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Voces infantiles del desierto del Sáhara

Una treintena de niños y niñas saharauis ha disfrutado en Rivas de un verano al margen de la vida extrema del desierto gracias al programa Vacaciones en Paz.

Voces infantiles del desierto del Sáhara

Texto: Patricia Campelo Fotografía: Luis García Graus.

Aún recuerda Piedad Martínez a aquella niña saharaui que, cada vez que el cielo tronaba, se apresuraba a sacar a la calle todos los barreños y cubos que encontraba en casa para recoger el agua de la lluvia. Han pasado casi dos décadas desde la llegada de los primeros niños y niñas del Sáhara, pero las huellas que han dejado persisten en el recuerdo de los ripenses que convivieron con ellos.

El punto de partida del camino que ha estrechado lazos de amistad entre Rivas y el pueblo saharaui lo situó Aula de Solidaridad. Este colectivo organizó en el municipio, a mediados de los 90, el primer programa Vacaciones en Paz: la iniciativa ciudadana con la que viajan a España cada verano menores de entre 8 y 12 años de los campamentos de refugiados del Sáhara.

Se busca alejarles de las condiciones extremas del desierto, donde el termómetro roza los 60 grados centígrados en el estío, y proporcionales ocio y revisiones médicas. La mitad del pueblo saharaui vive exiliado en el suroeste de Argelia, en los campamentos de Tinduf, desde hace cuatro décadas. La otra mitad resiste en las ciudades del Sáhara Occidental que ocupó Marruecos ilegalmente en 1975. El Frente Polisario es su interlocutor político desde entonces.

«Recuerdo cuando mi hija llegó del colegio a casa con la carta». Se refiere Piedad a la circular que Aula repartió por los centros en 1996 explicando que la ciudad acogería ese verano a los primeros representantes infantiles del Sáhara. «Entonces teníamos hijos de esas edades, y aquel año yo tenía jornada intensiva y me podía organizar», explica Piedad sobre su primera incursión en la causa saharaui.

Después de aquel verano de contacto ¿fueron tres semanas de convivencia¿ las 15 familias que acogieron a los niños y niñas del desierto decidieron dar continuidad a la experiencia, y fundaron la asociación Rivas Sahel, que organiza desde entonces la llegada de estos menores. De aquellos primeros veranos, Piedad y su marido, Rafael de Paco, recuerdan la sorpresa en el rostro de los niños ante gestos sencillos como apagar y encender el interruptor de la luz. «Les llamaba mucho la atención, y se tiraban un buen rato. También con los grifos», detalla Rafael.

Sin embargo, el choque cultural se ha reducido con el paso de los años. «Ahora algunos tienen televisión, hermanos que vinieron antes¿ Saben dónde vienen», explica el matrimonio, residente en la zona de Santa Mónica que este verano ha convivido con las pequeñas Muja y Bibba.

Pese a la información con la que cuentan los menores, las familias de acogida deben afrontar los lloros de cada primer verano. Para los niños de 8 años supone la primera experiencia fuera de sus jaimas y se ven separados, durante dos meses, de sus padres y hermanos. «Cada cuatro o cinco días se ponen ‘mustias’ y hay que llamar a la familias», apunta Piedad mientras sujeta con ternura la cara de Bibba.

Con todo, la pareja aseguraba a mediados de julio, en la recepción celebrada por el Ayuntamiento, que este verano estaba disfrutando mucho y «deseando ir a la playa». Félix Merino y Araceli Madrid componen otro de esos matrimonios veteranos que agitaron los inicios de la participación pública y de la cooperación ripense.

Se embarcaron en la experiencia en 1997, recién estrenada Rivas Sahel. Padres de tres niños, quisieron optar por convivir con una niña ese primer verano. Después fueron llegando otros menores del Sáhara y así hasta hoy, cuando quien ha disfrutado del estío ripense ha sido el pequeño Embarek. «Conocíamos el conflicto saharaui, pero otra cosa es vivirlo con ellos», defiende Félix, en cuya familia, los vínculos afectivos con el Sáhara se extienden entre las siguientes generaciones. «Mi hijo pequeño, de 23 años, es amigo íntimo del hermano de Embarek, que tiene 22 y que estuvo en casa de pequeño», subraya.

MENOS VACACIONES

La crisis económica ha vapuleado a la cooperación internacional y ha mermado la capacidad de las familias para ayudar a los más pobres del planeta. Años antes, llegaban a España cerca de 9.000 niños y niñas. Del total, más de 500 pasaban su verano en la Comunidad de Madrid.

«En 2015 han venido 248», apunta Araceli sobre el descenso en el número de menores del Sáhara en la región. La particularidad de Rivas, donde ningún año se ha bajado de la treintena de niños, tiene que ver con una característica doble. Por un lado, el esfuerzo del Ayuntamiento gracias al cual las familias de acogida pueden sufragar el coste del vuelo de sus niños, y, por otro, el rasgo solidario de una población que ha ido creciendo con los años gracias al acicate del activismo vecinal.

«Rivas es un municipio muy solidario y eso implica que la gente esté más por estos asuntos. Y Rivas Sahel funciona muy bien. La gente participa mucho y cada vez se hacen más cosas. Somos 20 personas en la junta, y en la entidad unas 120», sostiene Félix.

Además de las subvenciones, esta asociación recauda fondos para el Sáhara en los diferentes eventos que organiza, como la pasada Legua Solidaria de junio, carrera que recaudó 9.000 euros.

Investigar la situación es el mejor argumento para defender una causa que lucha, desde hace 40 años, por la autodeterminación del pueblo saharaui. «No saber cómo viven allí te hace desconocer por qué vienen estos niños, así que es importante conocer el conflicto», argumenta Inés Díaz que, junto a Fátima Vega, ha acogido este año a Mohamed y a Salek.

«Somos prosaharauis, y esto es una forma de solidarizarnos con esta provincia española y estar en conexión con esta gente que son hermanos o ciudadanos de España. Además, si puedes acoger a dos o tres chavales y salvarles de 56 grados de temperatura pues se hace con todo el amor y el cariño», defiende Inés.

40 AÑOS DE ABANDONO

En noviembre se cumplen 40 años de los acuerdos por los que España entregó el Sáhara Occidental, al margen de la legalidad internacional, a Marruecos y Mauritania. La que fuera provincia española número 53 fue ocupada por fuerzas marroquíes, y los saharauis que no se quedaron a defender su territorio emprendieron un largo exilio por el desierto hasta el sur de Argelia.

Hoy, y ante el olvido de los diferentes gobiernos del Estado español, ha sido la sociedad civil, junto a los ayuntamientos, la principal impulsora de la ayuda a los refugiados del desierto.

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