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Pedro Guerra: «Soy republicano porque la monarquía no tiene sentido»

Pedro Guerra cierra la gira de su último disco 'El mono espabilado' en el auditorio municipal de su ciudad, el Pilar Bardem, el viernes 14 de diciembre.

Pedro Guerra:

Entrevista: Nacho Abad Andújar

Pedro Guerra solo con su guitarra. El cantautor canario (Güímar, 1966) finiquita en su ciudad de residencia, Rivas, la gira de su último trabajo discográfico, ‘El mono espabilado’, presentado en octubre de 2011 en Madrid.

Y lo hace en un escenario muy familiar, el auditorio Pilar Bardem, donde tantas veces ha cantado. En él grabó, por ejemplo, su disco ‘Vidas en vivo’ (2008), arropado por Miguel Ríos, Bebe, Ismael Serrano, Quique González y Luis Pastor.

Ahora el trovador se sube a las tablas sin compañía. Se trata de un recital más cercano para el público, donde puede improvisar mucho más que cuando comparece con banda.

Tres semanas antes de la cita, Guerra responde a las preguntas sentado en una de las mil butacas del recinto que próximamente espera llenar (la entrevista también se graba para ‘Rivas al Día TV’).

El autor de álbumes hermosos como ‘Golosinas’, ‘Raíz’ o ‘Hijas de Eva’ no habla solo de música: la crisis actual, la indignación que siente como ciudadano o su simpatía por los valores republicanos perfilan el ideario de un juglar que se explica con pausa pero con contundencia.

Concierto en acústico y en solitario.

Cerrar en Rivas es como jugar en casa. Vivo en esta ciudad desde hace 10 años. Cuando vine aquí no estaba inaugurado el auditorio [se abrió en 2003]. Lo he visto crecer. Y he estado en él en conciertos muy importantes. Aquí grabé el directo de ‘Vidas en vivo’ [junio de 2008]. La última vez que canté fue en un homenaje muy emotivo a José Saramago. Hay una relación muy estrecha con la ciudad y el auditorio. Y eso convierte al concierto en algo muy especial.

En el escenario, solo Pedro Guerra.

Yo y mi guitarra. ‘El mono espabilado’ no es un disco de guitarra solo. Pero la vida, las circunstancias actuales y este mundo de los recortes nos lleva a recortar a todos. Y ahora trabajo solo con mi guitarra. En el concierto toco canciones de ‘El mono espabilado’, de discos anteriores y temas nuevos.

¿Qué se gana musicalmente con un recital en solitario?

Te da más facilidad para hacer lo que quieres, más espontaneidad. Cuando trabajas con banda estás más obligado a un repertorio cerrado: un principio, un final, unos movimientos. Hay poco espacio para la improvisación, porque desconcierta al resto del equipo. Y cuando estás solo, el recital adquiere frescura. Hay más posibilidades de modificación sobre la marcha. Y ganas en cercanía con el público.

El título del disco alude a la diferencia genética con el chimpancé, solo un 2%.

El título del disco es el de uno de los temas. Muchas veces, cuando no hay título que responda a otra cosa, lo buscas en las canciones. La del mono es la que me resulta más sugerente. Habla de la evolución, de que venimos del mono y compartimos un 98% de ADN con el chimpancé. Eso significa que solo hay un margen de diferencia del 2%, lo que hace que haya chimpancés muy humanos y humanos muy chimpancés. ‘El mono espabilado’ dice que nosotros también fuimos monos alguna vez. Y el hecho de ser más espabilados que el resto de monos nos permitió evolucionar y ganar ese 2%. Ese porcentaje parece poco, pero encierra una cantidad de capacidades que muchas veces nos empeñamos en no utilizar.

O utilizar perversamente: ¿los banqueros son ‘monos espabilados’ su manera?

Hay mucho mono espabilado. Los banqueros, por supuesto, y parte de la clase política. Los políticos tienen su cuota de culpa, porque son los únicos que en un momento dado pueden frenarles. Y no solo no lo hacen, sino que les dan alas. Banqueros y demás son monos espabilados para ciertas cosas. Se trata de un mono que desarrolló la capacidad para aprovecharse de otros seres humanos. A la contra, son muy pocos espabilados porque no desarrollaron la humanidad de no aprovecharse de otros y solidarizarse con el resto. Y ese aprovechamiento los acerca más al mono que a los humanos.

Y ese egoísmo humano genera injusticias.

Es una deshumanización brutal que seres humanos acaparadores de tanta riqueza puedan provocar esas escenas de policías expulsando a gente de sus casas. Si uno es capaz de sentirse responsable de eso y dormir tranquilamente por las noches, su nivel de deshumanización resulta muy grande. Y luego está la clase política que no pone freno a eso.

Se le ve indignado.

Hay cosas que me indignan, sí. El movimiento del 15-M me sorprende, me resulta impresionante. No formo parte de él. Pero todo lo que acabo de decir lo digo con toda la indignación del mundo. No hay mejor palabra que lo pueda definir.

El álbum incluye el tema ‘La maestra’, un homenaje a la docencia en la República.

A veces me hago la pregunta de por qué soy republicano. Ser republicano supone ir más allá de si debe haber un monarca o no, aunque también vaya por ahí, porque la monarquía es algo obsoleto que ya no tiene ningún sentido. Pero ser republicano, en España, implica el anhelo de poder vivir un momento de avances sociales que solo se vivió una vez [1931-1936]. Un momento en donde, por ejemplo, las mujeres empezaron a votar. Un voto que luego perdieron. Un tiempo donde la educación pasó de manos de la Iglesia al magisterio civil de los maestros, con un concepto de la educación impresionante que alfabetizó, por ejemplo, a las clases populares. Soy republicano porque la monarquía no tiene ningún sentido y porque la II República fue la mejor época de la historia de este país.

Un progreso que se frustró.

Una época tan hermosa que cuando se truncó la República y llegó la represión, los maestros y maestras padecieron una represión durísima. ¿Y a quiénes fueron a buscar primero en muchos pueblos? A los maestros y al alcalde. Por eso escribí ‘La maestra’. Y la escribo en femenino, porque desde hace tiempo intento compensar la discriminación de género. Y cuando se puede hablar de hombre o mujer indistintamente, hablo de la mujer.

Cuando pasa ya más de un año de la edición del último disco, ¿el autor se encuentra más cerca del trabajo hecho o del que está por venir?

Hace meses que ya estoy con un pie en mi próximo proyecto. Al tocar solo en esta gira, se me ocurrió grabar algunos de los conciertos. Me hice con un equipo de grabación muy fácil de transportar. Y eso me permitió registrar muchos recitales en España y Latinoamérica. Caí en la cuenta de que en 2013 hará 30 años que empecé a cantar en Canarias, en 1983. Y mi próximo proyecto será el material grabado en vivo en esta gira que posiblemente configure un triple CD donde solo con mi guitarra hago un repaso por toda mi carrera. Grabado en diferentes escenarios, con diferentes públicos y con invitados. Aunque no he grabado los últimos conciertos, quizá sí lo haga con el de Rivas, el del cierre. Así que buena parte de la gira de ‘El mono’ ha sido el inicio del nuevo proyecto.

¿No habrá en ese triple CD canciones nuevas?

Hay un repaso bastante exhaustivo con canciones de todos los discos. Pero también un rescate de temas antiguos que nunca fueron grabados. Incluirá, por ejemplo, mi primera canción, grabada con Taller Canario [el grupo donde empezó] y con letra de mi padre [llamado también Pedro Guerra y primer presidente del Parlamento canario]. Se trata de una canción emblemática del Taller Canario. El trabajo incluirá otras canciones compuestas después, pero inéditas. Hay de todo. Es un proyecto, que aun siendo solo con la guitarra, resulta muy ambicioso.

Después de sus dos discos de boleros, ‘Alma mía’ y ‘Contigo en la distancia’ [ambos en 2009], compuso alrededor de 40 temas. ¿A dónde va lo que no se publica?

Preparando las canciones de ‘El mono’, manejé un número de canciones muy amplio. Por un lado, compuse estrictamente las del disco. Por otro, recuperé material sin grabar pero ya compuesto, más con la intención de que fueran a discos de otros. Por ejemplo, de ahí surgió la canción ‘No hay fracaso’, interpretada por Pasión Vega en su último disco. Y también compuse las canciones de un proyecto futuro a tres bandas, con Luis García Montero [poeta] y Miguel Poveda [cantaor]. Luis hizo una selección de sonetos que van desde Garcilaso de la Vega hasta Joaquín Sabina, pasando por Blas de Otero, Pablo Neruda, Quevedo, Rubén Darío, Alberti o Lope de Vega. Yo puse la música, y Poveda los canta. Todo eso fue a la vez, en una coyuntura de plena efervescencia.

La industria discográfica se muere y los directos están cada vez más difíciles.

Me gustaría poder transmitir optimismo, porque la crisis también nos lleva a un discurso constantemente oscuro que nos va metiendo a todos en una depresión. No es que haya crisis, es que la sociedad se deprime. El momento actual es terrible. No he conocido época peor. Pero ahora no voy a hablar de los seis millones de parados. Hablando estrictamente de mi sector, la industria discográfica no está muerta, pero sí en las últimas. Es algo que empieza antes de la crisis global. Quizá la propia industria sea responsable, puede ser. Pero la realidad es que ahora se venden muy pocos discos. Hay muchísimos menos conciertos y ya no son comprados. Nadie te dice: ‘¿Cuál es tu caché, que te contrato?’. Ahora vas a la aventura de la taquilla, a jugártela tú. Pero, además, la gente acude menos a los recitales. Un teatro que antes llenabas con facilidad ahora cuesta más.

Una situación peor que la que conoció cuando empezó a cantar.

Yo dejé Taller Canario en 1993 porque había crisis. El taller era un grupo autosuficiente económicamente. Rogelio Botanz era maestro [tenía un sueldo]. Andrés Molina y yo, no. Con el grupo generábamos lo suficiente para poder vivir de la música. Pero en el año 1993 hubo una crisis. Disminuyó el trabajo y ya no nos alcanzaba. Entonces empecé a tocar solo con mi guitarra. Andrés Molina, también. Y ahí decidí venirme a Madrid, dejar el grupo e iniciar mi carrera.

Pero aquella crisis no alcanzó tanta profundidad.

Yo vine a Madrid y firmé con una multinacional. Había artistas que daban el pelotazo y vendían un millón y medio de discos. Una cifra que ahora no baraja nadie. Un artista que vendía 1,5 millón de discos ahora vende 250.000. Nunca he conocido una situación tan dura como esta, difícil para todos, no solo para la música.

Hablando de nuevas vías, con ‘El mono espabilado’ se estrenó en la autoedición.

Autoeditarse da mucho más trabajo. Fue una muy buena decisión y experiencia. Pero no olvidemos que implica una autofinanciación. Y eso complica las cosas. Si no vendes la cantidad prevista, pierdes dinero. Y no están los tiempos para perder dinero. La autoedición es una salida. Pero, insisto, cualquiera de estas salidas no es tan sencilla. Siempre hay un nivel de riesgo e incertidumbre.

Ripense desde hace 10 años, ¿cómo se encuentra en la ciudad?

Vengo de Canarias. Cuando llegué a Madrid, viví mucho su centro [en cafés como el Libertad 8 dio sus primeros recitales]. Y me gustaba mucho. Pero hay un momento que el centro agobia. Y necesitábamos [él y su familia] encontrar un sitio cercano al centro pero que no fuera el centro. Y encontramos Rivas. Siempre he estado encantado de venirme a vivir aquí. Primero, porque está bastante cerca del centro. Pero también por razones ideológicas. Rivas es una especia de balsa. Es como vivir en el campo, pero cerca de Madrid, y en un ambiente muy progresista. Es una ciudad que me ha aportado mucho.

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