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Pedro Pastor: «Que me llamen cantautor es lo más bonito del mundo»

El joven trovador, equipado solo de guitarra y voz, personifica una figura musical poco explorada hasta ahora: el cantautor rapero.

Pedro Pastor:

Entrevista: Nacho Abad Andújar

Decía Rimbaud que con 17 años no se puede ser un tipo serio. Una verdad a medias cuando se escucha al músico ripense Pedro Pastor. Con esa edad, el joven trovador, equipado solo de guitarra y voz, personifica una figura musical poco explorada hasta ahora: el cantautor rapero. Su primer trabajo discográfico, ‘Aunque esté mal contarlo’, lo presentó el 4 de septiembre en el santurario de la trova madrileña, el café Libertad 8.

Con apenas seis canciones, combina tres temas hiphoperos con un trío de melodías hermosas (portentoso tema ‘En braile’) que presagian un futuro talentoso si nada se tuerce. Consejos no le van a faltar: hijo y sobrino de sacrosantos del oficio (Luis Pastor y Pedro Guerra) y acunado en su infancia con las nanas que le canturreaban su madre Lourdes [de quien Martirio dice es la persona que más canciones sabe] y una adolescente Bebe cuando lo cuidaba, el nuevo juglar mete ‘caña’ en las letras al tiempo que agrada con sus acordes y armonías. El viernes 12 de octubre se expone ante su ciudad, Rivas, en el centro cultural García Lorca (20.30).

«Es festivo y solo cuesta tres euros, no hay excusa para perdérselo», sugiere. Aunque reconoce que «como en Rivas no se está en ningún sitio», sueña con emanciparse en un piso de Lavapiés, «el barrio de la música». Cursado el bachillerato en el instituo Duque de Rivas, ha aparcado los estudios: »He decidido ser cantautor. Pero he dejado la selectividad aprobada. Soy un tío currante», se descara. Los versos de Ángel González y Blas de Otero le inspiran. Y en noviembre, gira por Argentina para acompañar a su progenitor en la presentación del disco ‘¿Qué fue de los cantautores?’. Lo que fue lo canta el padre. Lo que será se anuncia en la voz del hijo.

Según el título del disco, ¿qué es lo que está mal contar?

Es un disco muy crítico, mete mucha caña. La idea es, aunque esté mal contarlo, yo os lo voy a contar, tapándome la cara para no ser el malo, pero os lo voy a contar [en la portada, el músico se cubre el rostro con las manos].

Decía Benjamín Prado que es un disco 15 M. ¿Está de acuerdo?

No sé si es un disco muy 15M. He sido 15M cuando tuve que serlo. Voy, casi siempre que puedo, a las plazas. Pero cada uno está en su lugar. Los hay que tienen que ir a las plazas, los que tienen que reunir a los de las plazas, los que tienen que hacer canciones, los que tienen que hacer películas… Y yo combato desde mis canciones. Componer y cantar es una buena manera de protestar. Escribir una canción para que la gente la escuche, reaccione y salga a la calle es otra forma de concienciar de que las cosas no están bien y no son como las cuentan los medios de comunicación.

Se trata de un disco de voz y guitarra, rasgo muy cantautoril.

Mis próximas producciones a lo mejor tienen batería y otros instrumentos. Pero esta es la primera, y reproduce una forma en la que siempre he estado muy cómodo: la intimidad. Cuanto más íntimo, mejor sueno; cuanto más sencillo, menos naturalidad se pierde. Quería hacer algo sencillito. Al final me lié y acabé metiendo bajos y guitarras eléctricas en dos temas, aunque la idea original era guitarra y voz. Si metes muchas cosas igual no prestas tanta atención a la letra, que en mi caso están elaboradas, dicen cosas y portan un mensaje.

Letras contundentes y sencillas, no se pierde en barroquismos metafóricos.

La gente que hace metáforas tan barrocas lo hace porque puede. Yo opto por ser directo.

¿Por qué un disco de formato mediano?

El disco que tenía pensado desde hace dos años iba a ser para 2013, cuando cumpliera 18. Un disco bien producido donde te dejas el dinero. Pero tuve la oportunidad de grabar en un estudio de un amigo. Y no he desaprovechado la ocasión. Pero es un disco de solo seis temas. Lo bueno está por llegar.

¿Considera su música una versión moderna de la canción protesta?

Se puede decir que es la nueva canción protesta. No es la canción protesta de antaño, con tres acordes. Pero sí soy crítico. Y expreso lo que a mi entender no funciona bien en el sistema. Pero con otros estilos: hip hop, rumbitas o canción de autor, con mucho mestizaje.

Y mucha rima rapera.

Cuando era chaval escuchaba de todo. A Serrat en casa y a Kase O. o Los Violadores del Verso con los colegas. Me dí cuenta de que sabía cantar rap, y descubrí que se podía hacer rap con guitarra. Miré y comprobé que no había mucha gente haciendo algo parecido, desde luego yo no ví a ningún cantautor hacer rap con su guitarra. Y me dije: si puedo juntar los dos estilos saldrá una nueva forma de sorprender a la gente. Una propuesta novedosa.

Cantautor rapero, ahí es nada.

Cantautor rapero y sin huir del término cantautor. Me siento orgulloso de que me llamen cantautor. Es lo más bonito del mundo. Cantante puede ser cualquiera. Cantautor, no.

Su padre se pregunta ‘¿Qué fue de los cantautores?’. Para quien representa el futuro: ¿qué será de los trovadores?

Será lo que queremos que sea. Tenemos ya el relevo y lo llevaremos donde queramos. Podemos irnos por las ramas, hacer desaparecer el término y cantar solo pop o canciones de amor. O puede evolucionar y volver la figura del cantautor social porque históricamente parece que retrocedemos. Pero estamos en el buen camino. Hay muchos cantautores, basta con pasar por el café Libertad 8. Se está llegando a mucha más gente que hace 15 años.

¿Qué hereda de la vieja guardia?

Las guitarras, melodías y formas de cantar ya no son las mismas. Pero tomo de los viejos cantautores la mentalidad de cambiar al mundo.

Dice que es más fácil protestar en un rap que en una canción de autor.

La canción de autor tiene cinco o seis estrofas como mucho, va todo más pausado y con más intervalos instrumentales entre versos. En el rap se mete todo seguido. Puedes decir 1.000 palabras por solo 100 en una canción de autor.

¿Referentes?

El otro día me decían en el Libertad 8: Pedro Pastor puede escuchar a muchos músicos y llevarlos a su territorio. Quizá esa sea mi mayor virtud. Puedo pasarme una semana escuchando a Carlos Chaouen y hacer una canción chaoueniana, pero de Pedro Pastor. Y así con Quique González, Lichis o Robe Iniesta, el más grande.

¿Cuándo cogió la guitarra?

El día que un vecino entró en casa tocando rumbas. Le dije: tú, que no has visto una guitarra en tu vida, me vas a enseñar a mí, que tengo un padre que lleva desde los siete años dándome guitarras y yo sin tocarlas. Y me puse a tocar rumbitas. Y así empecé, tocando cuatro horas al día hasta los 15 años.

Cuando comparte escenario con otros músicos, será el benjamín.

El mejor momento es cuando me preguntan los años. La gente se me acerca y me dice: ‘Tú, cuántos años tienes’. Y yo les miro y digo: ’17’. Y ponen cara de ‘no puede ser’. Recuerdo un día que se acercó Fran Fernández y me dijo: ‘Todas las críticas que te podría hacer no te las hago si tienes 17’.

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