defendía, empujaron a Bethune a emprender la gesta.
Permaneció medio año en España, y practicó más de 700 transfusiones, entre ellas, las primeras de la historia en un campo de batalla. En Madrid instaló el primer banco de sangre del país, en una vivienda de la calle del Príncipe de Vergara que contaba con 15 habitaciones y en la que reunió más de 1.300 piezas médicas para su cometido.
Desde allí se repartía sangre a todos los hospitales de la capital. Bethune fue pionero, además, en organizar donaciones voluntarias, publicando anuncios en prensa y solicitudes por radio para llamar a los donantes, peticiones que la ciudadanía respondía en concurrencia.
Pese al éxito de las donaciones de sangre, Bethune advirtió que para la mayoría de heridos que llegaban a los hospitales era demasiado tarde, y adoptó una idea nunca antes puesta en práctica: trasladar la sangre hasta los frentes de guerra con una unidad móvil de transfusión.
Planteó su propuesta a los servicios médicos republicanos, y el propio facultativo decidió asumir la organización y la financiación de la misma.
PRIMERAS TRANSFUSIONES MÓVILES
«Conseguí un tipo de vehículo adecuado y compré un equipo completo. Siempre tuvimos presente la idea de la movilidad, por ello, todos los aparatos que compramos, refrigeradores, autoclave o incubadoras podían funcionar con gasolina o queroseno, sin necesidad de corriente eléctrica», dejó escrito en un documento rescatado para la exposición ‘El legado de Bethune’.
Se trata de una muestra en la que Rivas ostenta la presidencia de honor de la comisión organizadora, con su alcalde, Pedro del Cura, junto a la alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, la primera edil de Gravenhurst (Canadá), la ciudad natal de este doctor humanitario, los regidores de Málaga y Valencia, Francisco de la Torre y Joan Ribó, y el embajador de Canadá en España.
La muestra podrá visitarse próximamente en el centro Conde Duque, en la capital. La Asociación Amigos de las Brigadas Internacionales y la Fundación Canadá organizan la iniciativa.
El cirujano canadiense se sumó así a los servicios sanitarios de las Brigadas Internacionales, y comenzó una labor inédita con la que salvó vidas primero en los frentes de batalla de Madrid, después en Guadalajara, Valencia y Barcelona y, también, durante el éxodo por la carretera de Málaga a Almería.
COMPROMISO DE HERMANDAD
Hoy, Rivas mantiene el compromiso de hermanarse con la ciudad natal de Bethune en agradecimiento a su labor en los frentes de guerra que desangraron la región, entre ellos, la batalla del Jarama, de la que se cumplen 80 años en febrero de 2017 y que la ciudad recordará con distintas actividades y homenajes.
