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La galería de Magdalena: «Vivimos de regalar arte»

La galería de Magdalena fotografiará a vecinos ripenses cuyas cabezas aparecerán metidas en una caja ('Encaja_dos') para luego empapelar con las imágenes un muro del parque Lineal.

La galería de Magdalena:

Entrevista: Nacho Abad Andújar

La galería de Magdalena es una plataforma cultural madrileña que interviene en el espacio público, principalmente en edificios en obras y lugares infravalorados como solares. La componen Isa y Rachel, dos arquitectas de 34 años que transforman andamios y vallas en soportes para sus exposiciones temporales.

Como muchos de los colectivos artísticos, se mueven en la alegalidad. Por eso prefieren no desvelar su identidad completa. No piden permiso para materializar su arte urbano, pero son tremendamente respetuosas con el entorno que modifican. Son precursoras del concepto ‘regalo urbano’: sus obras están pensadas ex profeso para que se las lleve el transeúnte (ver su hastag #RegalosUrbanos en Twitter). También regalan exposiciones (#RegalaUnaExposición) y hacen de comisarias para otros artistas que desean intervenir en el espacio público.

«Vivimos de regalar arte. Aunque parezca difícil, se puede», explican las magdalenas, como ellas mismas se autodenominan. Estas dos artistas, reclamadas por grandes festivales de arte urbano como el Mulafest y que han dejado su arte urbano efímero en ciudades como Sevilla, Granada, Valencia, Alicante, Barcelona Gijón o México DF, viven en la calle de Magdalena (Lavapiés), donde realizaron su segunda exposición, en una esquina de un edificio en remodelación. Aquella muestra duró lo que duraron las obras.

Su primer trabajo, ‘Los reyes no son los padres’, se vio una mañana de domingo en la calle de Fuencarral. Y cuando se hacía esta entrevista, tenían intervenida la valla metálica de un teatro en obras de la calle del Príncipe con su ‘Nevera urbana’: recortan palabras de los carteles de los conciertos, las pegan en un cartón, colocan un imán por detrás y la gente puede construir frases, como sucede en los frigoríficos de muchos hogares del mundo. «Nuestros trabajos pretenden generar comunidad. Siempre nos ha interesado que la obra la acabara la gente. La participación ciudadana es parte de la obra», explican.

«Haremos un photocall ciudadano el martes 10 de septiembre, desde las 10.00. Luego colocamos las fotos en el muro que intervenimos. Los retratos sorprenderán al transeúnte»

Su propuesta para Rivas se titula ‘Encaja_dos’.

Haremos un photocall ciudadano el martes 10 de septiembre desde las 10.00 de la mañana a la salida del metro Rivas Urbanizaciones. Metemos las cabezas de las personas en una caja y les hacemos una foto [el retratista es Joan Tomás]. Luego pasamos las fotos al papel y las colocamos en el muro que intervenimos [el de la ría del parque Lineal]. Los retratos permanecerán expuestos, y sorprenderán al transeúnte que camine por la zona [se trata de un proyecto ya probado en un solar del barrio del Born, de Barcelona. La respuesta vecinal allí fue sorprendente]. También queremos grabar a la gente que posa diciendo unas palabras optimistas, de manera que cada caja tenga un mensaje propio que luego se puede ver por Internet. Nos parece interesante que alguien desde México, por ejemplo, pueda ver lo que se ha hecho en Rivas, lo comente y pueda emocionarse.

Un proyecto que requiere de la participación vecinal.

Nuestros trabajos siempre pretenden generar comunidad. Este proyecto refleja en sí mismo la comunidad: un montón de gente que está creando una intervención. Nos parece interesante que la gente pueda interactuar.

Las fotos quedarán pegadas a la pared, pero no hay ‘regalo urbano’, una de sus señas de identidad.

Aquí el regalo se queda en la ciudad. Es abstracto, te lo llevas al pasar. Joan Tomás le dice a los retratados que se expresen, que pongan caras y sonrían. Así creamos un gran retrato colectivo de muchas sonrisas. La gente que pasa por la calle y lo ve se lleva una sensación de optimismo y felicidad.

«Cuando rescatamos el solar de Barcelona, dio un cambio radical. De ser un espacio degradado se convirtió casi en monumento. Ahora mucha gente va a hacerse fotos con los retratos»

Es un proyecto ya abordado en el Born, en Barcelona.

Cuando rescatamos el solar de Barcelona [junio de 2012], dio un cambio radical. De ser un espacio muy degradado se convirtió casi en un monumento. Mucha gente va a hacerse fotos con los retratos. O pasan y se quedan mirando diez minutos. La gente también genera la obra. La idea es crear un vínculo de identidad con el sitio. Ahora [verano de 2013] hemos vuelto a restaurar el solar. Los locales de alrededor nos dieron las gracias, nos ofrecieron cosas. Y otros artistas se han ido adaptando a la intervención proponiendo nuevas actuaciones. Hasta el programa ‘Redes’, de Punset, filmó en el lugar para ilustrar un programa sobre el optimismo.

El optimismo, ¿es una constante en sus trabajos?

Siempre intentamos transmitir esa sensación. Con la que está cayendo, te cansas un poco de la negatividad. También se pueden hacer crítica más allá de la pura queja. Con humor y regalando un poco de alegría.

Son una galería ‘callejera’ de arte efímero, pero además de crear también gestiona exposiciones de otros.

El trabajo de comisariado también es muy creativo, aunque pueda parecer que sólo es creativo hacer la pieza. Pero una cosa es ser fotógrafo y otra pensar en cómo hacer para que eso tenga éxito en un solar en la calle. Y esa faceta también la abordamos. Nos gusta reflexionar sobre cómo convertir algo convencional en una propuesta concreta para la calle.

¿Cada cuánto actúan en el espacio público?

Hicimos una el pasado sábado [la entrevista se realizó en julio]. Normalmente, dos veces al mes. Generalmente los domingos.

¿Las ciudades están cada vez más vigiladas y reguladas?

Sí. Pero aunque esté todo muy vigilado e institucionalazo, nosotras intervenimos de una manera natural. Los policías, a veces, se hacen un poco un lío. Pasan cuando estamos exponiendo, pero no se enteran bien de lo que estamos haciendo y nunca nos han dicho nada. En el mundo del arte urbano se juega mucho con el anonimato. Está bien no poner los nombres, somos La galería de Magdalena. Es bonito hackear las normas y saber que puedes intervenir a plena luz del día. Es importante entender que puedes utilizar la ciudad de muchas maneras que ni te las imaginas. Por eso no nos ocultamos.

¿Cómo es Madrid para hacer arte urbano?

Un poco hostil para el arte urbano en general, aunque en nuestro caso, como regalamos lo que exponemos, la gente se va muy contenta. Quizá nuestro caso es un poco raro. Pero Madrid es hostil. Alguien hace algo y al día siguiente el Ayuntamiento ya lo tiene pintado de gris. Es gastarse el dinero público en volver a pintar una pared, algo surrealista.

«España no está a la cabeza del arte urbano. En otros sitios, no es que sea una moda, está integrado en la vida de la gente. Se valora»

¿Y España, como está comparativamente con otros países?

No estamos a la cabeza. En otros sitios, el arte urbano no es que sea una moda, está integrado en la vida de la gente. Se valora el arte y no se tiene esa percepción de ‘delincuencia urbana’. Puedes encontrarte concursos artísticos en Dinamarca para cubrir una valla de obra del metro de 6 kilómetros. Y eso aquí no se hace. Cuando rescatamos el solar de Barcelona [junio de 2012], dio un cambio radical. De ser un espacio muy degradado se convirtió casi en un monumento. Mucha gente va a hacerse fotos con los retratos.

¿Y hay sensibilidad ciudadana?

Todavía hay mucha gente que lo relaciona con el grafiti sucio o la delincuencia. Y el arte urbano es mucho más que grafiti. Tenemos que abrir más la mente a cosas nuevas que pueden ocurrir y son beneficiosas socialmente.

Y poco hay más social que recuperar el espacio público dotándolo de un significado y funciones nuevas.

El arte urbano es una invitación a que la gente piense su ciudad. Si en tu barrio falta algo, y te juntas con amigos, puedes dar una vuelta a las normas y materializar lo que queréis hacer. Hemos asimilado que nos pongan publicidad por la calle como algo normal y no nos rasgamos las vestiduras, pero nos exaltamos por algunas intervenciones artísticas.

Uno de sus principios de actuación es no generar residuos.

Nuestros ‘regalos urbanos’ pretenden generar objetos de deseo para que la gente se los lleve. No nos interesa que se queden en la calle y ensucien la ciudad. Nos importa que sea algo bonito. Como somos arquitectas, nos gusta respetar el contexto urbano, no dañarlo.

¿Son pioneras en el concepto de regalo urbano?

Como tal, creemos que sí. Hay otra gente que hace intervenciones aisladas, que las deja en la calle y en un momento dado el transeúnte se puede llevar lo expuesto. Pero no hemos encontrado otros casos en los que también se haga arte ex profeso para que la gente se lo lleve.

«Siempre nos ha interesado, en la fase creativa, que la obra la acabe la gente. La participación ciudadana es parte de la obra. Nosotras sólo trazamos las guías»

La participación ciudadana se antoja fundamental.

Siempre nos ha interesado, en la fase creativa, que la obra la acabe la gente. La participación ciudadana es parte de la obra. Nosotras solo trazamos las guías. Empezamos en la calle de Fuencarral y luego ya, de manera habitual, en la calle de Magdalena. Desde la primera intervención tuvimos tan buena gente, y la gente estaba tan encantada, que no podíamos parar.

¿Cómo fue aquella primera intervención?

El domingo previo a la noche de Reyes. Los domingos, el Ayuntamiento de Madrid cierra al tráfico el tramo entre las glorietas de Quevedo y Bilbao. Los niños invaden el asfalto: juegan, patinan y montan en bici. Se nos ocurrió levantar un árbol de Navidad, el clásico y falso, con un montón de juguetes de la niñez. Los niños nos ayudaron a montar el árbol y luego se llevaron los juguetes. La idea era llevar la escena clásica del salón de casa familiar al asfalto, y hacerlo de manera participativa. El título, ‘Los reyes no son los padres’.

La galería de Magdalena representa un grito contra el oficialismo de los museos.

En parte sí, pero desde el optimismo. Hay muchas maneras de intervenir en la ciudad. Y la nuestra siempre es intentando decir que se puede hacer de otra manera. Claro que nos quejamos y somos críticas con la gestión de las instituciones culturales, ya sean museos o galerías, que no interactúan con el ciudadano medio. La gente no va a las galerías. Y, sin embargo, cuando sales a la calle, la gente reacciona bastante bien.

¿Está bien que las instituciones fomenten el arte urbano o lo pueden llegar a domesticar?

Depende de cada uno. Nosotras, por mucho que colaboremos con una institución o entidad privada para un proyecto concreto, no dejaremos de intervenir en la calle por nuestra cuenta. Es una locura dejar de hacer algo que te hace feliz. Pero también estamos un poco cansadas del tópico de que el dinero ensucia, que se vea mal que se puede trabajar si te llama una institución, administración o entidad. Se acaban reduciendo los conceptos a cosas muy simplonas.

«A veces, la superficie sobre la que vas a intervenir ya te cuenta cosas. Y vas desde el lugar hasta el objeto. Otras veces es a la inversa. Pero lo importante es generar comunidad»

¿Cuál es su proceso de creación?

Trabajamos muy bien pensando juntas. Es un proceso muy natural. A veces, la superficie sobre la que vas a intervenir ya te cuenta cosas. Y vas desde el lugar hasta el objeto. Otras veces es a la inversa. Pero lo importante es generar comunidad.

Viven en la calle Magdalena y su segunda exposición fue en esa calle, en una esquina de un edificio en obras.

Nos gusta intervenir en el mismo sitio para generar una costumbre en el mismo edificio. En ese caso estuvimos el tiempo que duró la obra. Luego nos trasladamos. Ahora estamos en la calle del Príncipe, en la valla negra de obra metálica del teatro. Y nos hemos quedado allí como sede principal. En la valla intervenimos con imán: lo que pones se puede quitar y mover, piezas interactivas que generan diversidad. Cada sitio te pide una cosa. Y no hay problema con los operarios, al contrario, están encantados. A veces dialogamos con ellos. Se llevan los regalos a casa. Y te dicen cuál les gusta más, cuál menos. El arquitecto de la obra de la calle de Magdalena nos decía que lo que más le gustaba de su obra era nuestra galería. Que llegaba el lunes preguntándose qué habríamos hecho el domingo, día de nuestra intervención.

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