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En Rivas no valen excusas: cacas de perro, no

La campaña municipal 'Sin excusas' busca sensibilizar a la ciudadanía: la responsabilidad de recoger las excretas caninas es sinónimo de civismo.

En Rivas no valen excusas: cacas de perro, no

Reportaje: Patricia Campelo  Fotografía: Luis García Craus

Una tarde a principios de marzo, un grupo de vecinos y vecinas, profesionales y miembros de asociaciones relacionadas con el mundo animal se dieron cita para abordar un tema de creciente preocupación ciudadana: la incívica costumbre de no recoger las excretas de los perros en la vía pública. Esta mala praxis, nada inofensiva, se ha convertido en un problema de alcance en los últimos tiempos, denunciado con asiduidad también en los principales foros ciudadanos de las redes sociales.

En la gran plaza online, cada vez más ripenses lamentan que algunas zonas del municipio se encuentren tapizadas de excrementos caninos, con el consiguiente riesgo que esta situación conlleva para la salud pública. Por ello, en la reunión del Observatorio de Protección Animal, donde están representadas las asociaciones locales en la materia, ciudadanía, profesionales y Ayuntamiento, analizaron el pasado 2 de marzo este problema de largo recorrido.

«La responsabilidad hacia los animales y el tema de las cacas es un asunto sanitario y de educación cívica», defendió Teófilo Antúnez, de Rivanimal. «Si el perro no está desparasitado, eso va a la vía pública, lo puede coger un niño y llevárselo a la boca. Entonces nos enfrentamos con un riesgo sanitario», insistió este vecino y activista por los derechos de los animales. «Desde el año 94, éste es uno de los temas que la población percibe como más preocupante», ilustró José Luis Sánchez, jefe del departamento de Sanidad del Ayuntamiento.

«La mitad de las quejas que registramos en la Concejalía proceden de la falta de recogida de excretas», añadió en la reunión en la que también participaron voluntarias de Los Cantiles ¿la instalación municipal que recoge animales abandonados y que cuenta con 22 personas que acuden en sus ratos libres a socializar y a pasear a los perros- y de la asociación Mascoteros Solidarios.

La cita sirvió además para que uno de los miembros de la Unidad canina de la Policía Local, David Valera, diera a conocer la campaña informativa previa que se ha desarrollado en los últimos días de marzo. Después llegan las multas, recogidas en la normativa municipal y que pueden alcanzar 300 euros. Esta medida coercitiva, que ya se impone de oficio por parte de agentes municipales, ahora se verá intensificada y se enmarca dentro de una campaña de concienciación.

Bajo el nombre ‘Sin excusas’, la iniciativa, que ya se está dando a conocer en el mes de abril a través de esta misma publicación, de soportes publicitarios callejeros y desde la página web municipal y redes sociales del Consistorio, busca concienciar sobre la importancia de mejorar los hábitos con las mascotas atendiendo a razones de convivencia y de salud pública.

Además, se ha previsto el aumento de la limpieza en las zonas más afectadas: parques y vías públicas. El Plan municipal se pone en marcha desde los servicios municipales de Salud, Medio Ambiente, Seguridad Ciudadana y la empresa pública de limpieza Rivamadrid. «Quien no sea propietario de animales debe saber que se está haciendo algo al respecto», apuntó David Valera en la reunión del Observatorio Animal.

PERROS POLICIALES, UN EJEMPLO

Transcurrida la semana de información, protagonizada por agentes de la Unidad Canina de Rivas, quienes se pasearon con sus perros del 21 al 27 de marzo por parques y zonas concurridas por ripenses con sus animales, se inician las sanciones económicas que pueden alcanzar hasta los 300 euros.

Los agentes de este grupo de la Policía Local observan, ahora, para actuar en caso de detectar estos comportamientos incívicos. «Queremos mostrarnos como ejemplo ya que en nuestro trabajo es imprescindible la recogida de las deposiciones de nuestros perros que ponemos a disposición de la Administración y que luego conviven en casa con nuestras familias.

Así, empatizamos con los dueños de animales ya que tenemos las mismas inquietudes y experiencias que tienen otros propietarios de perros», analiza Valera, policía instructor de la Unidad Canina. Estos agentes buscan trasladar a la ciudadanía la necesidad de «poner remedio a esta conducta», ya que según subrayan, con la llegada del calor «se manifiestan más intensamente sus efectos nocivos, siendo un peligro real para la salud de los perros y de las personas».

«También queremos trasladar confianza a estos propietarios para que nos hagan llegar todas las molestias o casos de maltrato animal que observen, y poder darles solución así como informar del resto de normas que se incumplen y ponen en peligro a los propios animales», añade el agente.

PAGAR EL PRECIO

Rivas cuenta con cerca de 13.500 perros según el registro de la Comunidad de Madrid, aunque esa cifra, de acuerdo a los datos que manejan las asociaciones animalista, podría duplicarse.

«Hay mucha gente que ha venido a vivir a Rivas y no ha cambiado el domicilio en la base de datos del Registro de Identificación de Animales de Compañía (RIAC), por lo que no aparecerán en el censo local aunque sí vivan aquí», apunta la veterinaria ripense Mª Carmen Gago. Distribuidos en distintas zonas de la ciudad, hay 209 papeleras caninas y 11 parques de canes. El coste que asume Rivamadrid por el servicio anual de recogida de excretas en zonas verdes y parques caninos es de 66.000 euros y se retiran, de forma aproximada, seis toneladas al año, según datos proporcionados por la empresa pública. Jesús García es trabajador de Rivamadrid y habitualmente se ocupa de esta tarea.

Armado con una escoba y un recogedor, peina el municipio por zonas cada semana. En compañía de otro compañero adecenta en cinco días una zona y pasan a la siguiente. Si está solo, esta misión puede prolongarse hasta los diez días. Y así, desde hace una década que es el tiempo que lleva en la empresa pública. «Ahora hay más concienciación que antes y se recoge más, pero el municipio también ha crecido mucho, y por eso hay más zonas verdes y más animales», analiza García en referencia a la evolución experimentada respecto a este hábito de limpieza por parte de la ciudadanía. Las peores zonas que detecta Jesús se ubican en el centro del municipio, y no sólo.

«El paseo de Capa Negra, los parterres de la avenida José Hierro, los parques del centro y de Pablo Iglesias, el de la calle Dalia o la avenida Cerro del Telégrafo», enumera. El final de la avenida de Los Almendros o el barrio de La Luna son otras áreas que descuidan algunos propietarios de mascotas. Jesús identifica los lugares más concurridos como los más adecentados de la ciudad, situación que percibe en Covibar. «En el parque Lineal hay un gran número de perros y allí apenas recogemos algún excremento», afirma.

Para esta tarea, Jesús debe ir protegido con una máscara, pese a la incomodidad que acarrea llevarla durante las siete horas de su jornada. Su trabajo lo desempeña por calles, aceras y zonas verdes, lugares con los que cuenta con la colaboración de la plantilla de limpieza o jardinería de la empresa municipal, que sufre la presencia de excretas como una interferencia a su trabajo diario, dificultándolo.

Es el caso de Ernesto del Saz, oficial de jardinería de Rivamadrid. Desde hace cuatro años cuida las parcelas verdes comprendidas entre el auditorio Miguel Ríos y el polideportivo Parque del Sureste. «Cuando la gente nos ve, la gran mayoría recoge los excrementos. Pero cuando no estamos, a veces no es así. Y tampoco se lo puedes recriminar porque hay personas que se lo toman mal», deplora.

Aunque la retirada de excrementos en parques infantiles no es competencia del servicio de jardinería, Ernesto asegura que en algunos lugares deben prestar especial atención para que no causen problemas a la ciudadanía.

«Hablamos de niños. Esto puede haber un problema de salud, así que nos vemos obligados a retirarlas», reconoce. En los jardines, el efecto de los excrementos puede ser demoledor, ya que «queman las praderas»; «las achicharran», ilustra Ernesto. «Hace falta concienciación de fondo y saber que se trata de un problema de salud y de higiene. Es complicado. Pero sí es verdad que hay muchas más personas que recogen que las que no», resume.

La problemática descrita por Jesús y Ernesto trata de buscar solución en la campaña de concienciación ciudadana a la que se ha sumado Rivamadrid reforzando su operativo especial de limpieza en los lugares más afectados. Se han incrementado las acciones de baldeado y recogida manual de excretas en aceras, parques y jardines de Rivas.

«La empresa municipal ha realizado un esfuerzo, sobre todo de presencia en la vía pública, con el objetivo de concienciar a quienes no cumplen con sus obligaciones cívicas», explica Aída Castillejo, concejala de Sanidad. Además, desde el departamento municipal de Salud se imparten talleres en centros escolares de Rivas sobre deberes y responsabilidades con el mundo animal.

SALUD PÚBLICA EN RIESGO

La veterinaria Mª Carmen Gago trabaja en una de las nueve clínicas del municipio y subraya el problema de salubridad que acarrea no recoger las deposiciones caninas. «Si el animal no está bien desparasitado o le tenemos algo descuidado en cuanto a sus visitas al veterinario o a su higiene, podría contagiar algún parásito o alguna bacteria», apunta.

Sin embargo, si el animal «animal tiene la cartilla sanitaria al día y nosotros tenemos una higiene adecuada, es bastante difícil contraer una zoonosis procedente de las heces», matiza. Con todo, y en comparación con otros municipios, Mª Carmen percibe un mayor comportamiento cívico entre la ciudadanía ripense.

«El problema puede residir en que quizás haya más animales en Rivas», resuelve. Portavoces de Rivanimal y Mascoteros Solidarios, en una conversación mantenida con esta publicación sitúan en más de 20.000 perros la cifra real del ‘parque canino’ existente en Rivas. Elena García-Belenguer es Inspectora de Sanidad del Ayuntamiento, y concreta los efectos negativos de la presencia de excretas en el entorno.

«Provocan riesgos de transmisión de ciertas enfermedades a la población como el quiste hidatídico, patologías oculares que pueden llegar a la ceguera en menores por larvas de parásitos, diarreas por protozoos y otras dolencias bacterianas», enumera. Además de las molestias hacia las personas, debido a los olores desagradables y a la atracción de insectos, Elena subraya los inconvenientes que conlleva la durabilidad de las heces caninas: «En un entorno como en el que vivimos se secan y se convierten en polvo que respiramos todos los días».

Asimismo, «las personas y los animales las pisan y se las llevan a casa en la suela de sus zapatos y en sus patas», concreta la inspectora. «También se quedan adheridas a las ruedas de las bicicletas, patines o carritos. Y en juguetes como cubos y palas suponen un importante riesgo», defiende.

Elena destaca además los problemas de convivencia, ya que estas conductas incívicas generan «el enfado quienes sufren las consecuencias que en muchas ocasiones increpan a los propietarios que no las recogen, provocando tensión», concluye. ·

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Una familia que cuida su entorno

Pese a los datos desfavorables, una gran mayoría de ripenses sí recoge las excretas de sus perros. Es el caso de la pareja formada por Yaiza Domínguez y Pedro Bosch, de 27 y 28 años y maestros de profesión.

Tienen un bebé de diez meses, Héctor, y un perro, Ulises, de raza Golden de cinco años. En sus paseos diarios han normalizado la retirada de las heces del can como un hábito más. «Una vez cogida la rutina, no cuesta nada. Vas, lo recoges y punto», asegura Pedro. Entre sus costumbres, incluyen un paseo corto cada mañana y otro largo, «de una hora o de dos», puntualiza Yaiza, por las tardes al volver del trabajo.

El recinto canino del Sureste o el parque regional son los lugares que frecuentan con Ulises. Por el camino observan que, sobre todo, el parque canino está copado de cacas, aunque «no vemos que no las recojan, pero siempre está lleno», lamenta Pedro. Esta pareja adquiere sus bolsas en supermercados o en grandes superficies.

«Cuando el Ayuntamiento ponía las bolsas, la gente recogía más; después se empezó a notar que había más cantidad de cacas», concreta Yaiza. «Nosotros compramos un paquete en el que vienen tres o cuatro rollos. No son especialmente caras», apostilla Pedro. «A todos nos gusta pasear por un parque limpio, por los perros y por los dueños», explica Yaiza.

Respecto a los hábitos educativos o de socialización, han comenzado a seguir «ciertas pautas» con Héctor y Ulises «para que haya convivencia desde el principio y no se den problemas de celos», detalla Yaiza. Cuando el bebé sea algo mayor, su padre y su madre aseguran que le inculcarán el respeto hacia los animales. «Que no son juguetes, que si le tiras de la oreja o le metes el dedo en el ojo le duele», enumera ella. «Le enseñaremos el respeto como ser vivo que necesita ser cuidado, y con mucho amor», resume.

«También le daremos ejemplo», añade Pedro. «Cuando damos el paseo, si recogemos nosotros las cacas, pues la ideas es que él haga lo mismo algún día, que lo imite».

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