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Cristina del Valle: música y compromiso

Activista y cantante, Cristina del Valle, de Amistades Peligrosas, actúa en el concierto por las personas refugiadas el viernes 18 en el Bardem.

Cristina del Valle: música y compromiso

Entrevista: Patricia Campelo

Se ha sentado frente al líder ideológico de Hamas para recordarle que, además de la terrible ocupación que sufre su pueblo por los abusos israelíes, las mujeres palestinas suman a su dolor la lacra de la violencia de género. El feminismo es su ideología y la bandera con la que reclama, de manera transversal, el cumplimiento de los derechos humanos. Y además, siempre que la dejan, se sube a un escenario para lanzar mensajes a través de la música que interpreta, sola o con su compañero Manu Garzón en esta última etapa de Amistades Peligrosas, el afamado dúo fundado en 1989.

Cristina del Valle (Oviedo, 1960) son dos mujeres que respiran en una: a veces la activista acapara a la cantante y, otras, la cantante se sirve de la activista. Víctima de la violencia machista que sufrió su madre cuando ella era una niña, desde muy temprano aprendió lo que significaba empezar desde cero sin nada en la maleta.

Hoy, su mochila está cargada de fuerza vital y muchos kilómetros trabajando en los lugares calientes del planeta. Con la Plataforma de Mujeres Artistas ha actuado en Ciudad Juárez, Palestina, Sáhara, Guatemala, República Dominicana, Siria o Irak. Sufrió la censura y la invisibilidad por apoyar la campaña del No a la Guerra, en 2003, y no dudó en separarse de su primera pareja artística, Alberto Comesaña, cuando sus caminos ideológicos se distanciaban. El viernes 18 de diciembre se sube al escenario del auditorio Pilar Bardem, junto con el resto de grupos y artistas que tocan en la segunda gala solidaria ‘Rivas por las personas refugiadas’ (20.00, 5 euros).

¿Cómo le llega la petición para actuar por las personas refugiadas?

A través de una amiga de Rivas activista social. Aquí tenemos mucha relación desde hace tiempo, con actividades de la Plataforma de Mujeres Artistas contra la violencia de género o por Palestina y por el Sáhara. Rivas es un espacio de acogida y hermandad con gente que ha venido como víctima de violaciones de derechos humanos.

¿Cómo está viviendo está crisis de personas desplazadas que buscan refugio en Europa?

Nosotras estábamos en Siria, con la Plataforma de Mujeres Artistas, cuando Israel atacó Palestina en la operación Plomo Fundido. Estábamos allí con una acción internacional denunciando la ocupación. Participamos en la gran manifestación de más de 300.000 personas con todos los refugiados y mujeres de diferentes organizaciones políticas y sociales, de todas las tendencias. Ahí también tuvimos una reunión con Khaled Meshaal, líder ideológico de Hamas, que en ese momento estaba perseguido. Conversamos sobre el tema de género y de la violencia.

¿Sus múltiples estancias en la zona provocan que esta crisis de desplazados no le haya pillado por sorpresa?

La desestabilización de Oriente Medio es una estrategia que viene de largo, y no es casual, sino la punta del iceberg de una realidad compleja. El pastel de Oriente se lo quieren repartir, y mantener los conflictos y la división de los grupos internos ha sido beneficioso para justificar la destrucción. Por ejemplo en Irak: estuvimos allí unos días antes de la ocupación, con la Plataforma, denunciando, ante la embajada española con las organizaciones civiles. Ahí el mapa ya se estaba dibujando, Irak fue el comienzo, aunque hay episodios previos, pero allí se buscó desestabilizar la zona para justificar las invasiones. Todo lo que pasa en oriente tiene que ver con Estados Unidos, Europa y los países del Golfo para mantener dictaduras y el robo de recursos como la energía y el petróleo. Y lo de Siria tiene que ver con eso: allí no encontraron un títere para colocar, y dejaron que se desgastaran internamente las facciones. Y la consecuencia es la realidad que se nos muestra con rostros, nombres y apellidos: los miles de seres humanos víctimas de esta situación terrible que se llama terrorismo de estado.

Hay quien hace responsables a estas personas por querer huir de la barbarie en sus países.

Tras la imagen terrible de la periodista que empujó a un padre con su hijo, los medios comprometidos empezaron a mostrar a los gobiernos de esos países, a la policía y a los grupos fascistas que son una realidad social que explica cómo nada nace de manera inocente. Se crea una historia racista y de desinformación para dibujar al otro como un enemigo, con todo un ideario formado sobre ellos para justificar la no responsabilización y convertirles en responsables o incluso en agresores. Y junto a la reacción de miedo y prejuicio hay otra de solidaridad.

Lo positivo es que va por delante la iniciativa solidaria de la gente.

Esa es la única clave que puede salvar al mundo, el activismo. Lo estamos viendo en este país, en el día a día de las personas.

¿La gente está politizándose?

Sí, y era uno de los elementos importantes. El desencanto era una justificación. Pero la gente ha tomado conciencia porque todo lo que ha sucedido toca a la vida cotidiana de este país. Y como tomes conciencia ya no hay marcha atrás.

¿Eso le ha sucedido? ¿Qué faceta le abarca más, la activista o la musical?

Siempre han estado muy ligadas, desde niña. Nací en un hogar donde la violencia era una realidad cotidiana; mi madre siempre ha sido una persona de izquierdas, activista muy comprometida y una transgresora en su época y en su lucha contra la violencia. Y fue una enseñanza vital: una mujer valiente que salió adelante, que luchó en situaciones límite. Esa formación la mamas desde niña y forma parte de tu entidad ideológica. Mi casa era un espacio de acogida hace muchísimos años cuando no había casas de acogida, ni podías denunciar, cuando el divorcio o separación te dejaba marcada. Siempre había niños, niñas y mujeres que venían a esconderse.

Ha convivido con un sentido de lo social en su ámbito familiar.

Y como algo natural, y lo he ejercido siempre desde todos mis espacios, en organizaciones civiles o desde mi profesión tratando de trasladar en las canciones denuncias y realidades. Luego creé mi propia organización de mujeres artistas. Dejé Amistades [Peligrosas] en un momento en el que yo quería que el grupo evolucionara hacia algo más adulto o comprometido, y ahora lo he conseguido con Manu Garzón, que viene también de un hogar donde su padre era un maltratador y su vida ha sido un periplo de casas de acogida.

¿Se asimilan mejor los mensajes que llegan desde las canciones?

La música es un elemento de comunicación sin interferencias ni intermediarios. Entra a través de la piel y de las emociones y te provoca ganas de reír, de llorar, de indignarte o de cambiar la vida. Como cuando hemos estado en Palestina, delante del muro con la orquesta sinfónica de mujeres, tocando, y con unas grafiteras y niños dibujando instrumentos musicales. O en la escuela de teatro de Jenin, el campamento de refugiados, donde cada vez que venía un niño con una situación extrema se trataba que se expresara a través del arte. O en Ciudad Juárez, las madres-abuelas contando la experiencia, en un escenario. Ves tanto dolor, brutalidad, impunidad y corrupción política que piensas qué sentido tiene hacer un concierto. Pero ellas decían que ese refuerzo emocional y sanador lo era todo. La música es un instrumento de denuncia y de resistencia.

GALA POR LAS PERSONAS REFUGIADAS. VIERNES 18 DICIEMBRE / 20.00. Auditorio Pilar Bardem. 5 euros.

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