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Peris-Mencheta: «En el teatro me veo y te veo»

El actor dirige 'Continuidad de los parques', obra con la que arranca, el sábado 27 de septiembre, la programación otoñal del auditorio Pilar Bardem.

Peris-Mencheta:
El director y actor Sergio Peris-Mencheta.

– Entrevista: Nacho Abad Andújar

La temporada de otoño del auditorio Pilar Bardem arranca el sábado 27 de septiembre con la obra ‘Continuidad de los parques’ (20.00; venta de entradas, aquí), un texto original de Jaime Pascual representado por primera vez en 1998 y que el actor y director Sergio Peris-Mencheta (Madrid, 1975) ha decidido rescatar, retocando y adaptando él mismo algunas de las historias que en él se narran. El montaje cuenta con un elenco destacado: Roberto Álvarez, Fele Martínez, Gorka Otxoa y Luis Zahera, que interpretan a 20 personajes que «se cruzan, chocan, encuentran y desencuentran en un parque».

‘Continuidad’ es el cuarto montaje que dirige Peris-Mencheta tras ‘Tempestad’ (2011), ‘Incrementum’ (2012) y la brutal y conmovedora ‘Un trozo invisible de este mundo’ (2012), escrita por Juan Diego Botto, que la protagoniza junto a Astrid Jones. Con ella ganaron cuatro Premios Max 2014. Y confirmó la destreza en la dirección de un enamorado del teatro al que hasta ahora la mayoría del público conocía por su labor actoral: casi una veintena de películas (‘Los Borgia’ o ‘El capitán Trueno y el Santo Grial’) y varias series televisivas (‘Isabel’, ‘Tierra de lobos’ o ‘Al salir de clase’ en su retoña juventud).

La entrevista se realizó a mediados de julio, por teléfono, mientras el protagonista rodaba una película de narcos mexicanos en Martorellas (Barcelona).

La obra está escrita en 1992. ¿Qué les empujó a rescatarla? Se ha llevado varias veces a las tablas. Nuestra obra es una una adaptación bastante libre que he hecho de la última versión de Pujol con su visto bueno. La obra ha evolucionado con el tiempo. De lo que se escribió en 1992, ahora sólo se representan dos piezas. Las demás han ido modificándose o añadiéndose. Yo formé parte del elenco que la estrenó en la sala Triángulo de Madrid en 1998. Fue entonces cuando conocí el texto y a Jaime. Luego se ha representado un par de veces más y ha habido otros conatos de ponerla en escena. Jaime y yo teníamos una cuenta pendiente con ella para visibilizarla, porque entendemos que merece la pena.

Tras el chute emocional que supuso ‘Un trozo invisible de este mundo’, ¿apetecía algo más de divertimento y juego? Incluso en ‘Un trozo invisible de este mundo’ hay bastante juego, más allá de que el contexto es muy distinto. Yo trato de que el juego esté siempre presente porque el teatro es juego. En ‘Continuidad’ hay la misma cantidad de juego que en ‘Un trozo’, pero el contexto varía. Este montaje está escrito como comedia al uso, pero su adaptación no es tan comedia al uso. He querido darle una vuelta, que hable sobre el encuentro de las personas, del urbanita con el urbanita. Un parque como un trozo verde en medio del cemento. Con un banco donde se da la posibilidad del encuentro, con el otro o con uno mismo, o del desencuentro. Vivimos una época de desencuentros. Sales a la calle, enciendes la tele, abres el periódico y hay desencuentro. Una época en la que, como la crisis acucia, solemos tender a parapetarnos detrás de lo que tenemos para no perder lo que nos queda o bien unirnos con el otro y hacer proyectos como éste.

¿Es usuario de parques, hay alguno que recuerde especialmente? Soy del barrio de Batán. Me he criado en la Casa de Campo, el pulmón de Madrid. Allí tuve mis pandillas, mis cabañas. Y luego he seguido yendo a pasear a mis perros. Ése es el parque por antonomasia de Madrid. Pero no nos hemos inspirado en la Casa de Campo para levantar este parque teatral porque no es el paradigma de parque urbano que se ubica en el centro de la ciudad, ese parque donde los locos más locos, en el mejor y peor sentido, se dan cita.

Cuatro actores para 20 personajes. La mano del director se tiene que notar. Y un jardinero, que hace las veces de regidor, Xabier Murua, que entra y sale por el parque, y Marta Solar, que recibe al público, como maestra de ceremonias, y ejecuta las transiciones musicales en directo y a capela con un aparatito que viene a convertirse en una orquesta.

En ‘Incrementum’, todo mujeres. En ‘Tempestad’ y ‘Continuidad de los parques’, todo hombres. ¿Hay alguna diferencia entre dirigir a un reparto femenino y a otro masculino? Creo que sí hay diferencia cuando el elenco es completamente femenino, completamente masculino o mixto. Y las tres son iguales de interesantes. Quizá en ‘Un trozo invisible’, un reparto ecuánime con una mujer y un hombre, se vivió un viaje más equilibrado. En el caso de ‘Continuidad’, la necesidad de que fueran cuatro hombres responde a que considero que la ciudad es masculina y el parque, femenino. Me apetecía que la voz del parque fuera la de la mujer, para contrarrestar los personajes masculinos que se dan cita en él y hablan del mundo que hemos creado los hombres casi a nuestra medida, un mundo patriarcal donde prima el desencuentro y la competitividad.

Toni Servillo [protagonista de ‘La gran belleza’] define al teatro como la gran fiesta de los sentidos y la inteligencia. ¿Qué es el teatro? El mundo en pelotas. El sitio donde me vea y donde te vea a ti.

La crisis, los recortes, la perplejidad social con lo que está pasando, ¿están provocando un teatro nuevo? La crisis acucia el ingenio y hace que el teatro sea más teatro. El teatro es ese lugar a medio camino entre la novela y el cine. En la novela, el lector imagina la mayor parte del texto que el autor propone: los personajes, los lugares, los colores, las caras. En cine te lo dan todo masticado. El teatro es lo que hay entre ambos. Para mí, resulta más interesante cuanto más se acerca a la novela y más se aleja del cine. El hecho de que, en época de crisis, no puedas contar con grandes escenografías ni grandes puestas en escena agudiza la perspicacia. Y hay que tirar del ecoteatro. Siempre he entendido el teatro como hacer mucho con pocos elementos, y que el espectador asuma la mitad del trabajo. En época de crisis, el teatro florece como una vía rápida para contar historias de lo que pasa. Como decía Shakespeare, el teatro es un espejo ante el mundo. Y para hacer una película de lo que pasa ahora necesitas, por lo menos, un año como poco, desde que se rueda hasta que se estrena. Aunque también es pretencioso pensar que lo que le sucede actualmente al teatro no ha pasado antes.

¿Hay una eclosión del teatro ‘pequeño’, social, con proyectos como el Teatro del Barrio, de Alberto San Juan? Hay muchos más actores que directores, productores y autores. Y en épocas como ésta el paro aumenta. La crisis agudiza el ingenio y algunos actores, antes de estar esperando a que les llame el representante, se buscan las habas. Si el actor se toma su trabajo con conciencia, la utiliza en el sentido más amplio de la palabra y vive en el mundo en el que vive, tratará de devolverle lo que éste le da, y hablar de lo que pasa a su alrededor. Muchos actores se han convertido en directores, autores, escenógrafos e incluso productores de sus propios montajes. Y, en ese sentido, se produce una vuelta al teatro artesano, al teatro de barrio (ahí Alberto San Juan ha acertado con el nombre de su sala).

Un teatro que habla de lo que pasa al de al lado. Y que quita la razón al ministro Montoro cuando dice que el teatro es ocio puro y duro. El teatro tiene que entretener para que el mensaje pueda calar. Pero, ante todo, es un espejo ante el mundo. Su tarea principal, como la del arte en general, es retratar la realidad. Quizá por eso no lo apoya quien debería respaldarlo, porque no conviene que la cultura florezca, aunque lo hará a pesar de las piedras que le ponen encima.

Cuando recogió el Premio Ceres 2013 en el teatro romano de Mérida, recordó el artículo 44.1 de la Constitución: «Los poderes públicos promoverán y tutelarán el acceso a la cultura, a la que todos tienen derecho» [ver su discurso]. Los que están gobernando no son tontos para nada, aunque lo parezcan. Saben lo que hacen. Saben que cortarle las alas a la cultura y meterle 13 puntos más de IVA [España tiene el IVA cultural más alto de Europa, 21%] repercute en contra no sólo de la riqueza cultural de un país sino también de la riqueza en general. Se ha dejado de recaudar mucho dinero en las salas por culpa del 21%, que ha terminado de asustar a la gente. Francia, por ejemplo, tiene un IVA escalonado: la compañía no lo paga hasta la función 40, cuando empieza a abonar un IVA que ronda, creo, el 4%. Nosotros estamos pagando un 20% desde la primera función.

¿Así es difícil sobrevivir? Hacemos teatro para intentar contar lo que pasa, no para ganarnos la vida con ello. En nuestra compañía, Barco Pirata, ninguno de los tres socios podemos vivir de la productora: y tenemos cinco montajes en cartel ahora mismo. No vemos un duro. Todo lo que entra como beneficio lo reinvertimos para el siguiente montaje. Y debemos tomarnos muchos plazos para sacar adelante las obras. Tenemos tantos montajes en pie porque se han dilatado mucho los tiempos y ha cambiado el panorama. Antes, una obra se montaba en 45 días, se estrenaba, estaba en cartel seis meses y se iba. Ahora hay que estrujar un poco más la teta de la vaca, con lo que los proyectos duran más, para bien y para mal.

Una profesión que se ha precarizado. Juan Diego Botto dedicó uno de sus Max por ‘Un trozo invisible de este mundo’ al teatro, una actividad con el 73% en paro, dijo. Hay que regularizar el tema de las salas pequeñas porque los actores están cobrando en B y no cotizan. Y no cotizan porque sólo el hecho de trabajar ya sale más caro. Sale más caro el collar que el perro. No se han regulado los microteatros ni las salas de nueva creación. Ahí tenemos un vacío. Un actor, pintor o músico trabaja porque no lo puede evitar.

Y ésa es una diferencia con otras profesiones. El arte tiene eso, que uno hace las cosas para alimentar el alma. Esta gente seguirá actuando aunque les pongan palos en las ruedas. El sistema teatral se mantedrá a golpe de corazón. Lo que ahora sustenta el entramado teatral de Madrid es esta cantidad de locos teatreros que, a pesar de la que está cayendo, siguen abriendo salas, montando compañías y creando funciones con más de ocho actores. Se trabaja por amor al arte, con montajes en cooperativa donde el dinero se reparte entre tantos que al final no toca a nada y uno tiene que estar en cinco obras diferentes para poder salir adelante. Por ejemplo, nuestra compañía tiene ‘Tempestad’ con cuatro montajes a la vez. Y de los cuatro, los intérpretes también hacen las labores de producción en dos.

Usted interpreta y dirige. Es un exponente de la polivalencia que menciona. ¿En qué momento decidió ponerse a los mandos de una función? La decisión no fue ponerme a dirigir o no. Yo empecé a dirigir casi al mismo tiempo que a actuar. Me inicié en un grupo universitario. A los dos meses, la que dirigía el taller se tuvo que ir y hacía falta alguien. Y me puse yo. Pero lo que me daba de comer era la interpretación. Estamos en un país que no lleva bien eso de tirar faltas y parar penaltis. Y así la gente piensa eso de qué coño hace el de ‘Al salir de clase’ [serie televisiva que le dio a conocer] dirigiendo teatro. Pero yo, antes de hacer esa serie, ya había dirigido unas cuantas obras. Luego seguí dirigiendo durante un tiempo, siempre en formato semiprofesiona [hasta que en 2011 creó Barco Pirata y pusieron en pie ‘Tempestad’].

¿En qué momento el director deja de asistir a la función que ha preparado? Según mi opinión, nunca deja de asistir. Hay cosas materiales que lo impiden, que estés en otra ciudad, por ejemplo. Pero siempre que tengo una función y puedo ir, voy. Yo doy notas hasta el último día de función. El teatro es un presente continuo.

¿Próximos proyectos? Ahora mismo estoy entrando en una nave en un polígono industrial de Martorellas (Barcelona). Estamos rondando la película ‘El mal que hacen los hombre’, una frase de Marco Antonio a Julio César. Se trata de una película fronteriza de narcotraficantes mexicanos, filmada en inglés por un catalán [Ramón Térmens] harto de rodar en un idioma que no sea el inglés para así intentar vender la película fuera antes que venderla aquí, porque en España el cine ha pasado a ser castellano antiguo.

¿Y en teatro? Como actor tengo una función dirigida por David Serrano, ‘Lluvia constante’, una historia de dos policías. El otro agente es Roberto Álamo. Estrenamos en Avilés en octubre y luego estaremos dos semanas en los Teatros del Canal de Madrid. En marzo y abril hago una función dirigida por Nacho García, ‘La cisma de Inglaterra’, de Calderón de la Barca, en el Teatro Pavón. Interpreto a Enrique VIII. Como director no hay nada fijo, estamos traduciendo bastantes obras, buscando cositas.

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