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Ara Malikian: «Está Bach y luego los demás»

El violinista libanés de familia armenia trae al auditorio Pilar Bardem su concierto teatralizado, y dedicado a la ópera, 'Los divinos'.

Ara Malikian:

«Hacer música es hacerse feliz a uno mismo»

Entrevista: Nacho Abad Andújar.

Expresivo y brillante con su violín, Ara Malikian es un portento musical. Libanés nacido en 1968, de madre siria y padre armenio, afincado en España desde hace 14 años tras peregrinar por diversos países como Alemania o Gran Bretaña, regresa a Rivas, donde ya actuó con ‘Pagagnini’.

Ahora desembarca en el auditorio Pilar Bardem (domingo 27 enero, 18.30) con su concierto teatralizado ‘Los divinos’, dedicado a la ópera, y que estrenó en el Teatro Español de Madrid a mediados de diciembre.

En él participan otros tres instrumentistas (el guitarrista Juan Francisco Padilla, la violinista Inma Almendros y el violonchelista Jorge Fournadjiev) y el tenor Moisés Molín. Juntos interpretan pasajes del buen canto compuestos por Verdi, Tchaikovski, Pagagnini, Albéniz o Dvorak.

Mes y medio antes de la cita ripense, y un día antes de volar a Estambul para actuar junto a Padilla, Malikian recibe a ‘Rivas al Día’ en su ático del barrio madrileño de Malasaña. Desde la terraza se divisan tejados capitalinos. Quizá los mismos que han inspirado el nombre de su último proyecto colectivo: La Orquesta en el Tejado, con 18 miembros y liderada por el libanés, que se pone de largo en enero y supone un grito sonoro de libertad cuyo repertorio abarca desde Beethoven a Lez Zepelling, pasando por Paco de Lucía.

Entre esta banda y ‘Los divinos’ media un buen trecho rítmico: la misma distancia que revela el poderío sonoro de Malikian, un tipo que se reinventa cada temporada y cuya efusividad al violín se transforma en sosegante calma cuando habla.

¿Por qué huye de la solemnidad en la que se baña la música clásica?

Adoro la música clásica. Pero me preocupa cómo la recibe y percibe el gran público, que puede temer acudir a un concierto por miedo a no disfrutar al no entender. Los artistas hemos convertido la música clásica en algo inaccesible e intocable, con esa actitud distante, arrogante, solemne y estirada. Y eso nos ha hecho daño a nosotros mismos: hemos espantado a mucho público joven. Y nuestra labor es demostrar lo contrario. No siempre hay que tener cara de pescado muerto para tocar música clásica. Uno puede tocar con sonrisa y alegría, rompiendo esa barrera. Siempre utilizo una pequeña frase de un gran compositor, Manuel de Falla, que dijo: ‘La música no es para entenderla, sino para sentirla’.

Su talento no cabe en un frac.

Ponerse un frac es disfrazarse. Donde más tiene que sentirse uno mismo es en el escenario, demostrando su personalidad a través de la música. Los adornos de frac y protocolo sólo molestan y alejan al gran público. Lo raro es disfrazarse. Pero los tiempos están cambiando. Por su puesto, si uno se siente a gusto con el frac, que toque con frac. Pero que no se sienta obligado.

Romper estereotipos a veces implica el reproche del fundamentalismo. Enrique Morente decía que «purista» le sonaba a «fascista».

El mundo de la música clásica se puede comparar con el del flamenco. También es cerrado, le cuesta aceptar a quien se sale de la norma. Pero cada vez se libera más. Por supuesto que recibí críticas de la ortodoxia. Pero coincido con Morente: nadie en el mundo puede tener la arrogancia de decir esto se hace así.

Un músico tan cosmopolita, ¿diría que España sabe apreciar la música clásica?

El español es un pueblo melómano, muy musical. Quizá con menos tradición en la música clásica, pero sabe apreciar la buena música. A nuestros conciertos siempre viene público de todo tipo y edades.

¿Pero hay carencias en el ámbito docente?

Hay que hacer más música desde edades infantiles. Y, cuidado, no siempre hay que hacer música pensando que uno tiene que ser un virtuoso o vivir de ella. Hacer música es, ante todo, hacerse feliz a uno mismo. Al margen de que se pueda vivir de ella o no. Yo veo a aficionados que tocan como pueden y son los que más gozan. Los ves felices, amando la música, y tocan la mitad que un profesional que quizá esté en una orquesta aburrido o cansado. Desde esa perspectiva, me considero mucho más aficionado que profesional. Quiero seguir amando la música y no caer en la rutina.

Es asiduo a locales como la sala Clamores, un templo del jazz madrileño. ¿Qué encuentra en ellos? 

Me divierto muchísimo. No tiene nada que ver tocar en un auditorio o en un club. No son excluyentes, pero la atmósfera del Clamores me encanta, la necesito, y por eso toco una o dos veces al mes.

Su padre le colocó de pequeño el violín en el hombro.

Tendría cinco o seis años. Desde que nací recuerdo escuchar a mi padre tocando el violín. Recuerdo aquella época con cariño, a pesar de que era muy severo y me obligaba a practicar con lágrimas aunque yo quería salir a jugar con mis amigos. Yo sería incapaz de hacer lo mismo con mi hijo, pero le estoy infinitamente agradecido por haberme obligado a tocar entonces.

Y en condiciones extremas, en un país en plena guerra civil: Líbanao, 1975-1990.

Fue una época muy difícil. He tenido suerte de poder salir de esa situación, que me enseñó mucho. Gracias a lo que vi y viví hoy disfruto de todo lo que tengo. Soy una persona alegre y optimista, agradecido de la vida.

Tocaba en refugios antiaéreos.

Suena trágico, pero era lo normal cuando te pasas días y días en un refugio esperando a que cesen los bombardeos. La vida seguía y no podías estar llorando en el refugio. Cada uno hacía lo que podía: uno practicaba magia; otro, danza; y yo interpretaba porque la gente me lo pedía: ‘Toca algo para divertirnos’.

Con 15 años emigró a Hannover para estudiar en una escuela musical. Luego ha vivido formándose en varias ciudades europeas y antes de aterrizar en España, probó en Londres. ¿Cómo se siente aquí?

Llevo 14 años en España. Estoy muy a gusto. Soy muy feliz. He encontrado las cosas más sencillas del mundo, que son las que importan. Antes vivía en Londres. Y la luz que te da España es muy importante, esa luz te da el buen humor. Vivir en una ciudad donde todos es gris no me da la felicidad, aunque te vaya bien profesionalmente. Despertar y ver la luz me hace estar alegre.

Ha colaborado en el último disco de Extremoduro.

Una experiencia maravillosa. Una de esas cosas que los puristas pueden criticar pero que a mí me hacen crecer. Colaborar con grupos de otro género es lo más bonito para un músico como yo. Si renuncio a ese aprendizaje sería menos feliz.

¿Proyectos de futuro?

Habrá un próximo disco, sin fecha de salida aún, y ya grabado, con José Luis Montón, ‘El payo Bach’. Tocamos a Bach por palos flamencos. No sé si gustará el título, pero a nosotros nos encanta. Amamos a Bach. Además hemos creado La Orquesta en el Tejado, para interpretar todo lo que nos gusta sin prejuicios ni limitaciones de género. Las orquestas están consideradas como algo serio, pero la nuestra, con instrumentos clásicos, podrá interpretar en un mismo concierto a Beethoven, Paco de Lucía y Led Zepelling. La integran 18 músicos, aunque según el repertorio puede crecer o disminuir. Nos estrenamos el 27 de enero en el Teatro Español. Y allí pueden escucharnos los últimos domingos de cada mes.

¿Bach es flamenco?

El pelo lo tiene muy flamenco, aunque era peluca. Bach es el compositor que unánimemente está considerado como el más grande. Está Bach y luego los demás.

¿Ni Mozart ni Beethoven?

Otros dos genios, por supuesto. Y quizá Mozart más que Bach. Pero todo empieza con Bach, a quien Mozart lo tenía como un referente.

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FICHA TÉCNICA  ‘LOS DIVINOS’:

VIOLÍN: Ara Malikian. TENOR: Moisés Molín. GUITARRA: Juan Francisco Padilla. VIOLÍN: Inma Almendros. VIOLONCHELO: Jorge Fournadjiev.

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Domingo 27 enero / 18.30. Auditorio Pilar Bardem. No abonados: 12 euros (ver descuentos). Anticipada: taquilla (jueves-viernes, 19.00-21.00); en ww.telentrada.com y 902 10 12 12 (+gastos de gestión).

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