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¿Cómo viven los ripenses sus vacaciones?

Vecinos y vecinas cuenta cómo serán sus días de estío. Desde recorrer Europa a bordo de una caravana hasta explorar nuevas rutas por el Manzanares.

¿Cómo viven los ripenses sus vacaciones?

Reportaje incluido en la revista municipal ‘Rivas al Día’ de julio de 2014.

Texto: Patricia Campelo Fotografías: Luis García Craus.

La postal del verano de Fran Molina se dibuja con una boina de algodón, un chaleco negro y una guitarra enfundada en una caja cubierta de pegatinas con los colores de todo el mundo. De norte a sur y de oriente a occidente, ese músico de jazz ha llevado su música a casi todos los rincones del planeta.

Este verano, buscará descanso y refugio en lo que él define como «la pequeña India al lado de casa»: Marruecos. «Tengo amigos allí; en julio iré al sur y en agosto al norte», detalla.

El pasado verano mientras vivía en Londres, Fran puso su experiencia de trotamundos al servicio de la red social, creando una página en Facebook para que viajeros ripenses intercambiaran información y vivencias. Tras un año de recorrido y cerca de 900 amigos, en el grupo ‘El mundo en Rivas’ interactúan personas de diferentes países de todo el mundo que Fran ha ido conociendo en sus viajes y que han encontrado en este espacio de la web un lugar en el que seguir en contacto. Pero sobre todo, ripenses con sed de viajes.

«Hay gente muy maja del barrio que publica cosas interesantes», reconoce este vecino de la zona de Centro. «A veces te enteras, por ejemplo, que ha salido una nueva compañía con vuelos muy baratos», detalla. También sirve de punto de encuentro para trazar planes en grupo. «Si veo un vuelo muy barato lo pongo ahí y ha habido gente del grupo que, tras verlo, se ha venido conmigo».

Ahora Fran espera disponer de más tiempo para dinamizar esta página, y que las ideas traspasen el mundo digital. «Me gustaría montar una asociación y encuentros mensuales con intercambios de comidas del mundo», avanza. El globo terráqueo ha comenzado a quedarse pequeño para Fran.

A sus 44 años, lleva más de una década viajando e impregnándose de las culturas y costumbres de personas de más de 40 países en todo el mundo. Otro músico ripense de jazz estuvo presente en sus comienzos de trotamundos. «Empecé con 32 años a salir tocando con Jorge Pardo en Oriente Medio, en Siria, Egipto y Jordania; el Mediterráneo lo pateamos entero y también estuvimos en un festival en Zimbawe, entre otros», enumera. «Después ya me independicé, y empecé a ir a los viajes con mi grupo y con una bailaora para hacer flamenco jazz».

Con su quinteto se recorrió el África austral en 2005; al año siguiente actuó en Bosnia, Turquía, Alemania, Etiopía e India. En 2007 participó en los festivales internacionales de jazz de Haití, Guatemala, México y Grecia; recorrió Marruecos y estuvo de gira por Gabón y Qatar. También ha impartido clases en los conservatorios de Bamako en Malí, en el de Damasco en Siria y en Kazajstán.

En su vertiente más solidaria, ha participado en proyectos musicales como el disco ‘Sáhara en el Corazón’ (1998) y en ctuaciones en Palestina con la plataforma Mujeres Artistas contra la Violencia de Género. Estos viajes especiales han llevado a Fran a conocer a fondo hasta el último rincón de los pueblos y ciudades donde ha sonado su directo y donde, además, ha impartido formación musical.

«A lo mejor me pasaba una semana yendo cada día al conservatorio del lugar y, después, los alumnos me llevaban a sus casas, o tocábamos con músicos locales. Esto hace que te relaciones mucho con la gente», asegura. Además, el lenguaje de la música le sirve a Fran para estrechar lazos incluso en los sitios donde el idioma se convierte en una barrera casi infranqueable.

«Toqué en Tanzania en 2006 con el grupo de una tribu que solo hablaba suajili, pero logramos entendernos musicalmente y hacer un concierto juntos. La música es un lenguaje que te hace comunicarte aunque no hables el mismo idioma», sentencia Fran, que se siente afortunado «por hacer amigos en todo el mundo» gracias a su arte.

Uno de los planes económicos que recomienda Fran para este verano es el de Marruecos, su paraíso cercano. «Te permite desconectar de maravilla; tres días allí equivalen a una semana por Europa. Y con 150 euros encuentras vuelo, alojamiento y comida por varios días», advierte. «La gente tiene que perder el miedo», aconseja.

VIEJAS CARAVANAS, NUEVOS VIAJES

Un aire ‘vintage’, tres ventanas, una puerta y dos ruedas, color blanco –roto, por el paso de los años- y franjas de colores. Así son las viejas caravanas de Diego Pérez Parrilla (35 años) y sus amigos: pequeños habitáculos móviles de los años 80 que se han convertido en soluciones vacacionales.

«Este año iremos por el norte de Francia, la zona del Loira y Normandía», anticipa Diego sobre un trazado que no está cerrado en absoluto. «Lo bueno de viajar así es que puedes improvisar. Lo mismo acabas en Francia que en Suiza o en Italia, depende de cómo se nos vaya dando». Suiza y Portugal son otros de los destinos de este grupo de caravaneros formado por nueve familias con adultos de treinta y tantos a cuarenta y pico y un montón de niños de entre 2 y 8 años.

Todo empezó cuando uno de ellos anunció que pensaba adquirir un remolque. «Entonces vimos los precios y, tras echar cuentas, nos dimos cuenta que nos venía fenomenal ya que en general, como casi todo el mundo en este país, ganamos bastante poco, y esta era la única forma asequible de poder tener vacaciones duraderas y con los niños», explica Diego.

Este verano parte de viaje con su familia y otras dos más. «Pero cuando nos juntamos todos podemos llegar a ser hasta 40 personas», relata sobre su multitudinario grupo de amigos viajeros con los que estuvo al completo la pasada Semana Santa en un camping de Valencia.

Como ventajas, la improvisación es una de las que señala este ripense que adquirió su caravana de segunda mano en septiembre de 2013. «No estás fijo en un sitio, te puedes mover en función del clima o de si un lugar te gusta o no. Además, al alojarte en campings, ya estás en la calle con los niños, disfrutando del campo o la playa y haciendo cosas; en un apartamento todo es más sedentario», señala. «La caravana te obliga a hacer muchas cosas todos juntos y mucha libertad, esa es la palabra que define todo esto: libertad«.

Con la caravana a cuestas el destino obligado siempre es un camping, lugares «bastante caros sobre todo en España», puntualiza Diego. «En Europa son más baratos y están más cuidados, por ejemplo en las zonas del Loira y Las Landas en Francia. En Portugal también están bastante bien, se equiparan en cuanto a instalaciones a los de otros países europeos pero son, además, más baratos».

Antes de tener a sus dos niñas, Diego y Ana Galán, su mujer, viajaban en una furgoneta equipada con la que no necesitaban siquiera alojarse en campings. «Dormíamos en playas, hacíamos acampada libre». Desde que aumentaron la familia, buscan la seguridad y la vida comunitaria del camping.

La roulotte de esta familia ripense es del año 1989. Por un precio de ente 1.500 o 2.000 euros se puede conseguir una de similares características. «No requiere gastos adicionales, no hay que pasar la ITV, el seguro te sube 10 euros más y al ser de menos de 750 kilos la puede conducir cualquiera con un coche normal», aclara Diego.

En el presupuesto de cada viaje, el combustible es uno de los gastos que más notan el uso del remolque. «Y tienes que ir a 90 por hora, por lo que vas más despacio y tardas más en llegar». Pero las ventajas superan estos inconvenientes. «No importa ir más lento en verano porque no tienes prisa; vas donde quieres el tiempo que quieres y cuando se acaba el dinero nos volvemos a casa».

CON LA BICI A TODAS PARTES

Subido a una bicicleta de montaña, Miguel Ángel García (45 años) se echa a rodar por Asturias este verano junto a dos compañeros del club ripense El Altillo Mountain Bike, al que pertenece desde hace ocho años.

Durante cuatro días, y en un itinerario de ensueño, dominarán la Ruta de la Sidra, un trazado que les llevará por Cangas de Onís a Colunga, Gijón y la villa sidrera de Nava. Entre 60 y 65 kilómetros cada día. «Son etapas autoguiadas con GPS adaptado a la bici. Durante el día disfrutamos del camino, vemos Asturias y hacemos los que más nos gusta, que es la bici de montaña», señala Miguel Ángel.

El viaje por Asturias está recomendado para quien tenga un nivel medio alto de preparación sobre la bici. «Hay un desnivel acumulado de 4.000 metros en todo el camino», concreta.

Pero los miles de kilómetros que Miguel Ángel lleva pedaleados le confieren facilidad para encarar la ruta asturiana. «La primera ruta que hice fue la Transpirenaica, que cruza desde Gerona hasta el País Vasco».

Dos veranos le llevó a Miguel Ángel pedalear los 1.000 kilómetros que separan los Pirineos, 500 cada verano. «Hay gente que lo hace en un solo verano», apostilla. Sobre los Alpes rodó también con los compañeros de El Altillo, 500 kilómetros.

«También he recorrido la cordillera del Atlas en Marruecos, una zonade montaña muy interesante, pasando por los pueblos y conociendo cómo vive la gente». Sobre la isla de Lanzarote han quedado también impresas las ruedas de la bici de Miguel Ángel a lo largo de todo su perímetro con el mar de fondo. ‘Pedales de Granada’, la ruta con la que exploró Sierra Nevada, y Picos de Europa son otros de los paisajes pedaleados.

Interrogado por la ruta más intensa, Miguel Ángel –que viene realizando unos 4.000 kilómetros al año– se detiene en la que le llevó al Atlas marroquí. «Es un viaje con muchos contrastes. Piensas que vas a encontrar algo muy distinto a cualquier montaña que conozcas. El paisaje es árido pero también con bosques, ríos y gargantas. Además, el hecho de conocer la vida de la gente de allí lo convierte en un viaje distinto», confiesa.

El paisaje «descomunal» de los Alpes lo convierte en otro destino especial. «Ir pedaleando al lado de las Dolomitas o ver montes como el Mont Blanc es algo espectacular», subraya. «Rodar a 2.700 metros de altura es un auténtico placer, al que le guste, ¡claro!, porque esto conlleva su parte de dureza», puntualiza. «Yo siempre digo que, para los ciclistas, cuando más duro y más sufrimos, más nos engancha este deporte», se sincera este ripense, informático de profesión que vive por la zona del Santa Mónica.

Para quien acostumbre a pedalear de manera más sosegada, Miguel Ángel recomienda un variado ramillete de rutas asequibles que parten desde Rivas.

«Aquí tenemos una cantidad de alternativas impresionantes. Desde irte a la dehesa de Arganda, que tenemos ahí al lado unos montes de pinos con unas rutas preciosas para la bici de montaña, a rutas más largas como irte hasta Campo Real, o en dirección a la presa del Rey, muy interesante para gente que se está aficionando y para quien empieza o no se quiera alejar mucho», enumera.

«Conviene destacar también para gente que no se atreve a salir del asfalto con la bici, la vía verde de Tajuña, que la tenemos muy fácil de conectar desde Rivas y son unos 100 kilómetros entre la ida y la vuelta. Es una ruta muy plana, no tiene gran desnivel, solo que es larga, pero te puedes dar la vuelta cuando quieras», aclara.

La clave para que la experiencia sobre dos ruedas sea todo un éxito reside, a juicio de Miguel Ángel en el grupo. «Yo empecé a salir solo por Rivas y me cansé pronto porque no avanzas, te amoldas a una distancia y no progresas. Busqué por foros de internet compañeros de salidas y comencé a salir con gente hasta que di con el club (El Altillo)», explica.

«Mi consejo es contactar con alguna tienda de bicis o con clubes para compartir la afición y poder aprender. Es más divertido, además, salir solo en bici de montaña tiene su parte de riesgo: es un problema encontrarte solo en la montaña con una lesión», alerta.

RIVAS, MÁS VERDE DE LO QUE PARECE

No todo ripense conoce el paraje natural en que está enmarcada su ciudad, con una gran riqueza, biodiversidad y mucha historia. Lo sabe bien Vicente Núñez (40 años), vecino de la zona de Rivas Futura y miembro del Grupo de Investigadores del parque lineal del Manzanares (GIPLM).

Con esta entidad, Vicente explora y documenta rutas con las que dar a conocer a la ciudadanía el rico patrimonio natural de la ribera del Manzanares, un parque lineal que, a su paso por Rivas, concentra los mayores puntos de interés. «Aquí se juntan los dos ríos. Además, es el primer municipio que tiene un enorme patrimonio que se está conservando, lo que es un logro», explica Vicente.

«Cuanto más te acercas a Madrid menos cosas hay porque se han destruido», añade.Hace una década, el GIPLM comenzó sus incursiones y realizaban rutas abiertas a la ciudadanía. «Llegó un momento en que se apuntaba mucha gente, y ahora intentamos hacer grupos reducidos porque además hay zonas que son un poco sensibles», aclara Vicente. Por ello, las excursiones las hacen previa inscripción con los socios y socias, una condición que puede obtener cualquiera que así lo solicite desde su web.

Vicente entiende la historia y la ecología como un solo bloque en el que no se puede explicar un concepto sin el otro, y sin la responsabilidad que se ejerce sobre el medio que se visita. «Este tipo de turismo ecológico e histórico es más responsable, es una forma de disfrutar del medio mucho más moderna, en el que la gente no va a comer a la orilla de los ríos ni a bañarse en ellos, sino a entender el entorno. Eso está muy relacionado con la historia. Ambas cosas, naturaleza e historia están unidas, inseparablemente. La historia de Madrid está ligada a los ríos».

En ese sentido, Vicente con el GIPLM realiza una ruta sobre la Guerra Civil y la historia del canal del Manzanares. «Desde el canal se observa todo el ecosistema que ha creado el río, pero también la historia. En esa zona se libró la batalla del Jarama [en febrero de 1937] porque era un valle de acceso a Madrid», detalla Vicente.

Entre las ruta recomendadas por Vicente está la que recorre la laguna del Campillo, con su centro de interpretación, al que se llega desde la parada del metro de Rivas Vaciamadrid. Para observar parajes más desconocidos, sólo hay que seguir el río Manzanares en ascenso. Allí se pueden descubrir restos conservados de la Guerra Civil. «Ninguno está protegido, pero como aún no ha llegado allí la civilización, parce que está preservado».

Este verano, Vicente explorará nuevas rutas con las que acercar a la ciudadanía al entorno natural. «En Rivas, casi todos somos de fuera; y el gran reto es que la gente sea de aquí, que conozca la zona en la que vive. En esa tarea estamos también nosotros», concluye.

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