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Lichis: «Aprender a fracasar es el verdadero éxito»

Autor de algunas de las mejores canciones rumberas del país, el líder de La Cabra Mecánica reside ahora en Rivas: actúa en el concierto 'Nos vemos comprando el pan'.

Lichis:

«La profesión de músico no es de las más respetadas»

Es autor de algunas de las mejores canciones rumberas del país. Lichis (de nombre Miguel Ángel Hernando), líder de La Cabra Mecánica, ha regresado a Madrid tras pasar tres años en Tarrasa. Ahora reside en Rivas, donde pasó su adolescencia. Es uno de los músicos empadronados en la ciudad que participan en el doble concierto musical ‘Nos vemos comprando el pan’.

Entrevista: Nacho Abad Andújar

En los años ochenta, trabajó como repartidor de pan y leche en Rivas, donde se vino a vivir con su familia en 1985. Al tiempo se forjaba como bajista al calor de los grupos poperos y rockeros que se manifestaban en la ciudad incipiente. Su primera banda, May Way, compartía cartel con los otros clanes autóctonos del lugar: Osato Pechato y Ecce Homo.

Los integrantes de la prehistoria musical ripense ahora superan la cuarentena, o la acarician. Como Lichis (Barcelona, 1970), líder de La Cabra Mecánica y uno de los mejores letristas del país. Con su verso descarado y sus melodías rumberas, tonificó el panorama musical de los noventa. Los Estopa y Melendis vinieron después, que a veces la gente se confunde.

Nadie como él ha acertado a lanzar un retrato sociológico tan verídico de la noche española: «Es la falta de amor la que llena los bares», sentencia en una de sus canciones. Su juventud transcurrió en el barrio ripense de Covibar. Luego, Lavapiés. En la calle del Sombrerete. Justo enfrente del mítico bar Grándola. De las mañanas dominicales de insomnio provocado por los gitanos, su música y su cabra, viene el nombre del grupo. Y lo de «mecánica es por la película de Stanley Kubrick», añade.

‘La lista de la compra’, ‘La fábula del hombre lobo y la mujer pantera’, ‘Felicidad’ o ‘Ni jaulas ni peceras’ son algunos de los temas más brillantes compuestos y cantados en los últimos 15 años. De su publicitado ‘No me llames iluso’, mejor ni hablar. Casi lo hunde en la depresión y se retira. Después de tres años de estancia en Terrasa -la mitad de su familia es charnega-, ha regresado a Rivas para encarar una nueva etapa vital. El viernes 28 de noviembre la sala Covibar mete en el foco de luz a este tipo amable y divertido que comparte cartel con Luis Pastor, Pepín Tre, OutroJazz (banda que él contribuyó a crear), La Gata y Matalauva.

P. Tres años sin disco. ¿Dónde se ha metido?

R. En un estudio de grabación en Barcelona, trabajando como productor, e investigando mucho. He trabajado la batería, el piano, instrumentos que no son los míos. Perdiendo neuronas en eso.

P. ¿La Cabra Mecánica desaparece?

R. Me queda un disco [con la discográfica]. Luego ya veremos. A pesar de estos tres años sin disco, ha habido bolos. Y la gente nos recuerda.

P. ¿Cómo será el nuevo trabajo?

R. Bastante alejado de lo hecho hasta ahora con La Cabra. Es un disco de folk rock americano, que es lo que llevo escuchando estos últimos años. No sé qué pensará la compañía.

P. ¿Y ese viraje?

R. No tiene sentido hacer lo mismo. Una de las características de La Cabra es que cada disco trataba de ser diferente. También hubo una intención puñetera de practicar estilos que todo el mundo despreciaba. Actualmente mucho del repertorio de La Cabra está muy sobado y visto. Enfrentarme a los grupitos de rumba ya me raya. Se ha convertido en una forma estandarizada de hacer música.

P. Tras el éxito envenenado de ‘No me llames iluso’ usted se planteó dejar la música. ¿Cómo se encuentra ahora?

R. No quiero ser desagradecido con las oportunidades que te dan. Pero a aquellas alturas del grupo [disco ‘Ni jaulas ni peceras’, de 2003], promocionar sólo un tema de un anuncio y, de repente, comerte el disco, me parece feo. Si fichas un compositor no puedes tomar como única referencia importante algo que simplemente debió ocupar un punto anecdótico. Aquello fue muy duro para mí. Me hizo pensar que había confiado en la gente equivocada. Se dio una imagen de mi trabajo que no se correspondía conmigo.

P. Pero tampoco se tenía de Lichis esa visión comercial. La gente que lo conocía sabía de su originalidad musical y compositora.

R. También fue un mosqueo con los medios. Siempre habíamos estado marginados, cuando no censurados y vetados. Y, de repente, lo único que suena es ese single. Y posteriormente viene otro disco y no se le hace ni caso. Ahora es un tema olvidado. Es un capítulo aparte que me ha servido para replantearme mi carrera. Sobre esa base no se podía construir nada sólido. Tampoco podía engañar al público. Conseguir el éxito es una cosa, pero es mejor alcanzarlo con lo que tú quieres merecerlo.

P. Por eso se plantea trabajar desde la autonomía, apartarse de la gran industria.

R. Es lo que me toca, y no sólo a mí. Hay gente muy buena, como Ismael Serrano o Quique González, sin salida en el mundo de la radio. Las cosas se están haciendo mal. Y hay que recuperar ese terreno.

P. ¿Se puede recuperar?

R. Yo voy a luchar por ello. No sé si se podrá hacer. Pero no seguiremos el juego al que pretende hacer de la radio un coto privado para su disfrute personal y beneficio. Es bueno procurar caminos alternativos, aunque hay algo de quintacolumnismo por parte de los medios que nos dicen: ‘Si no queréis pasar por aquí, no paséis’.

P. ¿No fue siempre así?

R. Pero cada vez es más duro.

P. Se ha estrechado el cuello de botella.

R. Desde que la industria ha sufrido una crisis. Y hoy por hoy es la radio la que ejerce ese poder y maneja casi todo el dinero de una manera abusiva.

P. ¿Se trata bien a los músicos?

R. Como profesión no es de las más respetadas. Seguimos con la dicotomía de que un músico profesional, que se gana la vida con esto, no es un artista. Chorradas que no ocurren en el cine o el teatro. Hay un problema cultural en el sentido de que hemos vendido la imagen de que la música popular es aquella a la que se dedica la gente sin talento ni capacidad para el jazz o el clásico. Con la música pop sigue existiendo el mismo prejuicio que con el flamenco a principios del siglo XX. Grandes filósofos y pensadores de la época estaban en contra del cante flamenco como arte y expresión viva de la voz de un pueblo. Y hoy es una de nuestra grandes banderas. Quizá con el tiempo ocurra lo que con el pop británico, que independientemente que una mujer salga cantando que necesita rehabilitarse [Amy Winehouse] sigue siendo un estandarte del país.

P. ¿Se hacen buenas letras ahora?

R. Hace unos años vivíamos con ese dúo en al cumbre que eran Sabina y Serrat. Pero afortunadamente el panorama se ha refrescado con muchas y nuevas voces. No sólo en el ámbito de la canción de autor. Lo que sucede con el hip hop es escandaloso.

P. Es ahí donde reside la canción protesta contemporánea.

R. Y con unos letristas increíbles, y en casi todos los estilos. Y estamos asistiendo a una subida enorme en la calidad musical de las bandas.

P. «Es la falta de amor la que llena los bares». Pocas veces se ha hecho un retrato sociológico tan acertado de la sociedad española.

R. Se lo fusilé a Juan Antonio Canta [cantautor, 1966-1996]. Es una frase adaptada de un poema suyo que dice: «Eso que en todas las ciudades / enriquece los bares / y hay quien llama amor».

P. Hay otra frase, de Manuel Vicent, que dice que si los bares cierran tarde es porque se llenan de torpes que no saben ligar.

R. La esperanza de que ocurra algo a última hora de la mañana es lo que nos ata a los bares. Siempre la esperanza de que ocurra algo mágico y encuentres a la persona de tu vida o aparezca tu músico favorito.

P. Y por la noche se puede mentir, y mucho.

R. Efectivamente.

P. ¿Sigue queriendo matar al último nuevo cantautor?

R. Aquello fue una ironía muy en el espíritu de La Craba de ser el grano en el culo de la conciencia social. En aquel momento había una vuelta a los cantautores y se trataba de ironizar. Quizá había algo de humor ochentero, en la línea de Siniestro Total o Def con Dos. Ahora los cantautores se han reinventado y han incorporado a su música tendencias anteriormente impensables. Y se van a la rumba, a lo latino, al rock, incluso al pop independiente, a lo que hacía Gato Pérez. Ese movimiento es sano.

P. Los gobiernos acuden rápidamente a salvar la banca. ¿Harían lo mismo con la música?

R. No lo han hecho. Cuando me hablan de crisis, alucino. Los últimos siete años de mi carrera han sido de crisis, y he sufrido la crisis del pirateo. El poder y el Gobierno sólo vienen a nosotros cuando le interesa que salgamos en la foto.

P. Una foto a la que muchos músicos se prestan.

R. Exactamente, y sobre todo gente que podría hacer algo y cambiar las cosas, porque son los que tienen el dinero, la fama, el respeto y las grandes cifras. Son quizá ellos los que deberían echarnos un cable y no sólo ir a tomarse un vino a La Moncloa. Ya que estás al lado de ZP, plantéale un poco lo que pasa con la música. Para nuestra desgracia somos un colectivo de estómagos un poco agradecidos en ciertas ocasiones. Lo dicho hasta ahora no es una crítica a la gente que se acerca a la política, algo muy respetable y necesario. La culpa, en parte, es de los músicos, que nunca nos hemos considerado un colectivo. Y como colectivo nunca consideramos los problemas comunes y perdemos la perspectiva de que podemos ganar mucho, porque somos una industria dentro del entretenimiento que podría llegar a ser un poder muy grande.

P. George Steiner, filósofo y ensayista, dice que él intenta fracasar mejor. ¿Qué intenta Lichis?

R. Me apunto a esa idea. Aprender a fracasar es el verdadero éxito de la carrera de músico. Fracasar con dignidad. Es una actitud muy Javier Krahe.

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