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El huerto que florece en medio de la ciudad

Agrivas es el colectivo que cuida el huerto de la Casa de Asociaciones: un jardín donde se afana cada semana gente del mundo del asociacionismo local.

El huerto que florece en medio de la ciudad

Texto: Patricia Campelo Fotografia: Luis García Craus El huerto de inverno no luce los colores que acostumbra en el estío: el rojo brillante de los tomates y pimientos o el morado de la berenjena esperan su turno bajo tierra. En cambio, el verde de la borraja, del diente de león, de las lechugas, la alcachofa o la berza invadían el huerto de la Casa de Asociaciones a principios de febrero. La nota disonante la ponía sólo la flor de la caléndula, resaltando con su tono anaranjado en uno de los bancales.

En este vergel que respira al oeste de la ciudad trabajan cada semana de manera voluntaria miembros de Agrivas, el colectivo formado por gente del mundo de las asociaciones del municipio con interés en cuidar la tierra, observar los frutos que arroja a lo largo del año y divulgar entre la ciudadanía los beneficios de las plantas.

Durante los últimos tres años, Agrivas, formada por una decena de personas fijas y otras tantas que participan de forma intermitente, ha ido expandiendo el huerto que hoy luce en la Casa de Asociaciones. De los cuatro bancales originales, que ya estaban antes de su llegada, han ido aprovechando el terreno vertical, a modo de terrazas, y casi la totalidad de la explanada donde han plantado diferentes variedades.

En un espacio de unos 1.500 metros, la tierra se renueva cada año arrojando una producción limpia, «sin uso de pesticidas», según apuntan los miembros de este colectivo. Además, realizan talleres para acercar a las vecinas y vecinos al entorno natural, y que puedan crear sus pequeños huertos en casa.

«Toda persona de Rivas que quiera llevarse un plantón, se lo damos. Está hecho para dar a conocer las plantas», invita Juanjo Huesca, miembro de Agrivas que, a su vez, participa en la Fundación de Discapacitados de Rivas (Fundar).

«No es un huerto de productividad ni tiene ánimo de lucro. Es la ilusión de venir aquí, conocer gente, entretenernos y aprender cosas», añade Antonio Sáez, integrante de este colectivo y de la Casa de Andalucía. El origen de este huerto se sitúa en un proyecto que la asociación Amor a la Tierra presentó a la Coordinadora de Participación Ciudadana, de la que Juanjo y Antonio eran miembros. «Nos pareció interesante porque servía para dinamizar toda esta zona que estaba desaprovechada, y enviamos comunicados a las asociaciones para invitarlas a venir», explica Antonio.

Hoy, casi la totalidad de los miembros de Agrivas pertenecen a otros colectivos. Santiago, por ejemplo, participa en el grupo de Energías Libres de Rivas y José Luis es voluntario en el grupo vecinal de Los Ámbitos. Aun así, el huerto está abierto a todo el mundo. «Hacemos talleres a lo largo del año; de semilleros, de jabones con esencia, de poda», enumera Santiago. En mente ya tienen la formación sobre plantas medicinales, dirigido a mujeres árabes, y otra de arbustos silvestres comestibles.

«Esto nació como huerto ecológico, sin fungicidas, y lo estamos completando con plantas silvestres de las que se ven por ahí y que se pueden comer. El diente de león, la malva o la verdolaga. Nosotros ya siempre miramos el suelo donde pisamos, y vamos investigando para meter plantas medicinales poco a poco», informa Santiago, profesor y técnico de energía solar.

Quien visite este lugar podrá recibir toda una clase gratuita de tipología de plantas, y hasta probarlas en el momento. Así, percibirá el sabor amargo del diente de león, «cuando más amargo, mejor», sentencia Luis María, otro integrante de Agrivas y ‘catador’ oficial de las plantas junto con Santiago. Para compensar, podrá paladear la hoja dulce de la estevia, que «regula la glucosa» y es «bactericida y diurética», defiende Luis María. También tienen ortiga, que «limpia la sangre», calanchoe, «con grandes propiedades medicinales» y cola de caballo, entre otras.

De forma autodidacta, los componentes de Agrivas han ido aprendiendo las características y beneficios de las plantas que les rodean. Con sus propios recursos e imaginación construyen el huerto cada día. El Ayuntamiento les proporciona el espacio, el agua y la caseta de herramientas. De la tierra y los esquejes se encargan ellos con sus propios medios. La próxima meta será el huerto vertical, con unos palés ya preparados para forrar una pared de la caseta de aperos. Con unos neumáticos reciclados protegen de las pisadas a la malva, la berza y el perejil. Y en otro rincón, acaban de empezar a construir un estanque. Aún en fase primigenia, este acuífero llegará a tener una cascada y una fuente que bombeará el agua con energía solar.

«El agua también cumple su función de atraer insectos y ayudar a la polinización», ilustra José Luis. Así, se van preparando para la explosión veraniega. «El año pasado recogimos unas sandías enormes», apostilla Juanjo sobre el momento de mayor protagonismo del huerto. Hacia julio y agosto, este espacio verde será conquistado por una amplia gama de colores.

Mientras, unos cultivos van dejando paso a otros, y los miembros de Agrivas continúan el estudio de las plantas. «El truco es ir aprendiendo una o dos, y cuando ya las hemos estudiado, descubrir otra», reconocen. El fruto de sus conocimientos lo vuelcan en la red, a disposición de quien desee visitarles virtualmente antes de acudir al huerto de la Casa de Asociaciones, para oler y probar el resultado de la naturaleza.

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