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Carlos Belmonte: «El cerebro no tiene nada mágico»

Entrevista con el científico, y Premio Nacional de Investigación Educativa en 1978, antes de impartir en Rivas la conferencia 'Sensaciones y cerebro' en noviembre de 2006.

Carlos Belmonte:

«El gran desafío de la ciencia biológica es entender el cerebro»

Entrevista: Nacho Abad Andújar.

El mundo que vemos no es el mundo real, sino el que nos trasmiten nuestros sentidos». Lo asegura Carlos Belmonte (Albacete, 1943), uno de los mayores conocedores del cerebro, ese órgano que distingue al ser humano de todas las especies animales, y «aunque no tiene nada de mágico», es todavía «el gran desconocido del siglo XXI».

Premio Nacional de Investigación Educativa (1978), Belmonte es el máximo responsable del Instituto de Neurociencias de Alicante, donde coordina el trabajo de 130 científicos. El próximo miércoles 22 de noviembre [de 2006] se le podrá escuchar en el ciclo de conferencias del CERPA ‘El mundo en que vivimos’. Hablará sobre ‘Sensaciones y cerebro’.

¿De qué se habla cuando hablamos de cerebro y sensaciones?

El objetivo fundamental de la conferencia es explicar a la gente que el mundo que vemos no es el mundo real, sino el que nos trasmiten nuestros sentidos. Y ésa es una visión muy limitada y parcial. Las abejas ven la luz ultravioleta, y las aves detectan el plano del eje electromagnético de la tierra, pero nosotros no. Los perros oyen ultrasonidos que el ser humano no percibe. ¿Conclusión? Detectamos una mínima parte de los cambios que tienen lugar en el medio ambiente. Tenemos una visión sintética del mundo, construida por el cerebro. Y con esa información fragmentaria, el cerebro acaba pintando un cuadro del mundo que no es como es el mundo en realidad. El significado es que los seres vivos hemos seleccionado, a lo largo de la evolución, la información del mundo que nos interesaba para sobrevivir y reproducirnos.

¿Qué es una sensación?

Una sensación no es más que un cambio en la actividad de unas neuronas concretas del cerebro, motivado por un cambio en el medio externo que se transforma en una señal que el cerebro es capaz de entender. Un pensamiento también es un cambio en la actividad del cerebro, pero no requiere, en un principio, un estímulo externo. Yo puedo pensar sin recibir una estimulación exterior.

¿Es relativamente poco lo que todavía conocemos del cerebro humano?

Cada vez conocemos más. Pero sigue siendo el gran desconocido del siglo XXI. El gran desafío de la ciencia biológica es entender el cerebro. Hemos dado un salto muy importante en las últimas décadas. Cuantitativamente tenemos una cantidad de información muy grande de cómo se organizan la mayoría de las funciones mentales. Cualitativamente, los científicos ya estamos convencidos de que el cerebro no tiene nada mágico. Simplemente, lo que llamamos pensar o sentir no es más que el producto de operaciones del cerebro. Él nos hace ser como somos. Y es tan explicable como el hígado o el corazón, pero más complicado, y nos llevará más tiempo. Pero es aprensible por la mente humana: el cerebro puede entender al cerebro.

¿Existen límites sobre su conocimiento científico?

El mismo que podemos tener para entender la estructura atómica o el espacio. Cuando uno llega a un nivel de organización determinado, siempre está el siguiente. La mente humana tiene una capacidad limitada de comprensión de los fenómenos. Y ese límite lo tenemos en cualquier conocimiento, no sólo en el cerebro.

La evolución cultural y social de la humanidad, ¿hasta qué punto condiciona la evolución del cerebro humano?

Es al revés. Es la evolución del cerebro humano la que ha condicionado nuestra evolución social y cultural. Son las características de nuestro cerebro las que nos hacen actuar socialmente de determinados modos. Lo más importante que tiene el estudio del cerebro no es poder comprender determinadas cosas en el sentido de saber cómo curar enfermedades como la depresión, el alzheimer o la esquizofrenia, sino poder adaptar nuestra estructura social a postulados más realistas. Hay cosas que nosotros pensamos que dependen de la estructura social y de la manera como nos relacionamos, pero en muchos casos los condicionantes biológicos son tan importantes que va a resultar muy difícil modificarlos basándonos sólo en nuestra voluntad social de cambiarlos.

Se pueden reemplazar órganos vitales como el corazón o el pulmón, pero no sucede lo mismo con el cerebro. ¿Podrá llegar un día en que la ciencia lo consiga que?

Las posibilidades de reparación del cerebro utilizando células embrionarias o células madre está mucho más lejana que en otros órganos, salvo para algunas patologías muy concretas. Y por una razón: cada neurona, de las cuales tenemos 2 billones, hace mil contactos de media, aproximadamente. Reproducir ese circuito, si se lesionan unas neuronas, y lograr que las sustitutas establezcan los mismos contactos es la base del funcionamiento del cerebro. Eso es extraordinariamente difícil. Hay casos con más posibilidad de transplante, como el parkinson, donde son unas neuronas muy concretas las implicadas.

En materia de investigación científica neuronal, ¿cómo se encuentra España respecto a otros países?

Estamos en el puesto 11 en producción científica en el mundo, pero en el 20 en la calidad de esa producción. La neurociencia está en medio de esos dos valores, y un poco mejor que la media de otras ciencias en España. Éste es un terreno donde tenemos una tradición que ha jugado un papel importante, porque Ramón y Cajal fue el padre de la neurociencia moderna. Esa tradición ha hecho que surjan en la posguerra escuelas de neurociencia que han florecido bastante.

¿Se puede hablar de escasa orientación del sistema educativo hacia la formación científica?

España tiene una mala tradición científica. No hay una atmósfera social adecuada para la ciencia. A los científicos se les glorifica indebidamente o se les ignora. El ambiente social ha mejorado, y los medios de comunicación han jugado un papel positivo, aunque a veces son demasiado espectaculares en sus enfoques. La gente cada vez es más consciente de que de la ciencia se deriva nuestro progreso. Pero seguimos con una falta de conciencia social de que la ciencia es una actividad lenta, no espectacular, cuyos resultados se ven al cabo de muchos años. Y hay que incrementar significativamente la masa de científicos de España, que sigue siendo muy baja. Carlos Belmonte. ‘Sensaciones y cerebro’.

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